Hace unas tres semanas, y en este mismo espacio, publiqué un artículo titulado: Indígenas y mujeres: ¡al poder!, en el que comenté cierto fragmento de la Ley Electoral y de Partidos Políticos, para defender el derecho a cuotas de etnia y de género, en la repartición de curules del tambaleante y siempre renqueante —por las diversas plagas aberradas de hoy y de siempre— además de esquizofrénico Congreso de la República.
Después de tal texto mío —y aunque no creo que haya sido en reacción a él— Armando de la Torre dio a la estampa una columna en elPeriódico, del 17 del pasado mes, y en el que también habla de la ajetreada paridad, pero él sólo en referencia a las cuotas de género y para oponerse a ellas. Yo, en cambio, y lo quiero dejar bien claro, ¡en o a favor! y no sólo para las señoras, sino asimismo y, más aún, para los indígenas.
Armando de la Torre, ideólogo local de la Universidad Francisco Marroquín, y con mucho crédito entre los que —desde diversos campos de las comunicaciones sociales controlan el discurso y la verdad que se impone como aparente ejercicio de la libre emisión del pensamiento— se apoya, para demostrar su tesis antifeminista y misógina, pero disfrazado de pro feminista, en una vieja locución: La anatomía es destino. Temible y amenazador —para el futuro de las guatemaltecas pobres e indígenas— el pensador local Armando de la Torre, como lo verán inmediatamente. Desde luego, no para las señoritas insatisfechas de la Marroquín.
Para empezar, Armando —a quien conozco desde hace muchos años— comete cuatro inexactitudes en la locución que cita: 1. La frase no es así, sino: Biología es destino. 2. No es original —como él afirma— de S. Freud sino de Napoleón Bonaparte, en el contexto de una conversación que sostuvo con Goethe, a principios del S. XIX. 3. En tal oportunidad, Napoleón la pronunció no para aludir al destino o a la biología femeninos, sino al destino político en general, pensando en que ser griego de la Antigüedad era un destino.
Y 4. La Anatomía es parte de la Biología, de manera que, como la repensó Freud, es mucho más contundente si se trata de inferiorizar a la mujer porque es exactamente como proclamar: Tota mulier in utero, es decir: La mujer es un útero, viejo refrán latino que más folclóricamente se puede traducir como: La mujer en casa y con la pata quebrada.
Firmemente, y desde 1949 cuando Simone de Beauvoir publicó El Segundo Sexo, esas frases, esas locuciones, esas ideas tomasaquinistas, se terminaron de resquebrajar. Antes, y entre otras, contribuyó con todo su dolor de mujer a cuestas, Virginia Woolf. Estas dos mujeres deben ser leídas a fondo, por las féminas en la Universidad de Armando y en todas las del país. Y comunicar sus ideas a las que, sin voz, no puede aún —por obra y gracia de quienes detentan el poder y la verdad— leer y escribir. En Guatemala, la mujer indígena es doblemente esclava. Esclava de su marido y del señor feudal.
Sin embargo, debo aclarar —todavía más— la invalidez actual de la locución Biología o anatomía es destino. Desde hace varias décadas y hoy (2016) más que nunca, definir a los seres humanos por sexo o por género ha perdido toda vigencia. Por género, porque está demostrado que, culturalmente, el hombre se ha feminizado y la mujer virilizado, tanto en fondo como en forma. Una mujer conduce un tractor o un autobús-gusano y los hombres son los mejores maquilladores y peinadores-estilistas del planeta.
En cuanto a género no existen ya los sexos. Y en cuanto a sexo, los cirujanos plásticos y los endrocrinólogos, pueden transformar al más macho en una deslumbrante mujer glamorosa y seductora. El único cambio que no puede realizarse es el cromosomático porque hombres y mujeres —hagan lo que hagan— siempre seremos XY, nosotros, y XX, ellas. Para evitarse problemas —en el Renap— deberíamos estar clasificados ¡ahora!, ya no por sexo o género sino por genética: XY o XX. Y nada más.
Apoyarse, para continuar sosteniendo y favoreciendo a los que tratan de mantener las costumbres, las tradiciones o el folclore con la meta de sojuzgar y reprimir a los indígenas o a las mujeres con frasecitas como Anatomía es destino, es ya imperdonable. Sobre todo, si la esgrime alguien que por su edad, sus créditos universitarios y por la confiabilidad que la oligarquía le otorga, puede incidir e influir en las personas que manipulan la llamada verdad. Porque, como he dicho en el titular de este articulito, la verdad depende de quien controla el discurso.
Y, desgraciadamente, en pocos países como en Guatemala, el discurso político, social y económico, está y continúa en las manos de la oligarquía encomendera que, casi siempre, quita y pone rey en los medios, en los tres poderes del Estado y, en general, en la Nación.
También se dice que la información es poder. Y los tontos creen que informándose van a llegar a ser poderosos, sin darse cuenta de que toda la información es manipulada, aunque se cacaree que, en Guatemala, realmente existe la libre emisión del pensamiento. Somos dos que tres, los que desafiamos al establishment.
Columna en homenaje a Luz Méndez de la Vega —la Beauvoir guatemalteca— que el 8 de marzo cumplió cuatro años de fallecida.