Las encuestas y los imaginarios sociales

José Alfredo Calderón

En los días previos a la primera vuelta, noté mucha confusión y “debate” en torno a la validez de las encuestas. Qué si manipulaban, qué si realmente incidían, que se encargaban para favorecer o perjudicar a alguien; e incluso había muchos que pregonaban su desaparición como un mecanismo para que las personas pudieran meditar su voto sin interferencias. 

La mayoría de personas opinaban sin mayor fundamento, como es usual en nuestro país.  De allí me surgió la inquietud de redactar algunas acotaciones que pudieran allanar la confusión con respecto a las encuestas.

En primer lugar, debemos entender que TODAS las encuestas tienen un sesgo. Lo que las diferencia es la seriedad y trayectoria de la empresa que las hace, la metodología empleada (por eso es tan importante revisar la ficha técnica) y el hecho de que el talante ético de los dueños y ejecutivos no sea tan permeable[1].

En segundo lugar, se debe tomar en cuenta que las encuestas son caras; por eso solo las pueden pagar quienes tienen bastante plata para invertir en ellas. Lógicamente, nadie invierte en algo que no le significará beneficio. La diferencia aquí, estriba en la credibilidad con la que se envuelva una encuesta y para ello están los aspectos técnicos que ya mencioné. Una encuesta descaradamente falsa y/o delatadora en cuanto al beneficiario o atacado, no es inteligente ni exitosa.

Pero lo verdaderamente importante, es el hecho de que las encuestas no son la herramienta principal del sistema para inducir o manipular al votante, solo son instrumentos de refuerzo. Las élites cuentan con los aparatos ideológicos del Estado para ir generando los imaginarios sociales “adecuados”, opinión pública, tendencias, amores y desamores, «candidatxs buenxs» y «malxs», emociones de diversa índole, pasiones y desazones. La encuesta entonces, solo reflejan el «buen» o «mal» trabajo que han hecho estos aparatos ideológicos: Los medios de comunicación, la Escuela, la Cultura, Las Artes, las redes sociales y una amplia gama de mecanismos que hacen que las personas etiqueten a otras como «bonitos», «feos», «buenos», «malos», «carismáticos» o «abrasivos»…  El mejor ejemplo de esto lo tenemos con la construcción de una “nueva mala” en estas elecciones recién pasadas. Thelma Aldana fue el direccionamiento negativo que las élites hicieron mientras la sacaban de la jugada electoral. Mientras tanto, Sandra Torres, la anterior “mala” (2015), se dejaba algo tranquila, pues, además, ahora representa al statu quo. Una vez cumplido el objetivo fundamental (apartar a Thelma Aldana), se retomaría el desgaste hacia Sandra Torres, pero sin aniquilarla, pues paradójicamente, ahora representa, además, la estabilidad que los intereses geopolíticos norteamericanos necesitan en el país más grande y fuerte de la región centroamericana (liderazgo, peso económico y poblacional).  En el camino, se niveló la tensión, dejando fuera también a Zury Ríos.

Entendido lo anterior, debo decir que las encuestas sí reflejan parte de la realidad (no toda por supuesto), lo cual nos ayuda a los observadores sociales críticos para analizar y prever. Los sondeos de opinión sistémicos (esos son las encuestas), permiten comprobar las acciones tácticas y estratégicas de las élites. Por ejemplo: En marzo de 2019, recién iniciada la campaña electoral, Mulet era un completo desconocido, ausente del imaginario social.  Luego resulta en tercer lugar el día de las elecciones. Roberto Arzú (“Boberto” para muchos), era un mal chiste del que muchos se reían, pero llegó al día D con muchas posibilidades, no solo de quedar en el top 4, sino de pasar a segunda vuelta (finalmente quedó quinto).  Pero repito, la encuesta induce (cierto) pero no determina, porque para eso, el sistema cuenta con sus aparatos ideológicos, a los cuales se les ve facilitada su labor, por 4 factores fundamentales:

  • La extrema pobreza en la que viven muchos guatemaltecos, lo que provoca que las grandes mayorías estén extenuadas y enfocadas a lo más básico, lo más primario: comida, trabajo, techo.  Por eso cuánta razón tenía Luis Cardoza y Aragón cuando afirmó que: “El largo plazo del guatemalteco es el desayuno del día siguiente”.
  • La altísima desnutrición y su consecuente deformación neuronal en vastos sectores de la población. Prácticamente uno de cada dos niñxs guatemaltecos sufren este flagelo, el cual no solo impacta en lo cerebral sino en talla y peso.
  • El analfabetismo funcional de la inmensa mayoría de guatemaltecxs, que a pesar de ser instruidxs, carecen de educación, información y formación ciudadana mínima.
  • El pendejismo, ya casi endémico, que ha sido reforzado por la globalización, el neoliberalismo y la magia perversa de la tecnología, las redes sociales y los medios.

En resumen, las encuestas – como ya dije– no son las causantes de la manipulación sino devienen en instrumentos de refuerzo que el sistema utiliza para verificar la eficacia de sus aparatos ideológicos, que son los que verdaderamente manipulan y direccionan y redireccionan los imaginarios sociales.  En el proceso, el racismo, la discriminación, la sempiterna división de la ciudadanía, los fanatismos religiosos y otras taras, encajan a la perfección en un sistema político no solo precario sino perverso.  Desde 1954, hemos tenido dos Constituciones Políticas; ambas generadas durante gobiernos de facto y bajo el condicionamiento militar de la época. La penúltima en 1965 y la vigente en 1985.  La herencia del diseño político-electoral, data de esas coyunturas.

Finalmente, solo les recuerdo que, en política, NADA pasa por casualidad.

José Alfredo Calderón E.

Historiador y observador social


[1] Importante entender que inmaculados no existen, máxime en este tipo de ejercicios.