Desesperanzados y cabizbajos descienden del avión que los trae de vuelta de Estados Unidos. Les duele haber perdido el dinero pagado al coyote para que los llevara a tierras norteamericanas —hasta Q60 mil— y retornar a un país con escazas oportunidades de empleo y superación.
La ropa que llevan puesta, su tristeza y frustración es todo lo que traen de regreso. Bajaron del avión que los deportó de Estados Unidos (EE. UU.), cuando el astro rey estaba en su punto más alto, con la vista clavada en la pista de cemento de la Fuerza Aérea Guatemalteca (FAG).
Tenían un hondo pesar, así lo hicieron ver luego, por retornar contra su voluntad al país, debido a que aquí no hay oportunidades de empleo, porque habían perdido entre Q40 mil y Q60 mil que pagaron a un coyote para que los llevara a la tierra donde, con mucho esfuerzo, esperaban recuperar esa inversión con creces; otros, los que ya tenían algún tiempo de estar allá, porque ya no podrían ayudar económicamente a sus familiares en Guatemala.
Ven, también, con preocupación la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE. UU. y creen que a partir de que asuma el poder, el próximo 20 de enero, no solo se complicará el ingreso a esa nación sino que, además, se incrementará el maltrato a los migrantes indocumentados.
Antes de ir a la frontera trabajaba de sastre, estudié hasta tercero básico. Tenía planeado quedarme mínimo cinco años allá. Ahora quiero ver la posibilidad de poner un negocio y retomar mis estudios, pero no tengo ni los recursos ni los contactos para poder hacerlo, afirma un joven de aproximadamente 23 años, que no quiso identificarse y que era acompañado por una mujer que también fue devuelta al país por las autoridades migratorias estadounidenses.
Ellos son dos de los 115 deportados en el segundo vuelo del 25 de noviembre, el cual arribó a tierras nacionales al mediodía.
Hasta el 30 de dicho mes la cantidad de deportados de EE. UU. sumaban 32 mil 20 y evidenciaba un alza del 13.7 por ciento en comparación con el mismo período del 2015. Del total de los repatriados hasta el décimo primer mes del año en curso, 31 mil 816 eran adultos —28 mil 516 hombres y 3 mil 300 mujeres— y 204 menores de edad. Así lo evidencian estadísticas de la Dirección General de Migración (DGM).
Aquí uno no consigue trabajo, tengo que ver la forma de salir adelante, llevaba un mes tratando de pasar la frontera hasta que me agarraron. Me afecta el dinero que perdí tratando la manera de ir allá, ahora, me toca mandar papelería para ver si consigo algún trabajo, primero Dios lograré conseguir uno, comenta Michael Villatoro, oriundo de Quetzaltenango, luego de salir de una sala ubicada en la FAG, en la cual las autoridades de migración guatemalteca los reciben y les dan ánimo para seguir adelante en la vida.
Luego encamina sus pasos hacia afuera de las instalaciones militares en busca de un teléfono público para comunicarse con sus familiares que viven en el interior del país, puesto que nadie sabía de su retorno forzado.
Sin esperanzas
Uno a uno los deportados salen por la puerta color negro de la FAG a la Avenida Hincapié. A algunos los esperan familiares, otros solo se alejan de ese lugar tratando de olvidar la mala experiencia que les tocó vivir y buscando un autobús de transporte colectivo.
Quería darle un mejor futuro a mi familia, porque aquí todo está muy mal, explica Amílcar Isidro, de 26 años, quien vio la luz del día por primera vez en San Marcos. A él lo acompaña Manuel Castillo, de 23, originario de Nueva Concepción, Escuintla, quien se lamenta de no haber logrado llegar a EE. UU. y estar de regreso en Guatemala. A ambos les duele haber perdido los Q40 mil que pagaron al coyote por llevarlos hasta tierras estadounidenses; aunque, aclaran que hay quienes cancelan hasta Q60 mil.
Según nuestro guía, donde no debíamos pasar era por Puebla, Monterrey y Mérida, ya que las autoridades de migración se han reforzado con perros y cuatrimotos y están a la espera de que los migrantes aparezcan, así lo describe Castillo.
Donald Trump, otro obstáculo más
La llegada de Trump a la Casa Blanca es vista con preocupación por los deportados. Ahora se pondrá mucho más difícil para los que quieren llegar a los Estados Unidos en busca de trabajo, porque a él no le importamos y mucho menos le importa que solo queramos salir adelante y mejorar nuestra calidad de vida, explica Villatoro.
Lo mismo cree Isidro. Antes mucha más gente lograba pasar a la frontera, porque la migración no era tan fuerte como lo es ahora; con la llegada de Trump, será muy difícil pasar.
Lo más inquietante, para Castillo, es que si Trump logra que muchos migrantes indocumentados regresen a sus países, volverán sin dinero, sin trabajo y sin los medios para ayudar a sus familias.
Rebeca Trinidad, de 40, espera con impaciencia que sus familiares salgan por la puerta negra de la FAG. Ambos, cuenta, solo tienen estudios de primaria, se dedican a la agricultura y este es su primer intento por llegar a EE. UU., comenta, sin quitar la vista de la puerta por donde deben aparecer sus familiares deportados.
Ella también está preocupada por la llegada de Trump a la Casa Blanca y teme que el maltrato a los migrantes se incremente. No los va a dejar trabajar y los van a tratar de una forma denigrante, si ya eran menospreciados, ahora será peor y hasta los podría dejar en la calle por el hecho de ser latinos, dice la mujer.
Otro repatriado que no quiso identificarse, también teme que todo empeorará a partir del próximo año. Ese señor va a afectar muchísimo a los centroamericanos, a todos quienes tienen sus comercios allá, por el simple hecho de ser latinos y estar en Estados Unidos. Los pueden tratar de una forma que no les convenga. Para los que tienen familia allá, puede ser que se desintegren y no los vuelvan a ver, dijo el entrevistado.