PROVOCATIO: Chamusca, cascarita o mascón…

El latrocinio y el despilfarro continúa. El reacomodo de las fuerzas políticas dentro de las clicas que desgobiernan es eso, ningún triunfo ciudadano. Mientras tanto, las chamuscas continuarán y cada vez resonará menos la demanda por lo robado y las renuncias. 

José Alfredo Calderón

Historiador y analista político

El diccionario de la Real Academia Española nos indica que “chamusca” es un partido de fútbol informal y amistoso. En México se denomina “cascarita” a lo mismo, pero agregando más detalle, se puede decir que se juega en un llano, parque o en una calle de cualquier barrio, si el tránsito lo permite. Las porterías pueden ser delimitadas por un par de piedras a corta distancia entre sí.  En El Salvador se conoce como “mascón”, teniendo dos significados: se le dice así a un trapo estrujado, también a un rollo de pita o alambre que se usa para fregar los platos; la otra connotación es un partido informal de fútbol, donde las reglas no son la base principal.

Recurro a estos coloquiales términos para asemejar la realidad política guatemalteca, la cual guarda una penosa analogía con las chamuscas, las cascaritas y los mascones. La naturaleza informal es su eje transversal, cada uno es libre de emitir las reglas que correspondan según la ocasión y “liderazgo” en la cuadra o cuadrilla, para el caso político.

“Al gol la camisa” es una regla no escrita que se traduce fácil: el primer equipo que anote obliga al otro a quitarse la playera o camisa. “Último gol gana” es una dinámica que, por lo regular, el jugador de mayor “jerarquía” indica cuando ya se está acabando el tiempo de la chamusca, lo cual puede estar marcado por el anochecer, pues la falta de luz natural, normalmente, se impone sobre el deseo del grupo para seguir jugando. Esta misma acción puede ser un acto de aprovechamiento, porque, aunque un equipo vaya perdiendo por goleada, la condición del “más fuerte” o el que, por tradición, siempre dice la última palabra, con base a un código no escrito, encuentra en esta voz, una salvación para ganar el partido, como si los goles anteriores no contaran.

La regla general es que no hay reglas. Los fuera de lugar (offside) no existen, tampoco los saques de banda, que en palabras del famoso locutor deportivo Ernesto Ponce Saravia diría: “balón al out”. Los penaltis por mano en un área dieciocho imaginada o por patada artera, pescozón, pellizco, aruño o mordida, al contrario, dependen de una interpretación sui géneris que, casi siempre, termina en emotivas discusiones de ambos bandos. La “ley del más macizo” se impone o simplemente, ahí termina la chamusca.

Como aderezo al desorden y la informalidad, cada uno interpreta los términos futboleros a su manera. Para unos, una falta por agresión al contrario puede denominarse “fábol”, que es una derivación de faul, que a su vez lo es de foul (hediondo o cochino en inglés).  Por cierto, esto último es una onomatopeya del sonido que se hace cuando algo huele mal.

Tampoco hay uniformes, ni tiempos específicos y la pelota, incluso, puede estar hecha de cualquier material, cuando la plata no alcanza para comprar un balón formal. El número de jugadores también puede ser indeterminado y no faltan los casos en los cuales, un equipo tiene más jugadores que el otro. El gordito de la cuadra casi siempre es el portero, salvo cuando es el dueño de la pelota, ya que si no lo alinean donde él quiere, simplemente retira el balón y se acabó la chamusca.

Conseguir un árbitro es un lujo que casi nunca se da, porque nadie quiere tomar ese arriesgado trabajo, pues las mentadas de madre son parte del papel de mártir futbolero y, en casos extremos, podría regresar a su casa con un ojo morado por el descontento de algún jugador que se sienta afectado por la decisión del improvisado réferi.

Hay chamuscas corteses, que son aquellas que interrumpen el juego cuando pasa una “viejita”, un vecino conocido o el presbítero de la comunidad. Si el espíritu de la formalidad invade a los protagonistas, el juego se reanuda con un “bote pronto”, que, según el DRAE, es una locución adverbial o adjetiva en algunos deportes como el fútbol o el tenis y que literalmente significa: “golpeando la pelota justo después de que haya botado.”

Aún con las peleas y derrotas, una chamusca siempre es bien recibida y se replica las veces que se pueda. A lo sumo, un hueso roto podría asustar temporalmente a los chamusqueros, pero más temprano que tarde, regresan al jolgorio. Podría seguir con las coincidencias y anécdotas, pero la realidad no es tan chistosa como suena.

En política, debemos separar el significado real de esta palabra con lo que sucede en esta selva tropical que, si mucho, llega a politiquería o disputas electoreras de ocasión, tema amplia y neciamente desarrollado por el suscrito.

La idea de chamusca, cascarita o mascón se me ocurrió por los deleznables sucesos en el Congreso y el contexto que alimenta los bochornosos espectáculos a los que nos tiene acostumbrados este antro de la novena. Cada uno podrá imaginar las similitudes que correspondan…

La mano que mece la cuna redacta el guion y se lo pasa a sus operadores políticos, que no sé en qué momento, alguien les deparó el pomposo término de “clase política”, cuando en realidad, carecen de lo primero y, además, no constituyen una clase en sí, como sí lo son, sus patrones y financistas [i]. Por cierto, quedará para otro artículo el fenómeno extorsivo que ya es inmanejable. Los que antes eran lacayos de los empresaurios, ahora se erigen en millonarios proveedores del Estado, financistas de campañas politiqueras u operadores de alto nivel.  Así mismo, el narco, cada vez más, desplaza a los antiguos dueños del país, reclamando cuotas y decisiones cada vez más importantes.

En el chusco espectáculo del lunes 6 de septiembre, ganaron los criminales por mucho, porque tal como lo escribí en mi más reciente artículo, nos tienen donde querían. La mayoría de la sociedad reacciona conforme a las políticas de manipulación mediática. Veamos algunos ejemplos:

  • Los tres poderes del Estado se turnan el papel protagónico de la crisis de turno. En su momento, fue el Organismo Judicial en general y la Corte Suprema de Justicia en particular. Hoy en día, ya nadie exige el nombramiento de magistrados que ya excedieron, por mucho, el lapso para que el que fueron designados.
  • Cadena nacional de Giammattei y la gente al día siguiente no insiste en las preguntas fundamentales: ¿Dónde está el dinero? y ¿Cuándo renunciarán este par de esperpentos del presidente y la fiscal general? Por el contrario, se centran en nimiedades como si el saco le quedaba grande o si el rostro está demacrado, las dos cejas a la derecha o el pelo decolorado.
  • Ahora le tocó el turno, nuevamente, al Congreso y la gente reacciona con ira contra los diputados, pero quien centra la animadversión es Allan Rodríguez, al igual que en el anterior relajo (cuestión lógica pero que debe analizarse profunda e integralmente). Todo el mundo se va con la finta, sin percatarse que lo que subyace en el fondo, es la elección de la nueva junta directiva 2022-2023, el reparto de las comisiones de trabajo (de donde salen oportunos dictámenes técnicos) y la distribución de cuotas gansteriles del presupuesto nacional 2022. El Monje Negroil consigliere, el sempiterno operador de las élites, hizo bien su trabajo sin exponerse públicamente. Rodríguez está destruido políticamente, abriendo así, un abanico de pugnas y extorsiones a granel.
  • Entre los beneficiados hay varios personajes de la Alianza Criminal. Giammattei sale del ojo del huracán porque este, está centrado en el Congreso ahora. En otras ocasiones, es el presidente quien toma la estafeta y distrae la atención para que descansen los otros dos poderes y que la corrupción siga viento en popa.
  • El decreto presidencial era un dardo envenenado. Por una parte, no cubría las recomendaciones y exigencias de los médicos, y por la otra, sí contenía disposiciones poco transparentes para las compras de emergencia y la conculcación de derechos constitucionales, todo ello, de forma muy obvia. El juego sigue e interviene la Corte de Constitucionalidad, cuyo dictamen le sirve al Congreso el lunes 6 para votar nuevamente sobre algo que ya se había decidido.
  • Pareciera broma, pero la primera votación del Congreso no autoriza el estado de emergencia por mayoría absoluta, pero luego de la ya maratónica sesión, se sacan de la manga el dictamen de la CC para votar de nuevo y así improbar lo que ya se había improbado. ¡Hasta un grupo de médicos fue usado como marco para la parodia!

Podría seguir con las fintas gubernamentales y parlamentarias, pero el punto central es que, ahora –penosamente– se presenta como triunfo de la ciudadanía algo que termina favoreciendo a la Alianza Criminal.

El discurso oficial fue digerido por muchos inocentes ciudadanos: “Yo ya hice mi trabajo, ahora que lo haga el Congreso. Si no lo hacen, es su maldita culpa no la mía” dijo orondo el presidente a los medios, queriendo pasar de Pilatos, otra vez.

El latrocinio y el despilfarro continúa. El reacomodo de las fuerzas políticas dentro de las clicas que desgobiernan, es eso, ningún triunfo ciudadano. Leí por ahí que el poder del CACIF se había derrumbado el lunes. Ante esto, uno no sabe si reír, llorar o mantenerse boquiabierto en sostenido asombro…

Mientras tanto, las chamuscas continuarán, con más distractores y bochornosas actuaciones. Cada vez resonará menos la demanda por lo robado y las renuncias.  Solo algunos necios seguiremos preguntando: ¿Dónde está el dinero?  ¿Cuándo renunciarán Giammattei y Porras? ¿Para cuándo las vacunas?


[i] Hablo en términos académicos, sociológicos, no vaya a ser que algún despistado interprete abolengo o supuesta superioridad, como sinónimo de clase social.   

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