PROVOCATIO/ 113 días: Crónica de lo previsto

José Alfredo Calderón

Historiador y analista político

Este jueves, el mandatario cumple ciento trece días al frente de su gobierno.  Difícil hacer un balance dentro de la crisis generada por la pandemia del COVID-19, por lo que me referiré básicamente a su conducción durante estas semanas álgidas, pues es en momentos como éstos, cuando se pone a prueba la templanza, capacidad, inteligencia emocional y habilidades de estadista de un presidente como representante de la unidad nacional. Haré un repaso previo por el contexto político que lo lleva a ganar las elecciones, pues sin ello no puede entenderse integralmente el proceso y actual situación.

  • Las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos –LEPP– sin cambiar el sistema, configuraron una forma inédita de los comicios que impactó por los cambios al financiamiento electoral, la pauta en medios centralizada en el TSE, la cortedad de la campaña y otra serie de controles. Binomios presidenciales por doquier, dieron la impresión de más democracia. Sin embargo, desde 1954 son las élites (y sus preferencias) las que inclinan la votación.
  • Otro fenómeno a tomar en cuenta es la erosión de las élites como clase hegemónica, aunque siga siendo dominante.  El viejo capital ha tenido que ceder espacio a otras expresiones por lo que, las recientes elecciones, evidenciaron tres frentes: El capital oligárquico, el trasnacional y el emergente.  El primer frente diluyó sus preferencias entre varios candidatos que al final no tuvieron éxito, incluidos los de la llamada “alianza criminal”.  Esto provocó que la final se diera entre una Sandra Torres apoyada por Mario López[1] (capital emergente) mientras el capital transnacional (Dionisio Gutiérrez) jugaba con varias opciones (incluida Thelma Aldana) aunque al final se decantó por el actual presidente.
  • Giammattei, por mucho, no era el favorito de las élites tradicionales.  Personajes como Edmond Mulet (Humanista), Julio Héctor Estrada (CREO), Isaac Farchi (VIVA) y Zury Ríos (VALOR) eran las preferidas de la oligarquía. Incluso candidatos como Roberto Arzú (PODEMOS-PAN) y Luis Velásquez (UNIDOS), entraban en este cuadro pero a la cola.
  • Ante el estrepitoso fracaso de los candidatos que representaban al pacto de corruptos y que ondeaban la victoria de haber sacado a la CICIG, el capital oligárquico[2] comete el error de no definirse antes de la primera vuelta, siendo hasta la segunda que las élites más antiguas presentan un frente común para enfrentar al capital emergente (Sandra Torres).
  • Lo anterior, explica claramente que la victoria de Giammattei no solo es circunstancial sino pírrica.  Los magros resultados de la primera vuelta (solo ganó dos departamentos: la capital y Sacatepéquez) contrastan con el repunte “mágico” posterior en el que “aplasta” a Sandra Torres. Legalidad y legitimidad muy pocas veces van de la mano. Además del exiguo porcentaje de votos válidos con relación al padrón electoral, y que alcanzó para ganar legalmente, el apoyo en segunda vuelta generó condicionamientos de las élites, como siempre ha sucedido.

Con pocos votos reales (escasa legitimidad), la cooptación de los financistas y la presencia del viejo proyecto militar contrainsurgente[3], era PREVISIBLE un gobierno como el que tenemos.  Ambivalencia, corrupción, autoritarismo, pugnas internas y una crasa incapacidad en temas de planificación y administración pública que se están evidenciando ahora, son la cauda inicial de estos 113 días.  Luego vino la crisis por la pandemia.

Procesado lo anterior, quiero referirme al manejo comunicacional de la crisis, en mes y medio de cadenas, estado de calamidad y una abigarrada multiplicidad de disposiciones.  El gobernante arrancó más o menos bien y empezó haciendo las cosas primarias que le permitía un sistema de salud totalmente colapsado, que tiene a Guatemala, entre los peores del continente americano.[4] 

La corrupción inició desde los primeros días de gobierno, pero las acciones estratégicas de sus asesores de comunicación (nos guste o no) hicieron su trabajo, ya que muchas personas le siguen dando el beneficio de la duda a Giammattei[5], pues la construcción del “Hombre Rubios” [6] tuvo efecto.  La corrupción era vista como una serie de hechos aislados ajenos al gobernante. Incluso, a pesar de la evidente alianza con el pacto de corruptos en el Congreso desde que se eligió la junta directiva de ese organismo en enero de este año, muchos no veían esa conexión. Además, los graves y evidentes problemas de planificación, gestión y conducción pública no alcanzaban a dañar la imagen del presidente.  En este contexto, llegó la primera cadena que anunciaba medidas de restricción, la prolongación del estado de calamidad pública emitido el viernes 6 de marzo de 2020 y el anuncio que se tenía que enfrentar la pandemia del COVID-19, la cual, todavía no tenía ningún caso declarado pero que podrían venir muchas complicaciones, por lo que pedía confianza en el gobierno (en él básicamente) y la colaboración de la población. El lunes 16 de marzo, inició un periplo de “comunicaciones” oficiales, que poco a poco desnudaron su falta de consistencia, pero peor aún, el mal manejo de los datos y la insana intención de ocultarlos. Ha habido mensajes tan cortos que bien podría haber utilizado un tuit –comentan los ciudadanos–.

Muchas personas esperaban que Giammattei combatiera la corrupción, pues en plena crisis, los recursos escasean, sin perjuicio que deviene en un acto de lesa humanidad robar o malversar fondos públicos que pueden salvar vidas, pero no sucedió así.[7]  La táctica de mensajes masivos y constantes, aunque no se tuviera información crítica, hizo su temporal efecto: Giammattei seguía con una imagen no dañada, o al menos, no tan dañada. Esto empezó a cambiar, entre los sectores que lo beneficiaron con su voto y otros que lo veían con alguna simpatía, a pesar de no haber sido su candidato.

Resumo a continuación, lo que considero los seis errores tácticos dentro de una estrategia global equivocada que surte efectos solo temporalmente.

  1. Excesiva exposición pública. Las cadenas llegaron a ser diarias y compiten (por sus contradicciones) con las declaraciones que el propio gobernante da durante el día en otros espacios, así como sus funcionarios del gabinete. De la expectación se ha pasado a la abulia.
  2. Contradicciones entre el discurso oral y lo escrito.  Una cosa era lo que el mandatario decía y otra lo que aparecía escrito en las disposiciones que se publicaban en el diario oficial (aunque se corrigió esta falencia, el daño ya estaba hecho).
  3. Las cadenas mezclaron cortedad en el mensaje con abúlicas peroratas largas e insulsas, sin data confiable de respaldo.  Entre los mensajes tan cortos que no ameritaban una cadena y esos insufribles discursos con muchos datos, pero poca información, su credibilidad se fue esfumando.  Contrario sensu, lo que fue saliendo a luz, fue la intencionalidad por centralizar la información, no para hacerla más eficiente, sino para manipularla y ocultar datos críticos. Explicar la presencia y financiamiento de Kif Nava y Poll Anria hubiese sido un muy buen ejemplo.[8]
  4. Uso de recursos impropios para alguien que intenta emular a un estadista. Entre los enredos que el mismo Giammattei provoca, ha recurrido a la jocosidad, la verborrea y a ejemplos infantiles para tratar de ocultar estas contradicciones. Expresiones como “si se portan bien, les traeré buenas noticias” o la creación del personaje de “doña Chonita”[9], terminaron de minar su credibilidad.  Pero llamar “acarreados” a esas personas en extrema necesidad que sacaron sus banderas blancas, fue un despropósito infeliz y muy desafortunado. El humor y estos recursos, ni siquiera en tiempos de normalidad son adecuados en cadena nacional, mucho menos en medio de una crisis como la actual en la que ya varios guatemaltecos y guatemaltecas han perdido la vida.
  5. Su pasividad frente a la galopante corrupción durante la pandemia. Aunque sigue manteniendo una imagen relativamente ajena a la corrupción[10], el reclamo cada vez mayor viene por su falta de acción y contundencia para combatirla. Funcionarios de gobierno, diputados del partido oficial y de su alianza, proveedores del Estado y funcionarios de gobiernos anteriores (PP y FCN), siguen haciendo su agosto, ante la connivencia, y en muchos casos, franca complicidad. Finalmente,
  6. Desdén por la academia y la ciencia. Un solo gesto visual hubiera bastado: la aparición pública de científicos guatemaltecos apoyando al presidente y formando un comité técnico-científico, pues en estas crisis, los políticos deben ceder la palestra a los que verdaderamente saben. Ganó el afán de protagonismo y la aviesa intencionalidad por manipular la información.

Sus excesivas y muy visibles apariciones públicas[11] con un sector del empresariado, dejaron clara su orientación política. De aquí en adelante no hay que perderse, los intereses que se seguirán privilegiando no son los nacionales y menos, los de los sectores que más necesitan.


[1] No me gusta identificar por marcas o empresas a estos personajes, pero es necesario indicar que Mario López Estrada es el dueño de TIGO y otras muchas empresas. Es el único billonario de Centro América y para urticaria de la oligarquía, es un personaje, a decir de ellos, “sin pedigrí”.

[2] Aunque ya se ha explicado en reiteradas ocasiones, es necesario insistir que el capital oligárquico es el que viene desde la Colonia, se fortalece con la Reforma Liberal y se consolida con los gobiernos ultraconservadores resultantes de la intervención mercenaria de 1954 (Castillo, Maegli, Novela, Herrera y otros). El capital trasnacional se forma durante la Revolución de Octubre y se consolida en los años setenta (Gutiérrez-Bosch, Botrán y otros). Finalmente, el capital emergente que se forma en los años setenta, crece en los ochenta y se fortalece en el siglo XXI (Mario López, proveedores del Estado, burocracia corrupta y otros). Caso aparte es el Crimen Organizado que atraviesa todas las dinámicas interelitarias o no.

[3] Se habló en su momento de 74 militares de viejo cuño en el proyecto que hoy acompaña al gobernante.

[4] Porcentaje de camas y médicos por 100 mil habitantes, red hospitalaria en trozos, casi la mitad de la población desnutrida y una pobreza y extrema pobreza que nos compara con los peores países del África Subsahariana

[5] Antes de la crisis de mediados de marzo, se habla de una popularidad de al menos 2/3 partes.

[6] Así denominé una columna en la que expliqué como se forjó una imagen del hombre que todo lo hacía, todo lo podía y en quien confiar para cualquier problema. El nombre aludía a una exitosa campaña publicitaria de unos cigarrillos, en los que el personaje principal era poco menos que Macgyver, la versión norteamericana de ese tipo de héroe. El artículo puede verse en la versión impresa de la revista crónica correspondiente al mes de febrero de 2020.

[7] La pomposamente anunciada comisión contra la corrupción, fue un globito que no tardó en desinflarse. Así mismo, el millonario endeudamiento no hay modo que se ejecute a favor de quienes lo necesitan. Las dudas sobre el manejo transparente de estos fondos crecen día a día.

[8] El mexicano Nava y el panameño Anria son los asesores casi encubiertos del presidente y responsables de estos errores que describo.  No aparecen en planilla del Estado.

[9] Que todos saben que es el sector privado organizado.

[10] La realidad es que dada la centralización de la información y el apoyo de personajes expertos en estos temas (inteligencia militar), es materialmente IMPOSIBLE que ignore esto.

[11] Por cierto, con un estilo “teletonero” que resta seriedad ante una crisis grave.