MARIO ALBERTO CARRERA: Cada vez se escribe con menos calñidad en los medios de comunicación de Guatemala

Primera parte.

Mario Alberto Carrera

(De la Academia Guatemalteca de la Lengua)

El periodismo escrito –y trabajado en otro tiempo  con maestría y sólido oficio y signado por plumas que, en muchos casos, poseían digno y laborioso nivel literario o filológico- está siendo arrastrado por la turbamulta de los nuevos gustos (mal gusto) perfilados y exigidos por masas lectoras (o radioescuchas o televidentes) que no tienen tiempo (is money). Y en sus ejecutivos afanes, ya no les gusta leer ni saben realmente hacerlo. Son analfabetos disfuncionales, de los que está plagada la pobre Guatemala en los diversos estratos de la clase media y de la sabihonda clase alta. Prefieren el cine de acción y de góticas peli sangrientas; y la telebasura que constituye la mayoría de la programación nacional o de cable, que apesta a defecaciones mexicanas, gringas o suramericanas. La lengua española en Guatemala está confinada a olvidadas mazmorras donde no moleste con sus “exigencias”.

Por otra parte -y para matizar más lo que trato de expresar, el periodismo escrito, además, sobrevive penosamente y, por lo mismo, improvisado e inculto y sin instrucción notoria, de cara al “periodismo” y la información enana, servidas por la televisión y la radio. Cada vez parece ser, en Guatemala, menos “necesario” e “importante”, saber escribir –haciendo correcto uso de la lengua- para trabajar en un medio de comunicación.

¿Por qué?

En radio y televisión (y no se diga en las redes “suciales”, que sería tema aparte) la noticia o la información se escribe (y en otras ocasiones se lanza “en directo” o “en vivo” con fecales consecuencias) y, al efectuarlo, el reportero, el redactor e incluso el editorialista -y no digamos lamentablemente el columnista- no se preocupan de que su texto sea congruente entre signo y significante (para poder decir semánticamente lo que se quiere decir) de que la sintaxis esté estructurada de acuerdo con las reglas del idioma (para no caer en dislocaciones oscuras) y de que, morfológicamente, los elementos fundamentales: verbo, sustantivo o adjetivo

-sean tales- para completa seguridad en su empleo. La exigencia del buen uso de la lengua española se deriva no de actitudes despóticas, sino porque sólo así podemos garantizar que la comunicación se produzca. De que nos comuniquemos.

Este fenómeno social guatemalteco –más bien maloliente epidemia- de “incomunicación en los medios de comunicación” -emitido para un receptor que también es muy ignorante y por ello complaciente- se hace cada día más evidente ¡ sobre todo!, en radio y televisión; y se está contagiando desde hace unos veinte año¡con mayor velocidad!, al periodismo escrito en general y, con mucho descaro e ignorancia, al de hacedores espontáneos de columnas de vario pinto granel. Periodismo que pronto se suicidará, como lo anuncié en una ponencia que presenté en Madrid en 1985 (hace 32 años) en la Primera Reunión de Academias de la Lengua, sobre El Lenguaje y los Medios de Comunicación, presidida por la Real Academia Española. Muerte y entierro anunciado que hoy se consuma con absoluta ordinariez municipal, empujados por la avalancha de masas ignaras que imbécilmente invaden nuevos medios aún “más masivos” (valga el pleonasmo) que desde las redes “suciales” opinan a troche y moche y a martillazos vulgares sobre los que les viene en gana o saltan audaces a la palestra del día: desde política y filosofía del Derecho, pasando por otras partes, como: psicología, educación o pedagogía o, paradójicamente sobre Ciencias de la Comunicación. ¡De todo! Que para eso se es todólogo en Facebook y sus terribles murales estultos -o muros- que hasta para comunicación entre putas y putos puede que esté a la disposición. Con todo esto, la lengua se empobrece -se llena de yerros y además se “populiza”- sin volverse popular, socialista o democrática. Las masas que se creen sabelotodo acabarán con el avance de la cultura de altura (ya lo han hecho en algunos sectores) es decir, con la cultura que eleva al hombre por encima del simio –de donde venimos- para desvelar al superhombre, como quería Nietzsche: que el hombre sea puente hacia el superhombre y no regresión –como sigo prenunciando- a la prehistoria cavernícola de los Lucas y los Ríos Montt. Todo esto lo planteo y lo observo no desde de la (para algunos) petulante postura de escritor, catedrático universitario (de los de antes) o de filólogo, sino como periodista que soy, en el ejercicio de la profesión desde hace 50 años, miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala desde hace 40 0 45. Y formado a la sombra luminosa de Clemente Marroquín Rojas, en La Hora, y por David Vela y César Brañas en El Imparcial.

Desde allí, desde esa talaya construida en la praxis, veo que la redacción (¡porque no hablo de literatura!) del periodismo guatemalteco -en todos sus géneros y medios- viste andrajosa y maloliente; descuidada y tendente y lanzada a la perdición.

Todo ello -en nuestra pobre, paralizada, impasible e inmutable Guatemala- ante la más absoluta indiferencia del ministro de “Educación”, del ministro de “Cultura”, del ministro de “Desarrollo Social” y del lastimoso clown presidencial, “el de agringado nombre”. Pero más grave aún es la indiferencia, asimismo, de quienes nadan ricamente en y sobre la tormenta del hundimiento del idioma y por lo tanto de la comunicación y los medios: los directores o presidentes de los mismos, sean escritos, orales o visuales. Estos dos últimos, en la neta agonía de la calidad.

¿Adónde vas Guatemala? Adónde te llevan los corruptos y corruptores del dinero y de la lengua. ¿Hacia una regresión sin retorno, donde el libro será solo dorado polvo de un pasado volátil como el sueño?

marioalbertocarrera@gmail.com