Prevención para convivir en paz

pedro

Ing. Pedro Cruz


Cada hecho de violencia nos golpea a todos los guatemaltecos. Algunas veces nos sentimos abatidos por la inusitada fuerza que trae consigo la ola de violencia, en muchas ocasiones hemos experimentado el dolor de cada familia que renuncia a la vida de un ser querido. Pero quizá escasas veces hemos visto un poco de esperanza. La impotencia nos gana.

Pero, hace poco, en una actividad con jóvenes, recibí una inyección de esperanza. Durante una conferencia en la que se compartía la Política Nacional de Prevención de la Violencia y el Delito, y en la que participaban representantes de Mixco, Villa Nueva, la capital y Amatitlán; era notorio el alto interés que las nuevas generaciones poseen por ir contracorriente y poner todo lo que esté en sus manos para acabar con esta cultura de muerte que ha invadido nuestro país.

Ese interés se materializaba no solo en su presencia, sino también en su participación activa y su compromiso para trabajar como voluntarios de un proyecto relacionado directamente con la aplicación y seguimiento de la Política de Prevención de la Violencia. ¡Fue de verdad una gran inyección de optimismo y esperanza!

Es incuestionable que todos los guatemaltecos queremos vivir en paz. Y por eso, no dudo en que todos —como los jóvenes que asistieron a este taller— tenemos esa chispa que solo necesita encontrar caminos para contribuir en la construcción de una Guatemala pacífica. Y por eso pensaba en qué acciones podemos realizar todos para que podamos contribuir con la prevención de la violencia.

Eduquemos en valores. Muchos guatemaltecos coincidimos en que la crisis por la que atraviesa nuestro país se debe sobre todo a una crisis de valores. La honestidad, la integridad, el esfuerzo y el trabajo han sido sustituidos por la corrupción y por el ansia del dinero fácil. Y en esta falencia se encuentra la raíz de muchos problemas y en concreto, la raíz de la violencia. En la medida en que los valores vuelvan a cobrar importancia en la sociedad, tendremos una cultura más pacífica. Es además vital que nuestra jerarquía de valores se oriente a buscar el bien común antes del bienestar individual. Solo aplicando esta fórmula, veremos una gran
diferencia.

Protejamos a nuestra niñez. Es cierto, no podemos hacer que nuestros niños vivan dentro de una burbuja y sean ajenos a la realidad por más dura que esta sea. Pero sí podemos blindarlos. Primero con educación. Y no hablo solo de educación escolar —que es irrenunciable—, sino de educación en la familia. Sembremos en nuestros niños valores, démosles amor, enseñémosles a respetar los derechos humanos fundamentales, démosle la importancia que tiene al respeto a la vida. Procuremos enseñar una cultura de sana recreación en la que el deporte y las artes puedan convertirse en dos caminos que alejen a nuestra infancia de la violencia.

Preparemos a los jóvenes para la vida real. Suena contradictorio, pero lo primero que debemos hacer es sembrar en ellos ideales. Si nuestros jóvenes poseen ambiciones altas, tendrán la fuerza y la visión para luchar contra los obstáculos que se les puedan presentar. Ya lo decía Nietzsche El que tiene un porqué para vivir, es capaz de soportar casi cualquier cómo. Pero, no hay que olvidar que como sociedad, tenemos la responsabilidad de ofrecer a las nuevas generaciones mejores oportunidades. Y eso significa esencialmente educar para la ilusión y el trabajo.

Parte de esa responsabilidad que tenemos como sociedad, es alentar y valorar que emerjan personas ejemplares, pero en especial las nuevas generaciones, que todos podamos seguir.

Mantengámonos vigilantes con quienes nos gobiernan. Entre más alto están, más personas pueden verlos, así que debemos exigir que quienes nos gobiernan sean personas probas, honestas. Pero, sobre todo, que respeten la vida, la libertad de pensamiento y la libertad de expresión; entre otros. Además, exijamos que cada uno cumpla de la mejor forma con la función para la que fue electo. Los ciudadanos tenemos una responsabilidad enorme en una democracia.

Construir una cultura de paz es más fácil y más efectiva cuando las medidas son preventivas y las acciones llevan a formar mejores ciudadanos que busquen un mejor país.

Eduquemos en valores. Muchos guatemaltecos coincidimos en que la crisis por la que atravieza nuestro país se debe, sobre todo, a una crisis de valores.