La columna de José Zamora: «Nadie se puede encaramar en nuestras espaldas a menos que estén dobladas»


El periodista José Rubén Zamora Marroquín es considerado «preso político» y expone su punto de vista sobre la situación del país. Esta columna fue publicada hoy por el diario elPeriódico.


La gran paradoja, el error garrafal de la corriente de pensamiento político desde Maquiavelo y fundamentalmente el comunismo, era creer que se podían alinear fines elevados con medios mezquinos: no se puede caer en este error. Medios inmorales y destrucción no pueden conducir a fines morales, edificantes y constructivos.

No se debe infligir daños a otros, incluso a los adversarios violentos, mezquinos, infames, siniestros y con mentalidades rupestres: Somos adversarios y no enemigos mortales, a pesar del camino por donde nos llevan. Estos sujetos fascistas, sus vísceras de hienas ciegas y asesinas y sus cerebros precarios y minimalistas los anclaron en el paleolítico y su único propósito es eliminar al que piensa diferente.

En Guatemala no existe la paz. Lo que existe es un legítimo y justificado sentimiento generalizado de vulnerabilidad y frustración. Simplemente conformismo ante la aplastante opresión de la narcocleptodictadura. Excepto la estrategia del sálvese quien pueda nacional.

Aceptamos impotentes, con paciencia cómplice a la opresión, pero adentro, escondido, guardamos la esperanza y el coraje para cambiar el estado de cosas comenzando con encontrar caminos para no cooperar con el mal. Como alguien bien lo señaló, el arco del universo moral es largo y finalmente se dobla hacia la justicia, marchando implacable sobre la corrupción, la impunidad y el narco.

En Guatemala la verdad siempre está en el calabozo y la mentira siempre en el trono, sin embargo, ninguna mentira como nuestra democracia de fachada puede vivir para siempre.

Los narcoladrones jamás renunciarán voluntariamente a un sistema que responde con eficacia a alimentar su insaciable y voraz corrupción. Los oprimidos debemos exigir la libertad, genuina democracia, sistema de precios, certeza en los contratos, mercados competitivos, equilibrio fiscal (es francamente inviable presupuestar Q112.2 millardos de gasto público, mientras los ingresos fiscales apenas alcanzan Q85 millardos), privilegiar infraestructura estratégica e inversión social esencial, erradicando gastos burocráticos inútiles, superfluos, innecesarios, además de focos de corrupción e inflación, terminar con los pactos colectivos con los sindicatos del Estado que a todas luces son lesivos a los intereses nacionales.

En el mismo orden de ideas, implantar la indispensable rendición de cuentas y la transparencia de las que carecemos. Asimismo, un Poder Judicial, una banca central, un Ministerio Público y una Contraloría de Cuentas con independencia política y funcional, por lo tanto, alejada de la política partidista y de las mafias criminales. La posibilidad real de la movilidad y el ascenso social y el pleno respeto a los derechos humanos.

Es momento de sacar nuestra política nacional de las arenas movedizas del estiércol de la corrupción, la impunidad y el narco y transformarla en un cimiento sólido para construir un país decente, justo, civilizado, donde los sueños, las esperanzas y demandas postergadas tengan respuesta y donde todos quepamos, en un contexto de respeto y pluralidad.

Es cierto, que la estabilidad macroeconómica es uno de los requisitos para el desarrollo, aunque en el país las afortunadas remesas derivadas del desempleo que se ha convertido por mucho en nuestro mayor producto de exportación, dadas sus enormes proporciones, han causado una especie de “mal holandés”, que ha traído consigo un sesgo antiexportador para nuestra economía, que más temprano que tarde es necesario abordar. Es insólito, pero crecemos a un ritmo importante, debido a la responsabilidad y el arraigo de guatemaltecos expatriados quienes tuvieron que migrar porque solo pudimos ofrecerles marginación y miseria. La enorme dimensión de las remesas es la fuente preponderante del crecimiento de nuestra economía. En un contexto de estabilidad financiera y en el corto y mediano plazo compensan e invisibilizan los efectos perniciosos de la escandalosa corrupción que no parece tener límites y el desorden y la irresponsabilidad fiscal.

Más allá que la estabilidad macroeconómica, Guatemala reclama una estrategia económica de corto, mediano y largo plazo y su correspondiente paquete de políticas públicas eficaces, coherentes, consistentes e integrales, que conduzcan al crecimiento acelerado y sostenido, al desarrollo y el progreso de todos, y que nos permita sacudirnos de los amargos elementos que nos oprimen, abruman y aplastan: La ausencia de educación, la falta de respuestas de salud, la vivienda inasequible, la marginación y la miseria, la falta de suministro de agua potable, la escasa infraestructura, por cierto sin calidad y producto de la improvisación, el tráfico, los ríos, lagos y costas llenas de estiércol por negligencia, el desempleo, la falta de inversiones masivas, privadas y extranjeras, la corrupción, la impunidad y las mafias criminales que representan hoy nuestras angustias nacionales.

En cuanto a mí, me pasaré en la cárcel, si es necesario, como preso político de Giammattei, Miguelito y del Pacto de Corruptos hasta el último día, antes de asesinar mi conciencia.