Danilo Arbilla
El panorama noticioso en América del Sur es cada día más rico, variado e inesperado.
El Mercosur está paralizado. No es que sea una gran noticia económicamente hablando, ni que ello afecte la fluidez del comercio internacional. La novedad está en el por qué. La cuestión es que no hay acuerdo para que se traspase a Venezuela la presidencia protempore de la Organización, hoy en manos de Uruguay. La razón: en Venezuela no hay democracia. Uruguay, único defensor del traspaso, sostiene que sí que hay una democracia autoritaria. Paraguay dice que no, y que no cumple con la clausula democrática. Brasil, sin ser tan tajante, acompaña a Paraguay, y Argentina se mantiene en una posición intermedia, aunque su presidente, Mauricio Macri, es muy crítico del régimen de Maduro y denuncia la falta de libertades en Venezuela.
En Argentina los montones de dinero —millones y millones de dólares— que aparecen semana a semana en sótanos, maletas, bolsones, cofres fort y en monasterios, con monjitas incluidas, sorprende aún a los más fantasiosos. Tanto que una buena cantidad de defensores y seguidores de Néstor y Cristina Kirchner —aquel fallecido y ésta con varios juicios en marcha— se apresuran a poner distancia.
En cuanto a impacto noticioso —no en cantidad de millones en juego— lo de Argentina deja pequeño el caso de Brasil. En el gigante las investigaciones por corrupción siguen, pero en un clima que cada vez se muestra más nervioso y no porque los ladrones vayan presos, sino por lo que pueda ocurrir durante las Olimpiadas que se inauguran la semana próxima y por la incertidumbre que genera el juicio político —impeachment— a la suspendida presidenta Dilma Rousseff, que habrá de resolverse inmediatamente después de finalizadas las competencias deportivas mundiales.
En Venezuela las malas noticias se tropiezan. Muy malas para los sufridos venezolanos: 700 % de inflación ( como piso), desabastecimiento, caída continua de las reservas de oro ( lo que va quedando), el más alto índice de crímenes del mundo (inseguridad total), los mayores niveles de pobreza de la región, uno de los países mas corrupto del mundo (según Transparencia y según la OEA), censura de prensa, desconocimiento del derecho de reunión, Poder Judicial y Tribunal electoral sometidos al Ejecutivo. Malas también porque desnudan hipocresías de un mundo que no asume, da vuelta la cara y habla de diálogos imposibles con un grupo encaramado en el poder y que resistirá hasta el final impulsado por el miedo a rendir cuentas y sabedor de que cuando les llegue la hora, lo de ellos pueda transformar en peccata minuta lo de Argentina y Brasil.
Mientras tanto en Ecuador, Rafael Correa, guarecido en las sombras de tantas impactantes noticias que afectan a sus buenos amigos y correligionarios de la región, aplica en su país la más feroz censura de prensa y un totalitario manejo la información. En Ecuador todas las noticias son buenas: son las que dicta Correa y sus amanuenses. El que se atreve un poco es multado, obligado a publicar una, dos, tres y las veces que sean necesarias la versión oficial y tienen que pedir disculpas si el gobierno así lo decide. Los programas de TV un poco díscolos son tapados por las cadenas gubernamentales. Nada escapa al ojo censor. Hasta las redes, que uno pensaba que era un último refugio para la protesta y para contar lo que verdaderamente ocurre, son controladas. Según informes de Fundamedios, 16 cuentas de Twitter pertenecientes a periodistas, analistas y activistas contrarios y críticos del Gobierno fueron suspendidas y bloqueadas. La red social se ajusta a las normas y reglamentaciones del país. En el caso de Ecuador a las que dicta el Gobierno, esto es: a las ordenes de Correa. Qué desilusión, tampoco las redes. Ni soñar entonces con saber cuántas cuentas maneja el Gobierno de Correa, o de Maduro o las que manejaba Cristina Kirchner. Todo bajo control, en lo interno, y en lo externo unos cuantos comunicadores a la orden y un ejército de embajadores dispuestos a contarnos los hechos y las cifras del país. Los hechos y las cifras según Correa, por supuesto.
Será por eso que tantos gobiernos se hacen los distraídos. Y eso que a Ecuador podría aplicársele con total pertinencia, con tanta o más que a la propia Venezuela, la Carta Democrática Interamericana.
Y mientras tanto Correa amenaza con presentarse a una nueva reelección. Hombre previsor, y sobre todo observador de lo que pasa por los alrededores. Seguro que lo conseguirá; si es que los tiempos no cambian.
Pero, los tiempos están cambiando, como se ve. Y eso Correa debería tenerlo en cuenta, como también que cuando uno pretende engañar a la gente, termina engañándose a sí mismo.
El panorama noticioso en América del Sur es cada día más rico, variado e inesperado.