PROVOCATIO: De las adicciones y el juego político

Cuadro de texto: Aunque en este año se perdieron todas las formas y los escándalos y exclusiones están a la orden del día, siendo cada vez más burdos, públicos y evidentes, este domingo 25 de junio, la adicción a seguir siendo engañados/as, signo claro de codependencia, logrará que millones asistan, jubilosos muchos, a participar, una vez más, en las “alegres elecciones”.  A finales de agosto 2023, una resaca brutal nos volverá a sacudir; sin embargo ¡¡Te esperamos 2027!!

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

Por mi vida laboral, profesional y docente, he incursionado en una gran cantidad de temas tan diversos e interesantes, los cuales han fortalecido mi visión integral de la realidad, pues se constata, por medio de la experiencia, cómo muchos tópicos están interconectados, aunque a simple vista no lo parezca.

En mi búsqueda de respuesta para entender lo ilógico del comportamiento electoral de los guatemaltecos, que cada 4 años tropiezan con la misma piedra, me recordé de lo aprendido con el fenómeno de las adicciones; un tema por demás desantendido en el país pero con presencia en tantos hogares y de nefastas consecuencias.

Se tiende a pensar en drogas y alcohol cuando se habla de este flagelo, pero abarca mucho más: trabajólicos, sexólicos, comedores compulsivos, neuróticos y codependientes, todos ellos y ellas conforman una comunidad bastante grande que trata de recuperarse a través de grupos específicos que giran en torno al maravilloso Programa de los 12 pasos, que más allá de detener el consumo (primer paso obvio), lo que persigue, es la recuperación integral del ser humano y transformarse a una nueva vida.

El consumo de sustancias es solo una manifestación externa de algo más profundo a lo interno de cada persona y que se erige como la verdadera causa de sus problemas, queriendo aliviarlos o suprimirlos con el consumo desmedido.  Lo externo es evidente porque se muestra de forma directa a través del trabajo excesivo, la ingesta descontrolada de alcohol, tabaco o estupefacientes, comer en forma compulsiva, estallar en estados de ira o consumirse en la depresión; distorsionar el concepto de relaciones por medio del sexo como compulsión y la más peligrosa, devastadora y que menos se evidencia: la codependencia, que es el factor común en el resto de las adicciones.

Todas las recuperaciones tienen dos premisas para ser exitosas o, cuando menos, avanzar en el proceso de sanación:

  1. La aceptación que se tiene un problema. Condición aparentemente obvia, pero que resulta fundamental y muy difícil en la práctica.
  2. Aceptar que se necesita ayuda porque solo/a no lo puede resolver. En el camino, han fallado los reverendos/consejeros de cualquier fe, “especialistas” de las casas hogar, familiares, amigos, parejas y charlatanes que venden tratamientos extremos basados hasta en agresiones físicas y emocionales muy fuertes.

En esta ocasión quiero referirme a la codependencia, no solo por ser el eje transversal de todas las adicciones, es decir, todos los que padecen alguna, son CODEPENDIENTES.  Por eso, estos últimos son los más difíciles de diagnosticar y tratar, pues no consumen algo tangible como tal, sino relaciones.  Sea un padre/madre, una pareja, un familiar cercano, un jefe/a, un cura/pastor, un amigo/a, un profesor/a y cualquier figura idealizada, aun en términos perversos, puede ser la fuente de esta adicción silenciosa pero que, incluso, puede llegar a ser mortal, como las otras.  Quizá más lento, pero por ello, más dolorosa.

Hace años, un amigo, experto en estos temas, me regaló esta frase: “No le asignes a las personas y a las cosas, una naturaleza que no tienen”. Se puede tener adicción por los carros, los relojes, el “trabajo ideal”, “la pareja ideal” o la “familia ideal”, determinada ropa, los viajes, que muchas veces pueden ser “fugas geográficas” y otras muchas idealizaciones porosas.

¿Por qué relacionar esto con la política? Porque queda claro que existe una anormalidad en el comportamiento electoral de los guatemaltecos. La lógica nos indica que si siempre pasa lo mismo después de cada elección, o sea, la desilusión; la próxima no tiene porqué ser diferente.  Todos conocemos a los políticos (politiqueros para nuestro medio) y sabemos que detrás de ellos, hay causas y actores oscuros que solo persiguen sus intereses.  Casi todos sabemos que no hay partidos sino plataformas electoreras y que, por tanto, ya no hay ideologías de base que le den sustento a planes y programas de gobierno serios.

La decadencia moral, la mediocridad y las prácticas del ridículo en su más pobre expresión, fueron aumentando en cada elección y hoy, han copado todos los espacios. Hasta las supuestas opciones “decentes” han incurrido en esto, formando parte del juego espurio y cutre que, en la actualidad, nos pinta como el ejemplo mundial paradigmático DE LO QUE NO DEBE HACERSE.

Aunque otras explicaciones se incorporan a la comprensión plena de la codependencia, como es el caso de los síndromes de Estocolmo y de Dunning-Kruger (aparte de una población en su mayoría funcionalmente analfabeta y desnutrida) ya explicados en otras columnas, vuelvo a la codependencia para entender la actitud de las mayorías frente a la política. ¿Por qué la mujer maltratada no abandona a su agresor, aún teniendo recursos propios y estudios? ¿Por qué el trabajador abusado no renuncia a su empleo, a pesar de sus capacidades y solvencia económica?

Por las mismas razones esenciales que el votante (no elector) regresa continuamente a ser víctima en los comicios de turno; por la misma razón que “la esperanza es lo último que se pierde” y que, de repente, ahora sí, las cosas serán diferentes. Por las mismas razones por las que seguimos siendo una población cautiva de un sistema perverso, cuyos titiriteros nos ven como hamsters dando vueltas en una jaula.

Si no reconocemos el grave problema de ser codependientes de un sistema captor y abusador que nos engaña constantemente; peor aún, si no entendemos que necesitamos ayuda para para comprender cómo funciona el sistema y la dinámica relacional de instrumentalización, dominio y abuso, estamos perdidos. Por eso insisto, primero la claridad política y luego lo demás.

Aunque en este año se perdieron todas las formas y los escándalos y exclusiones están a la orden del día, siendo cada vez más burdos, públicos y evidentes, este domingo 25 de junio, la adicción a seguir siendo engañados/as, signo claro de codependencia, logrará que millones asistan, jubilosos muchos, a participar, una vez más, en las “alegres elecciones”.  A finales de agosto 2023, una resaca brutal nos volverá a sacudir; sin embargo ¡¡Te esperamos 2027!!

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político