Se caracterizan por su falta de transparencia y su uso para plataformas electorales, pero al final de cuentas no contribuyen al desarrollo para el país; se trata de los viciados programas sociales, que iniciaron durante la administración de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), y que por casi ocho años no han demostrado avances significativos.
Álvaro Alay
Los índices de desnutrición, pobreza, pobreza extrema, falta de trabajo han convertido a Guatemala en uno de los países con mayor desigualdad social, es por ello que los programas sociales son importantes, pero si son integrales, lo cual no se ha podido desarrollar.
Para que lo sean se ha mencionado que no deben enfocarse únicamente en dar una ayuda a la población, sino que también deben procurar una inclusión laboral; es decir, una capacitación y posteriormente una incorporación a determinado empleo, para que las personas no sean dependientes.
Llevar a cabo este trabajo requiere de recursos, lo cual no se ha reflejado en los casi ocho años que llevan de existir en Guatemala. El 21 de enero de 2008, en Consejo de Ministros se aprobó el Acuerdo Gubernativo 79-2008, el cual le dio vida a la Comisión Interinstitucional de Cohesión Social, la cual dependería de la Presidencia y sería quien coordinara todos los programas sociales.
Sin embargo, esta comisión no contaba con un presupuesto propio, por lo que todo se manejaba con transferencias de diversas carteras, lo cual resultaba complicado a la hora de rastrear los recursos, así como la ejecución. Todo esto evidenció la falta de transparencia.
En este sentido, en el Gobierno de Otto Pérez Molina se aprobó el Ministerio de Desarrollo Social, aval que dio el Congreso de la República el 24 de enero del 2012, por medio del Decreto 1-2012, en el cual se estableció un techo presupuestario de Q1 mil 800 millones.
No obstante, la reducción del presupuesto de esta cartera fue notoria, debido a que en el 2013 y 2014 tuvo una asignación de Q1 mil 440 millones, la cual disminuyó para el 2015 a Q1 mil 211 millones, y finalmente, este año alcanza Q 1 mil 025 millones 484 mil 134.
Estos presupuestos han estado previstos para brindar programas sociales que van desde la entrega de una bolsa de alimentos, comedores sociales, un bono trimestral, diversas becas, así como un programa denominado Jóvenes Protagonistas.
Todos estos proyectos fueron pensados para disminuir la pobreza, pobreza extrema, y con el fin de tener un país más equitativo, debido a que estas medidas han sido adoptadas en otros países, entre ellos Brasil, Argentina e incluso México, siendo el más exitoso Brasil.
Sin embargo, el panorama ha sido distinto en Guatemala ya que la situación de los pobres en vez de mejorar, empeoró.
En ese sentido la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2014 (Encovi), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, da cuenta de que entre el 2006 y 2014 la pobreza total pasó del 51.2 por ciento al 59.3 por ciento y que la pobreza extrema se incrementó del 15.3 por ciento al 23.4 por ciento.
Lo anterior demuestra que los programas sociales no han contribuido en disminuir la desigualdad social, como lo mencionan los políticos cuando lanzan sus plataformas electorales.
Una medida a medias
Sin lugar a dudas los programas sociales son de urgencia para el país; pero su mala implementación ha llevado a que este gran beneficio para la población se preste a corrupción e incluso a que sean programas netamente clientelares y asistencialistas.
Mariano González, analista del Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos (Ipnusac), explica que son una herramienta efectiva si se aplican bien, si están bien planificados y son llevados a cabo con la investigación, diagnóstico y la planificación adecuada. Si están técnicamente bien diseñados pueden ser de ayuda para los grupos que la necesiten un cierto tiempo, pero si se tienen que dar condiciones técnicas para que funcionen efectivamente.
Esto es respaldado por la diputada Nineth Montenegro de la bancada Encuentro por Guatemala (EG), al indicar que los programas sociales son un paliativo a la extrema pobreza, y una forma asistencialista de mitigar la crisis que viven las personas en situaciones miserables; sin embargo, aclara que al no tener regulaciones y controles se han descompuesto en simples métodos clientelares que abusan de la dignidad del pobre y utilizan los recursos del Estado para que vayan a los mítines y se afilien al partido de turno e incluso labores de campaña.
Para la analista del Instituto por la Democracia de la Coordinación de ONG y Cooperativas de Guatemala (ID Congcoop), Mirian Suyuc, los programas sociales que se han implementado han estado desvinculados de la política económica del país.
Por lo cual explica que es el resultado de estadísticas altas de pobreza y pobreza extrema elevada, sumado a una canasta básica de la cual no es posible su consumo total con los salarios mínimos que se tienen aprobados. El problema de la seguridad alimentaria se debe a que no se logra cubrir la salud.
Cambios urgentes
El descontrol que se tiene en los programas sociales es de grandes magnitudes, debido a que se ha mencionado que estos programas no los reciben las personas que viven en condiciones precarias, sino personas afines al partido, al alcalde, al gobernador, etc. Es por ello que se deben de tener cambios urgentes para mejorar la transparencia y que exista eficacia en los mismos.
En este Gobierno están tratando de retomar medidas para transparentar el gasto de los programas sociales, como dar tarjetas de control, considero que están tratando de hacer algo, pero no ha habido oportunidad real para evaluar como lo van a manejar, porque se ha disminuido el presupuesto desde la UNE al PP y con este gobierno no hay claridad a dónde van a caminar los programas sociales y con qué otros lo van a complementar, dice Marvin Flores de Acción Ciudadana.
Agrega que por sí solos los programas sociales no son suficientes, tomando en cuenta que se ha evidenciado que los beneficios llegan a personas que no los necesitan, sumado a ello, la ejecución de programas para que tenga un buen control, supervisar el impacto, dotarlos de recursos suficientes y luego vincularlos con otros programas, como empleo productivo, estudios técnicos y microcréditos.
Mariano González considera que el peligro es que se lleve con poca transparencia, por lo que subraya que si hay una planificación técnica adecuada y una institucionalidad honesta, puede ayudar, pero si no se tiene esta planificación y una institucionalidad, es muy difícil que den resultados adecuados. La transparencia es importante para el logro de resultados efectivos.
Los expertos comentan que los programas sociales son de urgencia en un país tan desigual como Guatemala; sin embargo, estos deben tener mejores controles para llegar a las personas necesitadas y del mismo modo eliminar la corrupción y malos manejos de los recursos públicos. De lo contrario, el resultado seguirá siendo un botín político para los corruptos que lucran con el hambre; los programas per se no son malos, sino la forma en la que son administrados.
Debido a su mala implementación, los programas sociales no han ayudado a reducir la pobreza; por el contrario, han sido foco de corrupción y de clientelismo político.