Los “coronaescépticos” en el mundo, desde los antivacunas a Bolsonaro

Los partidarios de aligerar las restricciones aplicadas contra el nuevo coronavirus están furiosos ante la posibilidad de que una segunda ola de la epidemia obligue a imponer nuevos confinamientos en Europa y en otros lugares.

Desde hinchas de fútbol hasta los partidarios de las teorías del complot, de extrema derecha, pasando por algunos jefes de Estado, estos son algunos de los que protestan.

«Los no conformistas»

El movimiento «Querdenken-711» o «Pensadores no conformistas-711», que apareció en Stuttgart (sudoeste de Alemania) por iniciativa de Michael Ballweg, un empresario informático, convocó a mediados de abril manifestaciones contra las restricciones decretadas contra el nuevo coronavirus. 

Unos días antes de que Alemania comenzara a aflojarlas (20 de abril) y eso pese a que el país no ha impuesto un confinamiento estricto.

Sus partidarios son una mezcla heterogénea de personas que se declaran «pensadores libres», activistas antivacunas, adeptos de la teoría de la conspiración y simpatizantes de extrema derecha. Protestan contra la «dictadura» de las medidas que -según ellos- atentan contra la libertad garantizada en la Constitución.

Unos 20,000 se manifestaron en Berlín a principios de agosto, la mayoría sin mascarilla y sin respetar los gestos barrera, obligando a la policía a disolver la protesta.

«Querdenken-711» (711 es el prefijo de Stuttgart) prevé más protestas locales este fin de semana y otra manifestación en la capital alemana el 29 de agosto.

Virus de verdad

El movimiento, todavía de poca magnitud, ha surgido en Holanda, donde los hinchas de fútbol se han unido a las manifestaciones, provocando abiertamente la confrontación con la policía.

Un grupo llamado «Virus verdad», codirigido por el exprofesor de bioquímica y danza Willem Engel, reivindica el derecho a cuestionar las decisiones de las autoridades sanitarias.

En Londres, decenas de personas protestaron en julio contra la obligación de llevar mascarilla en las tiendas y supermercados ingleses. Muchos agitaban pancartas que sugerían, por ejemplo, que las medidas preventivas contra el virus servían para «controlar las mentes».

Cientos de «coronaescépticos» también desfilaron en la capital de Rumanía, Bucarest, con iconos religiosos, la bandera nacional y pancartas en las que se leía «Creo en DIOS, no en la COVID».

En Madrid, decenas de personas sin mascarilla se reunieron el 12 de julio para gritar «no a la dictadura» con pancartas con mensajes contrarios a las mascarillas, las vacunas y el 5G. La policía dispersó rápidamente la manifestación, no autorizada, en un país donde las medidas sanitarias, entre las más estrictas de Europa, gozan de un amplio apoyo de la opinión pública.

Líderes anti-Covid

Algunos líderes políticos tampoco han ocultado su escepticismo. 

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, se opuso a las medidas de confinamiento pese a haber dado positivo y pasar tres semanas en cuarentena el mes pasado.

Bolsonaro
El presidente brasileño Jair Bolsonaro anunció este sábado en sus redes sociales que dio negativo al nuevo coronavirus tras haber sido diagnosticado el 7 de julio, una recuperación que adjudica a su tratamiento con hidroxicloroquina.

La semana pasada, en su primer acto público desde la enfermedad, saludó a una multitud de seguidores en el estado de Piaui (noreste) quitándose la mascarilla bajo una ovación.

En Estados Unidos hasta mediados de julio el presidente Donald Trump se opuso categóricamente a ponerse la mascarilla. Muchos sheriffs también se han opuesto a ella en sus condados a pesar de haber sido decretada por los estados.

En Italia, el líder de extrema derecha Matteo Salvini fue muy criticado la semana pasada después de hablar en el Senado sin mascarilla, declarando que «saludar con los codos es el final de la raza humana». Desde entonces ha dado marcha atrás, afirmando que hay que ponérsela «cuando sea necesario».

Más restricciones

Y, a la inversa, algunos ciudadanos tomaron las calles para expresar su descontento frente a la incapacidad del gobierno para imponer medidas más estrictas. 

Serbia vivió un breve pero intenso estallido de ira a principios de julio, con manifestantes que acusaban al presidente Aleksandar Vucic de haber facilitado una nueva ola de infecciones al desconfinar demasiado rápido a la población debido a las elecciones generales, que ganó su partido conservador. 

En Suecia, que ha adoptado un enfoque más flexible en la lucha contra el virus, un puñado de manifestantes han reclamado medidas más estrictas.