Renzo Lautaro Rosal
Dar cara vuelta al veto presidencial representa una decisión con varios significados. Por un lado, los diputados se sienten ahora con el poder suficiente para encarar a un Ejecutivo, que pasa por malos momentos, y que sigue sin tomar el mínimo control de la administración pública. Es algo así como aprovecharse del golpeado, para terminar de torpedearlo.
El Congreso se convierte en el eje del poder público, se ubica por encima de los otros dos organismos del Estado y pretende ejercer un nivel de sujeción no visto en las últimas dos décadas. Pero eso de menoscabar a otro organismo no nos viene bien como sociedad, cuyas expresiones ciudadanas ambicionan un panorama distinto, en el cual los pilares públicos puedan tener objetivos comunes, focalizar sus prioridades y generar un ambiente de corresponsabilidades para el desarrollo.
Pero muchos parlamentarios no piensan así. Se interesan en capitalizar poder y recursos a partir de continuar con la erosión del gobierno central. De allí, las expresiones de los últimos días, donde el propio partido oficial pretende desgastarse a sí mismo, una especie de harakiri que no les importa.
La imagen es aborrecible desde todo ángulo, eso de ver y escuchar a parlamentarios ejerciendo control, presionando e incluso amenazando a ministros y gobernadores, dejando ver con claridad que precisamente ese es el principal incentivo por el que se pasaron al oficialismo. Esa es la imagen real del FCN-Nación al participar en las elecciones: aprovechar el tránsito por el ejercicio del poder para hacer lo que han hecho todos los partidos oficiales, capitalizar económicamente, traficar intereses oscuros, reproducir escenarios de miedo aprovechándose de los novatos.
Está visto que el oficialismo no necesita de factores externos para debilitarse. Al mostrar su verdadero contenido y objetivos, da a conocer sus factores de erosión interna. Las pugnas por quien ejerza la jefatura de la bancada implican la simpleza y mediocridad de sus integrantes.
A nadie le interesa incidir en la agenda parlamentaria, en la labor de las comisiones de trabajo, en la articulación de planes con el Ejecutivo, entre otras prioridades. Al mostrar las bajezas de los diputados Giordano, Hernández, Corleto, Pereira y Franco, confirma que sumaron a sus filas a lo peor de lo peor.
Por ese craso error, el partido oficial vuelve a recibir otra andanada de críticas y golpes, pero es lo mínimo que pueden recibir a cambio de la ola permanente de horrores que advierte su papel desde que tomaron posesión en enero recién pasado. Ojalá la denuncia interpuesta por la Gobernadora de Alta Verapaz, a la que deberían sumarse otros funcionarios afectados, prospere y permita quitarles el antejuicio, someterlos a la justica y dejen sus curules. Allí radica otro pulso: ¿Será que el mandatario les dará la mano o, que por el bien del país, los deje a su destino y les dé la espalda?
La ciudadanía, o al menos los que votaron por J. Morales, esperaban una gestión totalmente alejada de la cruel realidad. Ambicionaban una suerte de avión reactor; a cambio tenemos un avión de hélice de mala calidad que, para ajuste de cuentas, no tiene uno de los dos motores —la bancada—, que se perdió por errores de la tripulación y no por el clima que prevalece.
Eso no es todo; los encargados de la conducción carecen del mínimo conocimiento, no saben el aparataje que tienen por delante, no reconocen los lugares por donde vuelan, no tienen certeza del destino y tienen problemas con el tren de aterrizaje; su cuota de combustible se gasta a cada minuto, el propio tanque está oxidado. Las posibilidades de que sean asistidos por vehículos de reaprovisionamiento son mínimas, a pocos interesa salvar a un avión que no necesita de precipicio para hacerse añicos. El único detalle que faltaba, es que abordo va una serie de inocentes que solo presencian la pérdida de altitud.
Mientras eso sucede, es necesario que la pugna Ejecutivo vrs. Legislativo no aumente de intensidad. Está visto que ante el escenario de enormes tensiones se requieren dotes de estadista para disminuir el impulso al choque de trenes, ya que los desafíos son otros y no requerimos de más entretenciones.
Está visto que el partido oficial no necesita de factores externos para debilitarse. Al mostrar su verdadero contenido y objetivos, da a conocer sus factores de erosión.