TRAS EL MODELO DE JOSÉ ORTEGA Y GASSET, Y OTROS, EN EL PERIODISMO DE GUATEMALA
Mario Alberto Carrera.
En el inmenso mundo de los medios de comunicación de nuestros días ¡tan frívolo, fugaz y efímero!, el periodismo fundamental –el que marcaba a los lectores, porque se erigía en verdadero sendero digno de seguir y perseguir- se diluye lentamente, sin pena ni gloria.
Yo pertenezco a la generación de periodistas guatemaltecos que conocimos y perseguimos a los desbordantes paradigmas de la comunicación que todavía ¡afortunadamente!, no era de masas. Me refiero a cimeras figuras como las de Clemente Marroquín Rojas o de David Vela Salvatierra, hoy sin relieve o ignoradas por la mayoría de quienes hacen periodismo de supuesta opinión u opinionera. Ignorancia que los conduce a plantear y a ofrecer a sus lectores columnas sin tuétano ¿ideológico?, ¿político?, ¿filosófico?
Los pocos medios de comunicación social impresos en papel –en Guatemala- publican y publican columnas y más columnas de personas, personajes y personitas que dan a sus lectores (creo que más bien al buen tuntún) verdaderos océanos de variopintas opiniones que, la mayoría de las veces, no son sino cajas de resonancia del Ejército, el CACIF, las iglesias católicas y protestantes que, a su vez, tienen asimismo el papel de cajas resonadoras, en unas seis u ocho universidades donde se imparten las opiniones que, como digo, arrancan o vuelven a resonar en docenas de columnas y columnistas últimamente llamados de opinión. Y bautizados, necia y aleladamente, tanques de pensamiento, en una cruda traducción del inglés.
Puestos a reflexionar, creo que el mejor periodismo de lo que ahora –repito- se llama caprichosamente de opinión fue llevado a la práctica no en nuestro siglo ¡ni siquiera durante el anterior!, sino en el XIX por Mariano José de Larra. Romántico por su creación artística, pero ultra realista por su paso en el periodismo. Un modelo de periodista “de opinión”, con una idea muy clara de lo que era hacer presencia en los medios de comunicación social. Fue Larra un incorruptible e implacable periodista que pinto el gran mural de la decadente sociedad española de su tiempo. No toleró los vicios de los políticos del día ni de las costumbres moralmente bipolares de sus contemporáneos. Con un estilo claro y sin rodeos, como el que más tarde cultivara otro gran modelo del periodismo que yo pondero al máximo y persigo: el de José Ortega y Gasset, que entronizó en las columnas del El Imparcial madrileño, no una filosofía ¡sino a la Filosofía misma!, sin que sus lectores dejaran de seguirlo por pesado o indigerible. Fue Ortega quien predicó que la cortesía del filósofo debe ser la claridad. Ortega fue fundador de un periodismo moderno realmente de reflexión y reflexivo que conducía al lector a una realización auténticamente humana y sustancialmente humanista.
Guatemala se encuentra hundida en sus harapos. Sumergida en la ignorancia de quienes se auto imaginan y auto conciben ¡paranoicos, ellos!, en cultores, instructores, maestros y guías desde las páginas y columnas de opinión. Pobre país de altaneros todólogos. La todología invade las páginas periodísticas nacionales alimentada por la más alucinante de las pesadillas: la convicción des fundamentada, que permite la erección de una panda de serviles. Lacayos de los grandes poderes del Estado, incluso enquistados, asimismo, en democráticas oenegés .
Esta Guatemala ignora -prepotente en su barbarie y tosquedad y hasta puede que haga mofa, desde su altanería digital y electrónica- los nombres paradigmáticos de Mariano José de Larra, José Ortega y Gasset o, localmente, de Clemente Marroquín Rojas o David Vela, con quienes trabajé, especialmente con David, muy de la mano y por mucho tiempo.
¿Pretendo yo tal vez, lunático como el Presidente, que una especie de cátedra de Filosofía se instale en cada columna periodística del país? ¡No!, eso sería pedirle peras al olmo y desconocer cuál es el oficio y el ministerio de un periodismo verdaderamente fundamental y muy lejos del fundamentalismo.
La queja es cotidiana y procede generalmente de los estamentos que parecen ser los más conservadores del país: la crisis o caos nacional se debe a la carencia de valores, a que ya no hay valores, a que hemos perdido nuestros valores.
El mundo de los valores es el mundo de la Ética y de la moral. El mundo que intenta aclarar el neblinoso y difuso espacio del bien y del mal. ¿Saben nuestros columnistas caminar por tales escenarios? No muy bien que digamos, porque pocos de ellos conocen –por ejemplo y como he descrito en volandas arriba- la manera de hacer periodismo de valores, tal y como lo facturó José Ortega y Gasset quien, dicho sea de paso, logró elevar al pueblo hasta la cátedra y la tribuna; y no hacer descender la cátedra y la tribuna a las simas de la llamada ignorancia popular .
Leo con pena las columnas de opinión de Guatemala. Y sobre todo ahora con la amenaza inclaudicable, fría y devoradora -del periodismo absolutamente digital- que las convierte en más irresponsable y frívolas; y que petulantes y superfluas observan el espacio de las formas gramaticales, ortográficas y sintácticas, con desdén.
¿Soy yo, lector, un señor antiguo o carroza que me niego a ir al paso de los nuevos tiempos desde una intolerante posición de torre de marfil? Tal vez. Pero, dos mil quinientos años después, los modelos eternos aún no han claudicado ni han sido vencidos. Aristóteles todavía sigue enseñando Política a los políticos. Los verdaderos juristas aún beben del Derecho Romano y de Cicerón. Los grandes periodistas -de los grandes medios de comunicación social impresos de España-aún consideran modelos por seguir a Ortega y a Larra.
¿Soy yo lector, un señor antiguo o ruco que me niego a traspasar los umbrales del periodismo digital? Acaso. Pero estoy convencido –porque así es- que sólo los gigantescos paradigmas de las colosales figuras del mundo de los valores y del periodismo -que ya he mencionado- podrían rescatar a Guatemala del pérfido y hediondo caos en que nos hundimos ya casi sin rescate.
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