La coyuntura política guatemalteca mantiene su ritmo. A un mes de la toma de posesión del presidente Morales, se ha dado una serie de sucesos que mantiene la atención de los guatemaltecos, ante la esperanza de encontrar en este nuevo político una dirección distinta y enfocada a alejarse de lo que sus antecesores han hecho. Pareciera que no es tan difícil alejarse de algo tan sucio y espurio como lo fue el gobierno de Otto Pérez Molina, pero para el presidente tampoco ha sido muy fácil, tomando como referencia su inexactitud por ocupar una agenda de gobierno enfocada en la transparencia. Al contrario, ha ganado críticas por su mala relación con los medios de comunicación y la apertura a los mismos, y como si fuera poco, a pesar de ser el único de los cinco entes que designan representantes para la Corte de Constitucionalidad, no ha optado por llevar a cabo un proceso de selección abierto, digno de todo lo que promulgó en su campaña.
Por otro lado, ha querido desligarse de cómo su partido político ha aceptado a los diputados tránsfugas en el Organismo Legislativo, algo tan evidente para la población, como que un presidente que fue electo por un partido político, hoy busca su distancia porque ya ocupa un cargo más importante para todos los guatemaltecos.
Pareciera que busca tapar el sol con un dedo, cuando muchos lo que buscamos es que se fortalezcan las organizaciones políticas, para tener posibilidades de ser representados por personas con ideales políticos, y no por la búsqueda del poder, sin importar los medios; además de esto, una indiscutible burla a la ciudadanía, dejando el hecho como un suceso al margen de su gobierno.
Ante estos desaciertos, la ciudadanía continúa alerta y así debe continuar. Al presidente Morales le tocó asumir en un momento complicado, con problemas de arrastre del país por la falta de una administración pública eficaz; debe estar consciente de los grandes retrasos que no pueden ser resueltos a corto plazo, sino por el contrario, en muchos de los casos se requieren políticas públicas que pongan en marcha una serie de acciones de gobierno para dar respuestas a las diversas demandas de la sociedad guatemalteca.
Estas políticas han de estar enfocadas a entender cómo dar un uso estratégico a los recursos, para aliviar las contrariedades de los guatemaltecos, pues no hay excusas para dejar de dar pasos firmes en su administración.
Aún hay ausencia de programas en muchas áreas prioritarias y los supuestos planes responden de forma reactiva a los problemas, como lo ha aceptado su director de Comunicación, y no de forma preventiva.
Esta realidad ha evidenciado que el gobierno necesita tomar cartas en el asunto para ganarse la imagen que tanto promulgó a la ciudadanía, que con su voto favoreció esa propuesta y hoy aún tiene la esperanza de poderla recuperar; no por el bien personal, sino por el bien colectivo.
Para esto debe empezar por cuidar los aspectos que le han sido criticados y reforzarlos, además de hacer propuestas claras y concretas para cada tema, aparte de asumir el papel tan importante que tiene en la designación de representante a la Corte de Constitucionalidad, con la imparcialidad, transparencia y objetividad que esta decisión merece.
Los guatemaltecos no debemos bajar las expectativas por el actuar de nuestros gobernantes; al contrario, mientras más les exijamos, estos deben asumir con mayor responsabilidad sus cargos y tener planos medibles con resultados tangibles.