(Que hacen trabajos mediocres, solo para algo temporal… que no hacen bien nada. Ej.: Esos mecánicos son chapuceros, por eso cobran barato.)
Por Crispino Picón Rojas
El mundo está lleno de ¡chapuceros!, una clase laboral que abunda en talleres y fábricas, pero sobre todo en la política criolla, en donde se reproducen como moscas —y hacen lo mismo que estas—. El problema es, según se comenta en LaRed de mis colegas meseros, que se ha convertido en un estilo de trabajo en las instituciones del Estado, y por eso estamos como estamos, por eso nunca mejoramos.
¡Ala gran!… ¿tan mal estamos? Les pregunté ingenuamente, y la respuesta fue contundente:
Nos enteramos de cómo se hacen las cosas en el Gobierno y el Congreso, y suerte es que el país no esté peor. Esa fue la respuesta, producto de lo que estos colegas escuchan en las reuniones a las que les toca atender. Yo lo que quería saber era todo lo referente al famoso Estado de Prevención del simpático Jimmy Morales, que tanto revuelo provocó y que tan mal hizo quedar al pobre presi.
Lo primero que me cuentan es acerca de un ministro que estaba furioso por todo el clavo. Es nada menos que el titular de Finanzas, Julio Héctor Estrada, quien atendió a miembros del mundo financiero internacional en un hotel de la Zona Viva, a quienes debió explicar sobre los dos últimos ¡chapuces! —terribles osos, dirían los mexicanos— de los cuáles él fue participe: los fallidos intentos de imponer una reforma tributaria y el bendito Estado de Prevención.
Los representantes de la banca mundial, bien planchados los cuates, no se explican cómo un Gobierno, en pocas semanas, presenta dos iniciativas y en pocas horas o días tiene que dar marcha atrás por el rechazo, pero también porque la chorrearon con la idea, la forma de presentarla, el contenido y su determinación.
Aunque se lo dijeron en inglés, Estrada entendió que le estaban diciendo, ustedes son ¡chapuceros! Por supuesto, se puso a la defensiva y medio brincón, medio avergonzado les dijo:
Son dos cosas diferentes, la reforma tributaria no avanzó porque molestó a los empresarios. Era la adecuada como ustedes nos la recomiendan. El decreto gubernativo —de Prevención—, la gente no lo entendió porque estaba mal redactado.
El almuerzo continuó, y después de un rato, el ministro se sinceró con sus distinguidos invitados, y les dijo: Aquí entre nos, alguien asesora mal al Presidente y no se puede opinar mucho, porque lleva cocinadas las ideas. En confianza les contó acerca de las juntas de gabinete, y que un tema que en cualquier empresa tomaría media hora analizar y discutir y aprobar, nos tardamos cinco o seis horas… y al final sale mal o no sale.
El almuerzo terminó con preocupación en estos comensales, quienes tienen por tarea revisar periódicamente cómo marcha la economía del país. Uno de ellos comentó: Menos mal que este país tiene tantas bendiciones que hasta soporta a estos ¡chapuceros! de gobernantes y políticos (traducción libre, por supuesto). Mi colega mesero pensó para sus adentros: cierto, pero sería mejor encontrar una generación que haga trabajos finos, precisos y puntuales, en vez de puros chapuces.
El que también pasó vergüenza más de una vez fue el mero jefe de los ¡chapuceros!, el presi Jimmy, porque a su llegada a Nueva York recibió un montón de solicitudes de entrevistas en medios importantes —que, por supuesto, no aceptó—, porque todos querían saber sobre los desastres que ocurren en el país a causa de las fuertes lluvias, porque nada de eso aparecía en las noticias internacionales. Las entrevistas quedaron para cuando ocurran las tragedias.
Un colega chapín que pasa el café en la sede de la ONU me asegura que el vice Jafeth Cabrera llamó al mandatario para decirle: Nos salió mal la jugada. Todo el mundo brincó, y hasta las lluvias se fueron estos días. Lo único que nos llueve son críticas y burlas. Para variar, dijo que la culpa de todo la tienen los periodistas, que se sienten intocables y no les importa si hay una catástrofe. Se preocupan más de mi humilde casita y de las compras sin cotizaciones.
¡AH! Pero eso sí, los chapuces no son exclusividad del Ejecutivo, porque en el Congreso también se cuecen habas. Y si no, que miren todos los camotes que brincan. El presi Mario Taracena se desgarró las vestiduras por desaforar a Luis Rabbé, porque anda huyendo y apenas pudo obtener el voto para que le dieran su curul a otro mientras vuelve.
En cambio, me pude enterar de que Rabbé preparó todo un dosier con las declaraciones, acusaciones, improperios y demás que Taracena le tiró encima, y es su argumento para pedirle a Daniel Ortega asilo, por ser un perseguido político. Así es que tal vez después de despotricar tanto, termina ayudando al brillante cuñado de Ángel González.
Se acabó el espacio, pero hay que mencionar a los ¡chapuceros! de suMuni. El alcalde Álvaro Arzú no resuelve ni el clavo del basurero, mucho menos el de los embotellamientos permanentes de tránsito.
Crónica • Septiembre 2016