Luis F. Linares López
“Hagamos de Guatemala un país exportador” es el lema acuñado por Agexport y adoptado por el presidente electo. Si hacemos un repaso por la historia económica de Guatemala concluimos rápidamente que desde siempre somos un país exportador y que el Estado guatemalteco, incluyendo el dominio español establecido a partir de la conquista, ha tenido como función primordial respaldar y dar viabilidad a los intereses de los grupos dominantes beneficiarios de ese modelo exportador.
Es preciso aclarar acá que en modo alguno somos contrarios a la implementación de políticas orientadas a favorecer las exportaciones. Ninguna economía es autosuficiente y para comprar hay que tener algo que vender. Además, sociedades exitosas en lo económico y social como la alemana, tienen una fuerte inclinación a las exportaciones, pero no un sesgo excesivo y excluyente como el que caracteriza a las economías centroamericanas, evidenciado por autores como Víctor Bulmer-Thomas – uno de los más destacados especialistas en historia económica de América Latina- en su obra “La economía política de Centroamérica desde 1920”, justamente incluida en la Biblioteca Básica de la Historia de Guatemala. Bulmer-Thomas afirma que la desigual distribución del ingreso en Guatemala es producto, fundamentalmente, de un salario real bajo, que aseguraba la disponibilidad de mano de obra barata para la agricultura de exportación. Para ser consecuentes con la historia, ese salario bajo se pretende ahora ampliar a toda la fuerza laboral, mediante instrumentos como el trabajo a tiempo parcial, los salarios mínimos diferenciados y el estancamiento – y mejor si se reduce – del salario mínimo.
Pero volviendo al anhelo por hacer de Guatemala un país exportador, es evidente que los impulsores no ignoran la historia. Me parece que buscan ocultarla porque, al menos desde el punto de vista de las relaciones laborales, es una historia de infamia. De explotación y abusos que alcanzaron niveles intolerables.
En un repaso a vuelo de pájaro podemos señalar que, cuando ni bien se había secado la tinta del acta fundacional de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de los Caballeros de Goathemala, comenzó a operar el modelo exportador. El primer “producto” fueron hombres. El tráfico de esclavos, que afectó principalmente a Honduras y Nicaragua y en menor medida a Guatemala, con destino a las Antillas, Panamá y Perú. Tuvo tal intensidad, que contribuyó a la virtual extinción de la población indígena hondureña y nicaragüense.
Suprimida o al menos fuertemente reducida la esclavitud, gracias a la tenacidad de personajes como fray Bartolomé de las Casas y de Alonso López de Cerrato, la segunda fase en nuestra historia exportadora fue la del cacao, producido a lo largo de la costa del Pacífico, desde Soconusco hasta los Izalcos en El Salvador, pasando por Zapotitlán, en Suchitepéquez, y Guazacapán. en Santa Rosa. El agotamiento de las reservas de mano de obra – que no se debió al buen trato – fue la causa principal del final del ciclo cacaotero, que duró unos 40 años, entre 1560 y 1600.
Luego de algunos intentos fallidos para llenar el vacío, el añil se establece a lo largo de casi dos siglos como nuestro principal producto de exportación, hasta que cae su demanda en la segunda mitad del siglo XIX. Pasa entonces la grana pasa a ser nuestra joya exportadora por alrededor de 40 años, pues en 1860 el primer lugar es ocupado por el café. El informe de la primera misión del Banco Mundial para Guatemala (Informe Britnell de 1951), señala que los elevados excedentes de los cafetaleros se debían al bajo nivel de salarios y la prestación gratuita de trabajo.
Desde la reforma agraria al revés, que despojó de sus tierras a las comunidades indígenas, hasta un régimen de trabajo forzoso, pasando por las concesiones ferrocarrileras (ahora llamadas eufemísticamente alianzas público-privadas), para mencionar unos cuantos hitos, en los 75 años transcurridos entre el inicio de los regímenes liberales y la Revolución de Octubre, Guatemala vivió para el café.
Y volvemos a donde comenzamos. Ya no se exportan hombres marcados con hierro candente. Ahora, empujados por la necesidad y sufriendo mil y una penalidades, van en pos del sueño americano. Y son ahora la principal fuente de divisas de una sociedad organizada para la exclusión y la desigualdad. Las exportaciones totales de Guatemala ascendieron a US$10,969 millones y las remesas registradas por el Banco de Guatemala, a US$ 92,87 millones en 2018. Es importante eliminar los obstáculos que afectan nuestra capacidad exportadora de bienes y servicios. Pero más importante aún es modificar las reglas de juego del reparto de los beneficios.