El informe titulado por CICIG El financiamiento de la política en Guatemala, presentado por el comisionado Iván Velásquez hace una semana, ha venido a desnudar la forma en que el sistema de partidos políticos –en su mayoría– financia de manera ilícita las campañas electorales, para caer en un círculo vicioso de corrupción, en el cual, evidentemente, es imposible encontrar la vía de desarrollo para el país.
Hay que partir del hecho de que muy poco de lo que incluye ese informe es nuevo en el medio nacional. Se sabía, en términos generales, todo lo que se menciona, aunque en algunos casos se profundiza por primera vez con nombres y situaciones muy puntuales, algo que hace que cobre relevancia esta realidad nacional, que debe llamar a la reflexión y exigencia de cambio.
En Crónica, durante más de dos años, hemos manifestado cuáles son los principales problemas del país: la clase política corrupta y el sistema de partidos, que ya está colapsado y, por consiguiente, resulta ineficiente para la democracia. No ha sido sorpresa escuchar que el financiamiento de los partidos proviene del crimen organizado; las empresas o personas que hacen negocios con el Estado, y grupos interesados económicamente. En todos los casos que presenta el informe de CICIG se hace evidente que la tendencia termina en una misma dirección: la corrupción.
Este mal se ha venido desarrollando y, por tal motivo, se ha llegado al extremo que hoy estamos comprobando que, bajo un manto de impunidad impresionante, ha logrado permear casi todos los partidos políticos, asimismo las diferentes esferas de la sociedad, en donde se le había llegado a tolerar como algo normal.
Hoy, esa tolerancia parece agotada en una amplio segmento de la población, cansada de que a causa de la corrupción, los niveles de inseguridad, pobreza, falta de educación, salud e infraestructura, sigan siendo vergonzosos e impidan que el país pueda avanzar por la senda del desarrollo.
Estamos inmersos en una campaña electoral en la que escuchamos las promesas de siempre, en la que las actitudes de los candidatos, en su mayoría, siguen siendo las mismas. La clase política hace oídos sordos a todo lo que está sucediendo y al clamor ciudadano.
La CICIG descubre periódicamente escándalos de políticos corruptos, que no son más que ejemplos de una actitud que es generalizada. Cuando se habla de un diputado que tiene plazas fantasmas (Pedro Muadi), hay que entender que solo es la muestra, porque casi todos los parlamentarios hacen lo mismo. No es uno, sino varios, los candidatos a diputado o alcalde que la honradez no la conocen ni por el forro, como tampoco es nuevo que los fondos de las campañas provengan de lavado de dinero.
Todo eso sigue igual, no podemos negarlo, pero después de los escándalos de casos puntuales, luego del informe de CICIG, queda claro que nada sigue igual. La política nacional empieza a cambiar. Guatemala, sin que hayamos encontrado la solución al grave problema que representa el actual sistema de partidos políticos, comienza a cambiar.
Un espacio aparte hay que hacer a la mención que se hace en el informe sobre el efecto que tiene en la democracia el monopolio de la televisión abierta –los canales 3, 7, 11 y 13–. Es valioso para el país que se mencione con nombre y apellido a Ángel González, propietario de esas empresas de comunicación, porque los políticos habían dado en llamarlo, vergonzosamente, Ángel de la Democracia, cuando en realidad es uno de los distorsionadores y manipuladores de política más grandes que existe.
De nuevo, aplausos para la CICIG. Está contribuyendo, y mucho, para que los guatemaltecos podamos abrir los ojos y comprender el enorme desafío que tenemos por delante para cambiar el país. Lo que si debemos tener presente todos, es que se puede hablar de cambio, pero este llega no por palabras, sino por acciones.
Todo sigue igual, hasta que no veamos castigados por la justicia. Nada sigue igual, porque hoy hay más que un clamor y acciones institucionales contra la corrupción.