La Casa Blanca tendrá un informe que confirma –una vez más–, que mientras haya tanta corrupción e impunidad, el narcotráfico se mueve cómodamente en el país.
Gonzalo Marroquín Godoy
Hace ya algunos años, un periodista y amigo colombiano vino a Guatemala como parte de una misión de la Sociedad Interamericana de Prensa –la SIP–, para verificar la situación de libertad de prensa y pasó aquí algunos días, conociendo también la realidad nacional. Recuerdo que, entre sus conclusiones, me dijo: veo cosas en Guatemala que veíamos hace años en Colombia, y luego el narco se adueñó del país.
Otro amigo y colega mexicano me hizo un comentario parecido, aunque su opinión es que la operación de los carteles en el país no alcanzaba los niveles de violencia que ellos sufren allá. Además, un experto de la embajada de Estados Unidos me dijo en cierta ocasión que Guatemala ya es más que un puente para el tráfico de drogas, y que había que poner mucha atención a lo que sucedería con este esquema de crimen organizado en el futuro.
Con el tiempo hemos visto como el narcotráfico –al igual que en México y Colombia– ha incursionado en la política, apoyando a alcaldes y diputados, pero también campañas presidenciales. Sus tentáculos abarcan más allá de lo que muchos podrían imaginar.
El jueves y viernes estuvo en Guatemala Heide Fulton, subsecretaria Antinarcóticos de los Estados Unidos, quien se reunió con autoridades de seguridad del país, pero también tuvo encuentros con personalidades de diferentes sectores, con el fin de hacer otra fotografía de la situación del país. Digo otra, porque la administración Biden tiene varias de esas fotografías de nuestra realidad.
La funcionaria estadounidense habrá confirmado lo que sabe la embajada de su país, lo que el Departamento de Estado ha constatado y que la Casa Blanca por medio de la vicepresidenta Kamala Harris lamenta. Ella vino y comprobó que la corrupción y la impunidad son dos males que han echado raíces a lo interno del Estado.
También lo saben exembajadores de ese país, como Estephen McFarlan y Todd Robinson, por solo citar dos de ellos. No está de más mencionar que ninguna representación diplomática tiene la capacidad de la estadounidense para verificar los hechos que suceden aquí. Los informes de inteligencia de ese país dicen lo mismo.
Los motivos de preocupación para todos ellos son evidentes. Un Estado con los niveles de impunidad y corrupción que se muestran en el país es lo que se llama caldo de cultivo, es decir que crea un ambiente favorable para estructuras criminales como las del narcotráfico, trata de personas, contrabando y demás.
Es fácil comprender que un funcionario que acepta participar en actos de corrupción, estará dispuesto también a recibir más de una mochila de dinero en efectivo de los narcos. Un juez que recibe dinero o favores a cambio de fallos para favorecer a políticos sucios, seguramente hace lo mismo con un narco que cae bajo su jurisdicción.
Es decir que, corrupción, impunidad y narco, pueden perfectamente caminar de la mano, como tristemente está sucediendo.
No es fácil encontrar en un sistema democrático funcional que el poder político controle toda la institucionalidad y que no pase nada. De hecho, hasta hace poco sería inconcebible que el Congreso de la República, las cortes –Suprema y de Constitucionalidad–, jueces y magistrados, Ministerio Público, Tribunal Supremo Electoral (TSE), Contraloría, Colegio de Abogados, USAC y otras instituciones, marcharan al mismo paso y en la misma dirección.
Siempre ha existido cierto nivel de influencia, pero ahora, la alianza oficialista ha convertido todas esas instituciones en auténticas marionetas que bailan al son que les tocan. El poder político ha borrado los pesos y contrapesos que hacen que las democracias funcionen.
La subsecretaria Heide Fulton tiene una trayectoria diplomática importante y ha tenido contacto directo con la región centroamericana –estuvo al frente de la representación diplomática en Honduras (2016 a 2019)– y, por lo tanto, conoce nuestro entorno. Ella habrá escuchado con atención a los funcionarios con los que se reunió, pero en su carpeta de información sobre Guatemala ya tenía detalles de primera mano.
No hay que esperar demasiado de esta visita, pues sigue la línea de Washington hacia Guatemala, que hasta el momento es la de enviar mensajes directos para intentar influir y provocar un cambio desde la cúpula del gobierno –es decir el presidente Alejandro Giammattei–, pero sin ir más allá de intentar, sin pensar siquiera en un paso más agresivo… al menos por ahora.
LEE ADEMÁS:
No cabe duda de que Washington y la Casa Blanca tienen más dolores de cabeza con Ucrania, su política doméstica y demás, como para poner demasiado atención en la pequeña y pobre Guatemala. Pero que saben lo que pasa aquí… ¡lo saben!