José Alfredo Calderón E.
(SEGUNDA PARTE Y FINAL)
Retomando las conclusiones mencionadas la semana pasada a partir del ejercicio ciudadano en redes sociales, está claro que no hay liderazgos nacionales[1]. Así mismo, la mayoría de personas ilustradas y con alguna formación ciudadana, rechazan los liderazgos tradicionales y ya se empieza a hablar –con alguna relevancia– de liderazgos colectivos y de “horizontalidad democrática”; en palabras de otros ciudadanos/as: de “micro liderazgos” que ya unidos pueden hacer alguna incidencia política o –cuando menos– ciudadana. Se habla además de nuevas formas de liderar y de nuevas dinámicas en el interior de la República, especialmente en los pueblos indígenas.
Quedó claro también, el espíritu aspiracional y fragmentado del guatemalteco promedio, quien privilegia el conocimiento y reconocimiento reducido a sus propios círculos, sean éstos profesionales, sociales, laborales, comunitarios, académicos, internáuticos[2] o de cualquier otra naturaleza. En este sentido, muchos proponen liderazgos que en realidad no lo son, llegando cuando mucho, a la referencia de personajes destacados en sus áreas específicas de desempeño, pero con un poder de convocatoria y reconocimiento, circunscrito a esas áreas y espacios.
Una de las cuestiones más importantes del ejercicio, fue el reconocimiento de los participantes respecto de la utilidad para ejercitar la mente y cuestionar imaginarios sociales dados por ciertos. Estos mini laboratorios como el efectuado por el suscrito –dijeron– promueven la discusión ciudadana y esto constituye un muy buen inicio.
El cuestionamiento intelectual generó en muchos, un sentimiento de angustia y decepción que fue más que manifiesto. A este respecto, creo que muchos medios de comunicación contribuyen a la disonancia cognitiva de la masa, al generalizar el uso de términos como “líder sindical”, “líder empresarial”, “líder comunitario”, líder estudiantil” y termine usted de poner el “apellido” que sea, dando la impresión que el país cuenta con un sinnúmero de “líderes” cual maquila dirigencial.
Otro abuso se refiere a la distorsión de llamar “analista” o “experto/a” a cualquier hijo de vecino, así como la promoción de “todólogos” en redes sociales que luego aterrizan en medios audiovisuales como referentes de cualquier tema o coyuntura. Así las cosas, se crea la ilusión –para los desinformados– que el país tiene un recurso humano dirigente y experto, masivo y de primer mundo.
Con respecto a estos liderazgos de nuevo cuño –que siguen siendo parciales y segmentados–, el reto está en integrarlos para promover encuentros de análisis, discusión y construcción de viabilidades políticas y/o ciudadanas. Hablar de liderazgos colectivos y “horizontalidad democrática” es fácil, pero la tarea de concretar esa realidad –todavía por construirse– es por demás difícil y complicada. Se oye tentador e ideal, pero de igual forma sería maravilloso adoptar el sistema educativo finlandés, si no fuera por el significativo obstáculo de contar con realidades y contextos diametralmente opuestos.
Finalmente, creo que los caudillismos de todo tipo, los liderazgos tradicionales y las prácticas dirigenciales del pasado, ya no tienen cabida en el siglo XXI. La centuria pasada generó sus propios referentes, utopías y demonios; la actual nos plantea el reto de de-construir nuevos signos, nuevos escenarios, una nueva democracia y, sobre todo, LA RESIGNIFICACIÓN DE LA POLÍTICA. Dejo entonces otras provocaciones para promover el debate continuo, abierto y constructor de futuro:
- ¿Qué hacemos para interesar a la juventud que hoy representa el 70% de la población menor de 30 años y que en su mayoría muestra apatía, desorganización y falta de formación política?
- ¿Cómo se enlaza el pasado de liderazgos tradicionales ya inexistentes, con la necesidad presente para construir nuevas formas colectivas, horizontales y democráticas?
- ¿Cómo y quién convoca esos “micro liderazgos” de los que se ha hablado para integrar, provocar encuentros y definir futuro? Y la más importante de todas:
- ¿Cómo descartamos el tradicional ninguneo y descalificación del “otro”, la endémica desconfianza y la visión cortoplacista y excluyente de “feudos”?
José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista político
[1] Para evitar la dispersión, las opiniones aspiracionales y las menciones basadas en el aprecio o el reconocimiento segmentado, se elaboró un perfil de 9 componentes.
[2] La influencia de las redes sociales motiva un estudio aparte. Acabo de efectuar este sábado 8 de julio, un ejercicio al respecto con jóvenes de Amatitlán y los resultados son impresionantes.