El gobierno del presidente Jimmy Morales podrá ser uno de los más observados por la ciudadanía, pero esto parece no preocuparlo. Según lo dicho en su discurso de toma de posesión, está consciente del despertar ciudadano e incentiva a que este no se pierda, sino endurezca la lucha contra la corrupción, la cual es una propuesta fuerte y contundente de su gobierno, complementado con la transparencia. En su discurso fue cauteloso al abordar los temas más sensibles para la población, no llegó al fondo de cada uno, pero sí dijo lo suficiente para hacer de conocimiento de la población que está enterado. Esto puede ser suficiente para algunos que piensan que Morales merece el beneficio de la duda para hacer su labor o al menos para tener una oportunidad de intentarlo, y para otros no es suficiente, ya que para enfrentar los problemas de la Nación se requiere desde ya de un conjunto de posicionamientos concretos y propuestas de solución de muy corto plazo que genere cambios sustanciales y visibles, que puede constar entre otros en un plan de acción debidamente respaldado por un presupuesto financiado.
El sistema de salud colapsado no saldrá adelante con la donación de medicamentos, se requiere de una serie de procesos de recuperación, saneamiento, revisión y reorganización del sistema, que indudablemente debe ir acompañada de capacidad técnica y voluntad política, y este problema solo es una muestra de los grandes desafíos que deberá enfrentar el nuevo gobierno.
Previo a la toma de posesión, los retos se enfocaban primariamente en la integración de un Gabinete de Gobierno capaz, luego en lograr alianzas eficientes con los diferentes grupos de poder, e incluso un reto siempre complicado, qué método utilizaría en el Congreso de la República para mantener una ventana o espacios de negociación. Ahora, ya juramentado como décimo presidente Constitucional, con un equipo de trabajo formado y con un legislativo liderado por el partido de oposición, el tablero se reajusta para el presidente Morales. Ahora debe exigirle y cuidar a su gabinete para que trabaje a marchas forzadas y brinde resultados efectivos y rápidos para no desgastar la imagen de su gobierno. Debe administrar las alianzas que logró, de tal forma que no generen retroceso en su gestión por atender intereses particulares; debe contar con la habilidad y la madurez política para dialogar con la Junta Directiva del Congreso e identificar cuáles serán las batallas que debe luchar y cuáles abandonar, pero sobre todo cuáles se tirará a ganar, sobre todo en aquellas en que tiene un respaldo ciudadano, como la Ley Electoral y de Partidos Políticos, las reformas a la Ley Orgánica del Legislativo y las reformas a las instituciones que integran al sector justicia, entre otras.
El presidente Jimmy Morales conserva la esperanza de contar con un buen porcentaje del beneficio de la duda de la población, pero esto no lo libera de la alta carga de responsabilidad que asume su gobierno. Como bien lo ha dicho él, está consiente de que los cambios estructurales requieren de más que un período de gobierno, pero esto no resta la responsabilidad para al menos hacer el trazo de la ruta para alcanzar estos grandes cambios. De esta ruta dependerá en mucho el apoyo de la ciudadanía, por lo que deberá cuidarse y saber manejarse, ya que si el señor presidente pierde la simpatía de aquellos que confiaron en su eslogan ni corrupto, ni ladrón o pierde su imagen de outsider de la vieja política, esto podrá verse en un escenario donde el descontento ciudadano decida retirarle su apoyo y dar paso a un nuevo capítulo de manifestaciones en la Plaza de la Constitución.