La historia que voy a compartir a continuación con los lectores de Crónica, puede ser que para algunos llegue a ser inolvidable. En el caso mío sí lo fue, y puedo decir que fue algo más: fue ejemplar.
Fue así: antes de salir del hotel y caminar para el lugar donde se llevaría a cabo la cena de despedida del Foro Latinoamericano de Inversiones de Impacto (FLII), al que asistí hace dos semanas en Mérida, Yucatán, alguien de este grupo, a quien voy a llamar Fernando, se me acercó y me preguntó: ¿A qué te dedicas? ¿Qué haces?
Como esta es la pregunta de rigor que siempre hacemos cuando conocemos a alguien de quien nos interesa saber un poco más, le conté que estaba escribiendo artículos sobre el Cambio de Era y el comienzo de una nueva manera de ver al mundo a través de una idea inspiradora como es Servir a la Vida.
Agregué que acababa de salir un libro con este nombre, Servir a la Vida, escrito por Rodolfo Paiz Andrade y mi colaboración. ¿Y qué tiene de inspirador la idea de servir a la vida? —me volvió a preguntar.
Entonces, aprovechando que habíamos pasado dos días enteros hablando en este Foro sobre cómo las empresas de impacto resuelven problemas sociales y ambientales siendo rentables, le dije, que servir a la vida se entendía hasta que uno se rinde, hasta que uno dice ya no puedo más solo, y cambia su manera de ser de un modo tan tajante que, en lugar de buscar, uno se propone hacer solamente aquello que va encontrando en su camino, haciendo su camino al andar con lo que la vida te va poniendo enfrente y te pide que le des un último empujón para ser realidad. Muchas veces, es necesario no hacer nada y esperar, y ser paciente, hasta que aparezca la posibilidad que resuelva cómo seguir adelante. Servir a la vida se convierte en una idea inspiradora cuando hemos logrado entender que todo lo que vemos, incluyéndonos a nosotros mismos, vamos embarcados, vamos viajando en el ecosistema que soporta nuestra existencia. Por supuesto que puedes elegir quedarte, separarte del viaje, ignorar al ecosistema que te lleva, quedarte estancado y construirte un palacio donde nadie te moleste, para que todo sea estable, predecible y controlable.
Ese es el problema con las economías y con las empresas del pasado. Están hechas para buscar solamente sus intereses, y no para atender lo que la vida les va poniendo en su camino, porque son ajenas a la idea de ser parte de un ecosistema mayor a todas ellas, que se va transformando.
Sin decir mucho, Fernando iba siguiendo el hilo de mis ideas con mucha atención, así que, cuando pasaron unos segundos de silencio, me dijo: Hace diez años yo me sentía muy incómodo con mi país, y me daba mucha rabia saber que nuestras empresas y empresarios éramos incapaces de estar a la altura de nuestros problemas. Como en México nadie era capaz de aceptar el fracaso de nuestro sistema económico, me propuse desligarme de mis negocios y dedicarme en cuerpo y alma a la generación de un nuevo grupo de empresarios que asumieran el reto de servir a su país.
A mí me agrada mucho, siguió diciendo Fernando, que ustedes vinculen a las empresas con su ecosistema porque, afortunadamente, son los cambios del ecosistema los que van a cambiar la idea de hacer empresas. Esta es la nueva revolución que vamos a estar viviendo.
Ahora la historia es al revés. Antes los grandes cambios mundiales se hacían desde la producción y los mercados. Los gobiernos se limitaban a seguir este libreto. Ahora, en lugar del mercado, las empresas van a ser modeladas por las exigencias de sus ecosistemas. Ahora sí sabemos quién es primero, ni es el huevo ni es la gallina, es el ecosistema. Esta manera de ver por encima del fragmento y de la cosa, va a llevarnos a replantear todo de nuevo. Debemos pensar y saber que estamos ante la nueva era de los ecosistemas, que hemos querido negar su existencia.
Mi problema, dijo Fernando, es no saber si estamos todavía a tiempo, o si ya es demasiado tarde para emprender aquello que hemos dejado de hacer desde hace tantos años. ¿Qué piensas? —me preguntó.
Nunca antes, como en estos momentos, pensé y le dije a Fernando, el futuro de toda la humanidad está pendiente de un hilo que