…poder formar un movimiento basado en la articulación de pequeños grupos, luego medianos, que, con distintos niveles de formalidad, se orienten única y exclusivamente a dar formación ciudadana primero, y luego política, teniendo como visión, la construcción de un futuro diferente para Guatemala. Con este norte en común, pasarían a segundo plano la disparidad de ideas, siempre y cuando las diferencias se den en el marco democrático y el más irrestricto apego a la ética, la integridad y el consenso unificado que el centro de la dinámica y las acciones, debe estar siempre en torno al ser humano. |
José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)
En mi anterior artículo mencioné la importancia de la Historia para explicar el presente, con énfasis en la planificación del futuro, afirmando que el único camino viable para construir futuro, es la reforma político-electoral dentro de las limitaciones de una democracia restringida, como la nuestra.
Aterrizamos en lo electoral, siempre en términos de factibilidad, pues la reforma política es más amplia y profunda y con la actual correlación de fuerzas, sería imposible, por todo lo que implica. Principalmente, romper con los privilegios de esas plataformas electoreras que se disfrazan de partidos políticos, detrás de las cuales, hay dueños, sean empresarios tradicionales o el capital emergente surgido del narco y/o la corrupción.
Como mandata la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) después de los periódicos comicios generales, debe revisarse la normativa y proponer cambios a la misma. En la práctica, este procedimiento se ha convertido en una retórica gatopardista, es decir, se habla mucho de cambio, para precisamente, no cambiar nada. Es por ello que, pedirle a Drácula que administre un banco de sangre, es absolutamente absurdo. Los constantes fracasos de estas rondas electoreras demuestran lo aseverado y por ello, es inútil generar más “partidos” dentro la lógica de un sistema perverso.
Dicho lo anterior, ahora cobra sentido lo que he venido diciendo en torno a que la solución está fuera del sistema político-electoral y se concentra en la perentoria necesidad de generar y fortalecer un movimiento social desde la base. Sin formación ciudadana no hay claridad política, y sin esta, simplemente no se puede crear una masa crítica que opere como agente de cambio. En conclusión, sin este silogismo, no hay futuro.
Casi ningún partido político tiene verdaderos procesos de formación; incluso quienes lo tienen, se enfocan en el corto plazo y plegados, totalmente, a los intereses partidarios, cuando no, grupales. En países como México, Chile y Brasil, la llegada de Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, Gabriel Boric y Lula Da Silva nunca se habría dado sin un proceso previo de organización y formación de masas, al margen de la institucionalidad electoral tradicional. En el contexto latinoamericano, apoyar a un partido y esperar cambios esenciales, es ilusorio; se necesita de la presión de la masa crítica para que el partido que llegue, se vea obligado a responder a esa presión.
Sociedad Civil tiene débiles procesos de formación, pero siempre ajustados a la agenda que sus patrocinadores (donantes) imponen, lo cual no necesariamente se enfoca en los intereses nacionales y de las grandes mayorías. Por su parte, los organismos internacionales tampoco quieren mover las aguas, pues su función básica es trabajar con los gobiernos de turno por lo que se acomodan a la agenda oficial, aunque sotto voce reconozcan la incomodidad que les causa.
Los empresarios jamás invertirán en procesos de cambio que pongan en riesgo sus privilegios, pues este sistema fue diseñado e implementado para ellos y sus familias. Por su lado, los gobiernos de turno, por más progres que se declaren del diente al labio, tampoco arriesgarán el permiso concedido para gobernar (más no mandar).
Queda entonces hacer propia la frase que escuché por primera vez, en el seno del socialcristianismo sindical de la CLAT, Central Latinoamericana de Trabajadores: “Solo el pueblo salva al pueblo”. Si bien este estribillo derivó en una retórica sin acciones concretas, el sustento político y metodológico que le dio vida, sigue vigente. Los movimientos sociales genuinos y legítimos, no pueden depender más que de la dirigencia y financiamiento que debe surgir de sus propias entrañas.
Para el efecto, la ciudadanía debe despojarse (sin renunciar) de sus camisolas asociadas con partidos políticos, ONGs, fundaciones, así como todo tipo de agrupaciones sociales que no tengan como norte, el cambio político para nuestra nación. Lo anterior, para poder formar un movimiento basado en la articulación de pequeños grupos, luego medianos, que, con distintos niveles de formalidad, se orienten única y exclusivamente a dar formación ciudadana primero, y luego política, teniendo como visión, la construcción de un futuro diferente para Guatemala.
Teniendo este norte en común, pasaría a segundo plano la disparidad de ideas, siempre y cuando las diferencias se den en el marco democrático y el más irrestricto apego a la ética, la integridad y el bien común. Este movimiento debería tener un consenso unificado sobre la importancia que su dinámica y acciones, giren siempre alrededor del bienestar del ser humano.
Para 2027 es poco o nada lo que se puede hacer ya, porque estamos frente al telón de una campaña anticipada que reproducirá los mismos resultados de siempre. Pero del movimiento ciudadano del que hablo, será uno que empiece desde ahora y coseche en el mediano plazo, quizá en el 2031.
Dejo pendiente el tema de la articulación y liderazgos para conseguir este movimiento de base ciudadana.
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