Entre la “democracia militar” de 1954 a 1985 y la apertura democrática de 1985 a nuestros días, solo cambian dos cosas: el número de arlequines en la oferta electorera y las formas menos burdas en la manipulación. La esencia es la misma, una simulación donde las élites y su brazo armado, en amalgama ahora con el narco, eligen previamente, pero permitiendo que la plebe se solace, el día D, con la ilusión que deciden con su voto. |
José Alfredo Calderón E.
Historiador y analistapolítico
Después de la intervención mercenaria de 1954 en Guatemala, a Estados Unidos le interesaba que las repúblicas bananeras de la región tuvieran un ropaje más o menos democrático, entiéndase, regímenes dictatoriales, pero con elecciones periódicas controladas.
Para el caso guatemalteco, las tres últimas constituciones se dieron en gobiernos militares de facto: 1956, 1965 y 1985. La primera sirvió de instrumento normativo para las primeras elecciones “democráticas” post 1954, pero el experimento les salió muy mal, pues el domingo 20 de octubre de 1957 se hicieron los comicios entre puros candidatos de extrema derecha y tan solo tres días después, las anularon. Luego, el Congreso elegiría al segundo lugar, el general Miguel Ydígoras Fuentes, en lo que se conoció como elección de segundo grado, cuando no se obtenía mayoría absoluta.
En gran parte de la población, el pensamiento democrático no fue destruido con la contrarrevolución, de cuenta que, para 1963, la presencia en territorio nacional del Dr. Juan José Arévalo inquietó a las élites y al “big brother” (EE. UU.), pues casi todos lo daban por virtual ganador en las siguientes elecciones. Esa fue la razón del golpe de Estado del 31 de marzo de 1963, en la que un chafa botaba a otro chafa y todo quedaba en familia. No está demás indicar, que el golpista era el ministro de la defensa de Ydígoras, lo cual evidencia que el honor y la lealtad tan cacareada dentro de la institución castrense, es letra muerta.
Con la nueva constitución (1965) se realizó otro simulacro en 1966. Este sí debía salir como “Dios manda” pero, aunque los favoritos del régimen eran Juan de Dios Aguilar De León, del Partido Institucional Democrático (PID) y Miguel Ángel Ponciano, del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), el ganador fue Julio César Méndez Montenegro, del Partido Revolucionario (PR), plataforma que se vendió como el “tercer gobierno de la revolución”. Hay que decir que el nombre del partido llama a confusión, pues en realidad, el PR siempre fue una expresión oportunista de derechas. Aún así, el ejército los hizo firmar el famoso “Concordato”, documento que ponía de rodillas al poder civil por parte de los militares. Al respecto puede consultarse: https://cronica.com.gt/jose-alfredo-calderon-e-el-concordato-maligno-primera-parte/ https://cronica.com.gt/jose-alfredo-calderon-el-concordato-maligno-segunda-parte/ .
Nuevamente el Congreso terminó eligiendo al gobernante en otra elección de segundo grado. Las segundas vueltas surgieron con la constitución vigente y la nueva Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP).
Una acotación importante para mencionar es que el PID era el primer partido construido por militares, dentro del régimen de Enrique Peralta Azurdia (1963-1966). Así mismo, dejó de existir el heredero de la contrarrevolución, el Movimiento Democrático Nacionalista (MDN) que pasó a ser el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) del temible y nefasto Mario Sandoval Alarcón, alias el Mico.
Para 1970, el MLN y el PID se alían y “ganan” las elecciones, siempre refrendados por la elección de segundo grado del Congreso, como se venía haciendo; su candidato fue el coronel Carlos Manuel Arana Osorio (después general). Los otros dos participantes fueron el PR con Mario Fuentes Pieruccini (único civil) y la Democracia Cristiana (DC) con el mayor Jorge Lucas Caballeros.
La tercera elección “democrática” en fila se dio en 1974, pero nuevamente las cosas no le salieron bien al régimen militar por lo que tuvieron que echar mano de un escandaloso fraude. El Frente Nacional de Oposición (FNO) formado por la DC, el Frente Unido de la Revolución Democrática (FURD) que había ganado la alcaldía con Manuel Colom Argueta, y el Partido Revolucionario Auténtico (PRA) de Alberto Fuentes Mohr, una escisión del PR, habían ganado claramente pero impusieron a otro militar, el general Kjell Eugenio Laugerud García (PID-MLN), en otra elección de segundo grado (por el Congreso). En esta ocasión, los candidatos fueron el coronel José Efraín Ríos Montt (FNO) y el coronel Ernesto Paiz Novales (PR), como se ve, NINGÚN CIVIL.
En estos comicios, surge por primera vez la Central Aranista Organizada (CAO) fundada a instancias de Arana Osorio, logrando 7 escaños dentro de las 60 curules. Las élites y su brazo armado, el ejército, salieron bien librados nuevamente, y continuaron con la dictadura militar disfrazada con elecciones periódicas amañadas.
En 1978 se da la cuarta elección “democrática” consecutiva sin golpes de Estado abiertos y declarados, pero nuevamente, a pesar de la preminencia de candidaturas de derecha, se alega fraude. El general Fernando Romeo Lucas García de la coalición PID-PR-CAO fue el designado por el Congreso, participando además los coroneles Enrique Peralta Azurdia por el MLN y Ricardo Peralta Méndez por la DC en alianza con el PRA de Fuentes Mohr.
Finalmente, en 1982, otra edición más de las “alegres elecciones” y, de nuevo, una mano de gorila descomunal a favor del candidato oficial. Siempre se hacía fraude, pero en las elecciones de 1974 y 1982 fueron muy burdos y obvios. El general Ángel Aníbal Guevara Rodríguez del Frente Democrático Popular (FDP) no pudo tomar posesión por el golpe de Estado del 23 de marzo de 1982 (Ríos Montt). Este frente era una alianza entre el PID, el PR y el Frente de Unidad Nacional (FUN). Los otros candidatos fueron: el Mico Sandoval, del autodenominado partido de la violencia organizada (MLN); Alejandro Maldonado Aguirre de la alianza UNO formada por la DC y el Partido Nacional Renovador (PNR) y Gustavo Anzueto Vielman de la Central Auténtica Nacionalista (CAN) anterior CAO.
Un año cuatro meses y 15 días después, vendría el último golpe de Estado reconocido como tal, el 8 de agosto de 1983, cuando otro general, ministro de la defensa de Ríos Montt, se hace del gobierno de facto. Nos referimos a Oscar Humberto Mejía Víctores quien entrega al gobierno civil de Vinicio Cerezo el 14 de enero de 1986, siendo esta, la última elección dentro de un régimen abiertamente militar.
Debe destacarse que, en todo este hilo, asistimos a comicios con tres o cuatro candidaturas y muy pocos partidos. Ya en 1985 se dan ocho candidaturas y luego viene el circo de ahora con decenas de candidatos.
¿Resignarse? JAMÁS. Lo que creo es que debemos situar lo electoral en su justa dimensión. Para el efecto, llamo su atención sobre lo ocurrido en Chile, Brasil, Colombia y México, en donde la victoria electoral de izquierdas y progres se da DESPUÉS de generar un movimiento social sólido y de crear una masa crítica ciudadana importante, nunca antes. En Guatemala, la oferta electoral debiera responder a una base social fuerte y con claridad política, de la cual nutrirse y ser monitoreada. De lo contrario, seguiremos con más de lo mismo; personajes que manejan el discurso del bien común, pero que, en realidad, solo velan por sus intereses personales y grupales.
Por el momento, sigo sosteniendo que la única postura válida de rechazo al sistema es la abstención consciente, mientras, debe trabajarse en otros espacios para lograr lo anotado supra.
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