PROVOCATIO: 20 de octubre: ni romanticismo ni subestimación

La reflexión y el debate se debe centrar, ahora, en un nuevo enfoque: Ni el romanticismo sobre la gesta cívico-militar que evita hablar de sus errores y limitaciones, ni tampoco la subestimación de la misma, la cual, se da en dos vertientes. Por un lado, un sector de la izquierda autodenominada histórica y radical, la cual maximiza su naturaleza “pequeño-burguesa” y, en consecuencia, la subestima; y, por otra parte, las derechas que se resisten a reconocer su importancia y alcances, reduciendo la Revolución de Octubre a un evento muy del pasado que ya no merece estudio ni atención en la actualidad.
José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)

El décimo mes del año se distingue por la rememoración y conmemoración de la Revolución de Octubre, la cual, ya no desata las pasiones a favor y en contra que antes generaba. El libro Tiempos Recios de Mario Vargas Llosa terminó de trastocar la última banderilla anticomunista, pues el que había sido alfil de las derechas, tuvo que ser fiel a las evidencias históricas y confirmar, de una vez por todas, el carácter democrático-burgués de dicha gesta. A partir de allí, los maniqueísmos trasnochados que la tildaba de comunista, perdieron espacio.

Después de la postdictadura militar (1954-1986) la efeméride no recibió mucha atención, pues la mayoría de gobiernos de derechas que se sucedieron, esperaban el mero día, o si mucho, dos días antes y dos después, para hablar muy discreta y despectivamente del suceso histórico. Las únicas variantes fueron los gobiernos de la Democracia Cristiana con Vinicio Cerezo (1985-1991) y del “socialdemócrata” Álvaro Colom (2008-2012) que, a pesar de su práctica política conservadora, aprovecharon dos fechas paradigmáticas para lavarse la cara anualmente: el 1 de mayo y el 20 de octubre.

Tampoco es que hicieran gran cosa, pero la acción de la UNE al colocar mantas conmemorativas gigantes en el frontispicio del Palacio Nacional, permitió generar una ilusión óptica y política, en torno a que era un gobierno diferente, con tendencias “izquierdistas”. En su momento les dije: “Llevan el balón con la izquierda, pero a la hora de patear al arco, lo hacen con la derecha.”

El actual gobierno no podía desaprovechar la ocasión y ahora los actos conmemorativos fueron más visibles y con un lapso más prolongado; en noviembre, todo volverá al redil; se mantendrá la narrativa progre, pero los actos no irán a profundidad y menos, estructuralmente hablando.

Paradójicamente, ochenta años después, las discusiones son más entre las izquierdas, pues, paulatinamente, los sectores de la derecha no fundamentalista han aceptado el carácter reformista de la Revolución y aceptado muchas de sus virtudes. Por su parte, la extrema derecha se quedó rumiando su odio visceral sin impactar, como ellos querían, en el imaginario social de la población. El libro de Vargas Llosa y la inoperancia del argentino Carlos Sabino, importado por la Universidad Francisco Marroquín para crear una antinarrativa, constituyeron sendos tiros en el pie para los ultramontanos.

La reflexión y el debate se debe centrar, ahora, en un nuevo enfoque: Ni el romanticismo sobre la gesta cívico-militar, que evita hablar de sus errores y limitaciones, ni tampoco la subestimación de la misma, la cual, se da en dos vertientes. Por un lado, un sector de la izquierda autodenominada histórica y radical, la cual maximiza su naturaleza “pequeño-burguesa” y, en consecuencia, la subestima; y, por otra parte, las derechas, que se resisten a reconocer su importancia y alcances, reduciendo la Revolución de Octubre a un evento muy del pasado que ya no merece estudio ni atención en la actualidad.

No quiero entrar en detalles ya conocidos de los gobiernos de la Revolución y cuya remembranza se repite en los eventos conmemorativos.  Sin embargo, me parece importante acotar el carácter golpista y nefasto del militar sin estudios (oficiales de línea les llamaban) Francisco Javier Arana, el cual, algunos profesionales todavía tienen la osadía de elevarlo a la altura del ciudadano Jorge Toriello y el coronel Jacobo Árbenz, en la Junta Revolucionaria de Gobierno provisional. Esto lo trato con más detenimiento en mi artículo https://cronica.com.gt/provocatio-los-pactos-castrenses-para-la-cooptacion-civil/ que alude al “Pacto del Barranco” y otros ataques militares al poder civil. La desvergüenza de Arana al intentar dar el golpe de Estado en el propio hospital en donde un convaleciente presidente estaba recluido, es algo que la historia registra y que la memoria colectiva no puede trivializar, mucho menos olvidar.

Algunos académicos resentimos la carencia de diálogos serios y profundos para analizar la Revolución y otros acontecimientos importantes, como la guerra interna de 36 años. Es por esta razón que, junto al Dr. Ángel Valdés, director de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos, hemos generado un proyecto que pretende abordar los orígenes del enfrentamiento hasta llegar a la firma de la Paz; incluyendo el regateo de dichos Acuerdos posteriormente.  Si todo marcha bien, será un proceso formativo del que daremos noticias muy pronto.

Mientras esto sucede, la sociedad tropical líquida arreciará, en breve, en el “trascendental” debate entre el carácter diabólico del Jalowin, así como la eterna diatriba entre la tradicional autenticidad del fiambre rojo o del fiambre blanco.


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