La tragedia ocurrida en Chiapas provoca sentimientos muy fuertes: tristeza, indignación, cólera y frustración, pero también deja al desnudo el fracaso del Estado de Guatemala.
Gonzalo Marroquín Godoy
¿Por qué se fue de del país Eduardo Quino Morales (19 años)? Porque no ve un futuro para él, pues ni siquiera ha recibido buena educación.
¿Por qué Aura Maribel Meletz (21) se marchó rumbo a Estados Unidos? Porque tiene temores, no encuentra trabajo y además es discriminada.
¿Por qué lo hizo Gerónimo Chicof (30)? Por razones muy parecidas y porque se da cuenta que las cosas no mejoran en Guatemala.
¿Por qué la joven Vanesa Ambrosio (15) decide correr los riesgos para buscar su propio sueño americano? Porque ha visto que sus papás, tíos y personas mayores no pasan de zope a gavilán aquí. No tienen posibilidades para mejorar y sueña con lograr una buena educación allá, en donde espera superarse y tener una familia con mejor futuro.
Podría seguir utilizando nombres de la lista de 40 guatemaltecos sobrevivientes de esa tragedia ocurrida en Chiapas el pasado jueves. Son nombres verdaderos, no los he entrevistado, pero con tantos y tantos testimonios que he escuchado de connacionales que dejan esta bella –pero sufrida– Guatemala, se que sus respuestas serían más o menos las mencionadas arriba.
Me impresiona que la lista muestra que todos los migrantes son jóvenes, entre 15 y 38 años –hombres y mujeres–, lo que quiere decir que esa visión de que no hay futuro para ellos en su propia tierra se hace cada vez más fuerte. ¡¡¡¿¿¿Por qué???!!!
La respuesta no es difícil. Eso sí, no la encontramos en ningún discurso ni declaración del presidente Alejandro Giammattei en su reciente viaje a Washington para lucir lo que él ve como la pujante democracia guatemalteca, ni la encontraremos en su visión de la Guatemala de hoy, porque dista mucho lo que él expone, de lo que todos estos jóvenes ven, sienten y necesitan.
Por el contrario, lo que se comprueba con hechos es que nuestra democracia, distorsionada por la clase política a lo largo del tiempo, no está resolviendo los graves problemas socioeconómicos y ha provocado un sentimiento de frustración creciente, que termina siendo un disparador para que tantos y tantos jóvenes prefieran arriesgar sus vidas caminando hacia el norte, en vez de quedarse aquí pasivos, sin esperanza, y con mayores peligros en el corto, mediano y largo plazo.
Esta tragedia debiera abrirnos los ojos a los guatemaltecos. ¡No podemos seguir ignorando la realidad! El sistema político imperante –hecho a la medida para que no haya cambios, la corrupción sea galopante y la impunidad lo proteja–, no dará las soluciones que la mayoría de los guatemaltecos demanda y necesita.
Yo insisto en decir que ese inmenso y dramático flujo migratorio es una muestra de que estamos ante un estado fallido, porque las instituciones no están al servicio del bien común, sino sirven para mantener el estatu quo que ha imperado en el país.
El Gobierno calificó de “exitosa” la visita de Giammattei a Washington. ¿Será que lo mismo pensarán Eduardo, Aura, Gerónimo o Vanesa?
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Ellos son sobrevivientes de una tragedia provocada –indirectamente– por ese estado fallido, que no logra siquiera darles una gota de esperanza. Ellos son sobrevivientes, pero saben que al volver a Guatemala se convierten de nuevo en ciudadanos ignorados, en personas con sueños que aquí difícilmente verán realizados.
Escuché hace algunos días a un alto funcionario diciendo que los migrantes no debieran ir en busca del sueño americano, sino que más bien debieran buscarlo aquí, trabajar aquí, ser emprendedores aquí y ayudar a salir adelante al país.
¡Qué de al pelo! Seguramente lo dice desde la comodidad de su cargo, despacho, residencia, vida y demás. Lo dice porque no sabe lo que sucede con esa masa de guatemaltecos insatisfecha, peleadora y valiente, que vive en carne propia la falta de interés del fallido sistema político. Se trata de personas que no encuentran otra solución para buscar su propio desarrollo.
Mejor sería que los esfuerzos oficiales se enfocaran en las cosas que verdaderamente necesita el país. Por ahora, veo que los esfuerzos del presidente, de su equipo cercano, de la alianza oficialista, se centran en demostrar que Biden se equivocó al no invitarlo a la famosa Cumbre por la Democracia, pero peor aún, se centran en mantener el control institucional –especialmente del sector justicia en pleno–, y fomentar la corrupción, en vez de corregir el rumbo y aceptar que, mientras no haya independencia de poderes, nuestra democracia será todo lo endeble que la Casa Blanca la ve y los guatemaltecos la sentimos.