Los músicos improvisan para sobrevivir con el coronavirus

La española Cristina Gómez Godoy, oboísta de la Staatskapelle de Berlín, una de las orquestas clásicas de la capital alemana, mira nerviosa el escenario poco convencional en el que tocará por primera vez desde hace tres meses.

Junto a otros cuatro músicos, la artista española ofrece un concierto en el patio de un edificio de Berlín, cuyo único decorado es una hiedra gigante que abraza toda la fachada del inmueble.  

«En realidad estoy nerviosa», reconoce la treintañera que, al igual que el resto de su orquesta y otros miles de músicos en Alemania, no ha podido ofrecer ninguna representación desde el cierre de las salas de conciertos y espectáculos en marzo a causa de la pandemia de nuevo coronavirus.

«Para nosotros los músicos es un placer tocar de nuevo juntos pese a este marco reducido y creo que los espectadores también lo van a apreciar», celebra.

Competir en imaginación

El sector de la cultura debe hacer uso de su imaginación para tocar en público en medio de las restricciones impuestas por el virus.

Si bien las bibliotecas, los museos y las galerías de arte fueron autorizadas a reabrir con condiciones en abril, sigue habiendo grandes desafíos, sobre todo para teatros, salas de conciertos, óperas y cines.

Las directivas prevén, entre otras medidas, un número restringido de espectadores y una distancia física de 1,5 metros, lo que limita drásticamente la cantidad de entradas que pueden venderse. Sin mencionar el número reducido de artistas en el escenario.

A principios de mayo, la Filarmónica de Berlín ofreció un concierto con sólo 15 músicos, dando una idea de a que podría parecerse el mundo cultural pospandemia.

La Deutsche Oper, una de las tres óperas berlinesas, organizó un espectáculo en un aparcamiento y la Orquesta Sinfónica de Berlín actuó en la parte superior de un autobús de dos plantas.

«Supervivencia»

El sindicato de orquestas alemanas (DOV) reclama en cambio la vuelta progresiva de conciertos en toda Alemania.

«Para los músicos independientes, es simple y llanamente una cuestión de supervivencia», explica Gerald Mertens, al frente de DOV. «Las orquestas más pequeñas, en particular en las iglesias, los conciertos más pequeños y al aire libre, deberían ser autorizados de nuevo lo antes posible», según él.

El sindicato critica el hecho de que en los aviones se pueden ocupar todos los asientos, mientras que en las salas de conciertos solo se autoriza una capacidad del 30%.

Gracias al sistema de subvenciones del Estado, el sector artístico en Alemania se ve menos amenazado que en otros países europeos.

El gobierno alemán anunció un plan de ayuda de mil millones de euros (unos 1.100 millones de dólares) para el sector de la cultura, especialmente para teatros y cines.

«Esto muestra el valor dado a la cultura, en comparación por ejemplo con las ayudas de 9.000 millones de euros para una compañía aérea», se indigna el responsable de cultura en el ayuntamiento de Berlín, Klaus Lederer. El Estado alemán rescató a Lufthansa, la mayoría de cuyos aviones se encuentran en tierra.

El patio del edificio del barrio de Charlottenburg, en el oeste de la capital, donde actúa la oboísta española, cuenta con unos pocos asientos para el público debido a las medidas de distancia física.

Los más afortunados son los inquilinos de las plantas superiores, que cuentan con una vista panorámica, instalados en los alféizares de las ventanas con una cerveza en la mano.

Ursula Dyckhoff, de 77 años, vive en la primera planta pero igualmente disfrutó del espectáculo: «Fue formidable, la acústica y también la vista».

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