La libertad es como la santidad, difícil de alcanzar; hay que luchar por ella en todo momento, toda la vida y siempre hará falta algo por alcanzar.
Gonzalo Marroquín Godoy
La madrugada del 15 de septiembre de 1821, la Nueva Guatemala de la Asunción amanece con un ambiente húmedo, pero sobre todo de tensión política. Mariano Aycinena y Piñol y el doctor Pedro Molina tratan de movilizar a activistas del partido de los Cacos –independentistas–, para promover un ambiente favorable a la separación de España.
Los acontecimientos se desencadenan con rapidez, sobre todo porque el español y jefe militar Gabino Gaínza está dispuesto a cometer un acto de traición, pero no a favor de la libertad de la Capitanía General de Guatemala, sino para promover luego la vergonzosa anexión al naciente imperio mexicano de Agustín de Iturbide.
A la reunión convocada por Gaínza al Palacio Nacional acuden los representantes de los poderes de la época y una multitud espera en la plaza el resultado de las discusiones. Ante esa presión popular, se firma el Acta de la Independencia y brota un sentimiento generalizado: ¡LIBERTAD!
Termina así un período de dominio español que duró 297 años, 3 meses y nueve días desde la llegada de Pedro de Alvarado, según relatos de historiadores.
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Desde entonces, los guatemaltecos iniciamos un transitar en la historia en la que ha sido una constante la búsqueda por la LIBERTAD, una libertad que tiene que ver con la amplitud de este concepto: libertad de escoger y organizarse, libertad de expresión y de prensa, libertad de empresa, libertad religiosa y, en definitiva, libertad para hacer todo aquello que las leyes no prohíben.
Era un orgullo lograr la LIBERTAD de España en aquel momento, pero casi desde el mismo día en que nos separamos, principian las fuerzas oscurantistas a maquinar la forma de pasar del sartén al fuego. Pronto se mueven los hilos de los intereses y aquella añorada independencia dura apenas un poco más de tres meses, pues el 5 de enero de 1822 se concreta la anexión de la incipiente Nación centroamericana al imperio mexicano.
No es sino por la caída del emperador Agustín I que se disuelve la anexión el 19 de marzo de 1823, y nuevamente brotan aires de LIBERTAD. Luego llega un período con el sueño de unión centroamericana que no logra más que provocar guerras y cada país busca su propia libertad, por lo que se disuelve la Federación de las Provincias de Centroamérica. Eso es parte del inicio de nuestra historia independiente. Luego vienen gobiernos, dictaduras y constituciones, hasta llegar a nuestros días, cuando vemos que poco hemos aprendido sobre esta bendita palabra: ¡LIBERTAD!
Nuestra constante agitación política se ha traducido en numerosas constituciones (1825, 1879, 1921, 1945, 1956, 1965 y 1985) con varias reformas algunas de ellas. Aunque no puedo decir que las conozco todas, recuerdo una charla de un verdadero conocedor de nuestra historia constitucional, el doctor Jorge Mario García Laguardia, en la que elogiaba los avances que se mostraban en cada una de ellas.
En todo caso, cada vez se apunta más a fortalecer el sistema democrático, que se basa precisamente en atender los anhelos de libertad y respeto que deben prevalecer en este sistema político, por cierto, muy cuestionado en nuestros días por la falta de resultados en la organización de una sociedad eficiente.
El problema no es de la democracia. El problema es que, en vez de promover libertades, los gobiernos suelen retorcer y pisotear las constituciones, precisamente para limitar los derechos y libertades que se contemplan.
En este Mes de la Patria, debemos recordar y profundizar sobre la importancia que tiene el significado de ¡LIBERTAD¡ –así con signos de admiración, como un grito–. Hay personas o sectores que aceptan las limitaciones de libertades para otros mientras no se metan con las suyas, pero tarde o temprano, cuando hay autoritarismos, todos terminamos afectados en nuestra libertad.
De poco ha servido que nuestra Constitución contemple pesos y contrapesos, porque estos han sido borrados o irrespetados. Se ha perdido la independencia entre los poderes del Estado, y eso repercute en la falta de libertad en muchos aspectos y repercute en terminar con el Estado de Derecho, que es una garantía vital para todas las libertades.
Son 201 años de vida independiente. El camino a lo largo de la historia ha sido espinoso. Abandonamos el yugo de España por LIBERTAD, recuperamos LIBERTAD al dejar la anexión a México, las dictaduras cayeron porque el pueblo desea LIBERTAD, tenemos una Constitución como garantía de esa LIBERTAD… pero la lucha no cesa, porque tristemente, son los políticos, quienes se oponen al fortalecimiento de la democracia y sus principios de LIBERTAD.
Los momentos críticos que se han vivido desde 1821 son numerosos. La historia está llena de ellos. Ahora mismo vivimos un período de oscurantismo, un período en el que el abuso del poder hace que cada vez haya menos espacios de libertad.
La democracia bien entendida es lo mejor para fortalecer la libertad. La autocracia –como la que vivimos–, hace todo lo contrario. Hay que amar a la Patria y amar la LIBERTAD.