¿Nos volverán un país tapón de los Estados Unidos?

Gonzalo Marroquín Godoy

Los peligros que encierra el viaje de Jimmy Morales a Washington en medio de agresivas redadas contra migrantes ilegales –entre ellos, cientos de miles de guatemaltecos–.

A Donald Trump no le gusta que le lleven la contra.  Por eso, muchos de sus más cercanos secretarios y asesores han dejado sus cargos en la administración.  Su estilo es inflexible y confrontativo.  A veces le suena la flauta y otras no.  Por eso, sus aliados británicos han calificado su administración como “inepta” y “disfuncional”, pero nadie puede negar que es el hombre más poderoso del planeta.

El tema de los migrantes ha sido uno de sus caballos de batalla.  Sin duda, ha logrado exacerbar la xenofobia –rechazo a los extranjeros– en amplios sectores de estadounidenses conservadores, al extremo que no ha dejado de hablar, insultar e impulsar sus políticas antiinmigrantes ilegales, enfocado principalmente en los centroamericanos, entre ellos –¡por supuesto! los guatemaltecos.

Hace algún tiempo, el profesor de la Universidad de Northwestern, Dan P. McAdams, hizo un estudio de psicología de la personalidad de Mr. Trump.  Entre sus conclusiones –todas muy interesantes–, destaca que tiene un bajo nivel de afabilidad y una tendencia a la ira y que sus explosiones de furia son auténticas y por eso debe ser tomado siempre muy en serio con sus amenazas.

Hay muchos rasgos más de su personalidad en el estudio del profesor universitario, pero todos apuntan a mostrar a una persona autoritaria, intolerante y de reacciones imprevisibles.  A eso hay que sumar el poder del cargo para comprender al hombre que el próximo lunes se entrevistará con el presidente guatemalteco, Jimmy Morales.

Trump no tiene ninguna consideración.  Ayer viernes confirmó que a partir de este fin de semana se llevarán a cabo redadas para perseguir indocumentados.  Será toda una casería de migrantes, particularmente centroamericanos.

Un amigo guatemalteco que vive en Estados Unidos –en donde tiene negocios–, me contó recientemente que se siente hostigado, porque las autoridades continuamente le piden documentación.  Él tiene la famosa green card y toda su papelería en regla, pero hasta sus negocios se han visto a la baja, porque dudan de su estatus migratorio.

Si eso le pasa a alguien con todos los papeles y que tiene muchos años allá, imagínense lo que deben estar viviendo los cientos de miles de connacionales ante las amenazas constantes de Mr. Trump.

Jimmy Morales y la cancillería han sido dóciles ante las políticas de Mr. Trump.  Se nos pidió que se aprobará una ley penalizando el trabajo de los coyotes, y se aprobó sin bulla en tres lecturas y a la rapidez máxima del Congreso.  Muchos quisiéramos que con esa celeridad se hubiera aprobado el famoso préstamo de US100 millones para combatir la desnutrición crónica infantil. 

La mayoría recordamos al presidente Morales rasgándose las vestiduras en defensa de la soberanía. Cuando le convenía a él y a sus seguidores en el tema, la presencia de la CICIG en el país era un acto de intervención extranjera­, por más que es un organismo que en su tiempo fue solicitado por Guatemala. 

Ahora, Trump nos quieren convertir en un tercer país seguro, es decir, que Guatemala sea el tapón en donde se detenga por mucho tiempo a todos los inmigrantes que soliciten asilo para ingresar a Estados Unidos.

Para explicarlo de manera sencilla, el tercer país seguro, es aquel –Trump pretende que sea Guatemala– al que Estados Unidos enviaría a las personas que llegan a su territorio para solicitar asilo o, en su caso, desde donde podrían solicitar el asilo los centroamericanos o de otras nacionalidades que caminan rumbo al norte con ese fin, al estilo de las famosas caravanas de migrantes.

Además de colocarnos en calidad de tapón, como tercer país seguro, Guatemala debe tener la capacidad de asegurar vivienda digna, servicios médicos, empleo, educación y las condiciones para promover el derecho a la reunificación familiar de los migrantes.  Todo eso implica una obligación gigantesca, sobre todo, para un país que tiene tanta pobreza y necesidades como el nuestro.

Como fácilmente puede verse, es un tema más que complejo que, hasta el día de hoy, el gobierno guatemalteco ni siquiera parece entender, mucho menos tener claridad en cuanto el alcance de lo que podría suceder.

El problema que tenemos a las puertas es grande.  Por un lado un presidente con poca –o ninguna experiencia– en política exterior y una personalidad de súper ratón.  Jimmy Morales nunca ha tenido negociaciones de esta dimensión en una cara-cara con un colega tan poderoso.  Ojalá la soberbia de Trump no le lleve a imponerle a nuestro gobernante su deseo, porque seguramente nos vendrá con otra descabellada decisión, al igual que sucedió recientemente con los aviones argentinos.

De los truenos de Trump solo Dios puede librar a Jimmy Morales.  Los guatemaltecos indocumentados en EEUU poco pueden esperar de su presidente, ajeno al valor real de la soberanía y del valor que ellos tienen para el país.