Joviel Acevedo, ejemplo de lo que hay que cambiar

Gonzalo MarroquinEnfoque por: Gonzalo Marroquín Godoy


En la pasada campaña electoral, la Cámara de Comercio realizó dos foros con los candidatos presidenciales finalistas, Sandra Torres y Jimmy Morales. Me invitaron para que hiciera una breve entrevista pública a ambos aspirantes. Unas cuántas preguntas fueron similares para una y otro, con el fin de que la concurrencia, casi todos ejecutivos o empresarios, pudieran tener un punto de comparación.

Uno de los cuestionamientos similares a los aspirantes presidenciales fue: ¿Cuál sería su relación con el dirigente magisterial Joviel Acevedo?

Antes de comentar las respuestas que dieron, quisiera explicar que durante los últimos gobiernos he podido seguir la trayectoria de este personaje por medio de las coberturas informativas que han dado medios para los que he trabajado, especialmente Prensa Libre y ahora la revista Crónica. Me parece alguien nefasto para el sistema educativo y un líder muy negativo.

Pues bien, volviendo a aquellos foros, no recuerdo las palabras precisas, pero la candidata de la UNE —que ya había tenido relación con Joviel cuando fue primera dama y poder tras el trono—, lo defendió de tal manera, que se ganó el abucheo del público asistente. Quedaba claro que en ese segmento, como en mucho otros, no es bien visto el papel que ha jugado este sindicalista.

Unos días después era el turno de Jimmy Morales, un candidato que para entonces ya era favorito en las encuestas, a pesar de su inexperiencia política. Él sabía que tenía que mostrarse ante el público como alguien diferente, porque su repentino ascenso obedecía precisamente a que la ciudadanía estaba molesta con la llamada clase política y se buscaba a alguien diferente.

Cuando le pregunté sobre Joviel, el candidato sabía lo que tenía que decir. Su respuesta fue la políticamente correcta para aquel público, pues dijo —palabras más o palabras menos— que gente como Acevedo no tendría lugar en su administración y que —más o menos— lo pondría en cintura. Aplausos, más aplausos y hasta vítores. Si alguien me hubiera preguntado sobre el ganador en esos foros, le hubiera dicho que Morales superó a Torres.

Pasaron varios meses. Una tarde, hace algunas semanas, el ya presidente Morales convocó a un grupo de directores de medios a Casa Presidencial, para conversar sobre sus planes. Cuál sería mi sorpresa, cuando narra como algo relevante e importante que se había reunido unas cuántas veces con Joviel y que incluso el dirigente magisterial le había corregido, a él y al ministro de Educación, una estimación de cuánto había que invertir en el país para ampliar la cobertura escolar. Lo dijo elogiando a quien antes repudiaba.

No conozco personalmente a Acevedo, pero debe ser como esos encantadores de serpientes, porque se mete en la bolsa a cada gobernante y ministro que pasan por la guayaba. Nunca he escuchado o leído algún planteamiento interesante de este personaje, quién; sin embargo, tiene pico de oro para hablar y babosear a los incautos.

Jamás le he visto denunciando la corrupción en el Ministerio o los gobiernos. Esto se explica porque siempre logra beneficios de cada administración —¿corrupción?—, y hasta las manifestaciones que organiza tienen el fin que favorece a alguien. Nunca lo vimos protestando por las galletas escolares, que eran como piedra, en la época de Portillo; no decía nada por la falta de desayunos y otros recursos; como tampoco criticó las famosas mochilas escolares del PP, un negocio más en la cooptación del Estado.

Eso sí, logra que miles de maestros den un mal mensaje a la niñez y juventud del país, porque salen a protestar a las calles, provocando un caos vehicular que afecta a cientos de miles de personas. Les dice con malos ejemplos que su fin justifica los medios. Como educador, fatal. Menos mal que él, al menos, no da clases en ningún lado, porque ni siquiera trabaja.

En la época de Colom, el movimiento magisterial logró grandes avances —nada para educación—. La mayor tajada se la llevaron el entonces abogado del gremio —hermano de Sandra Torres— y Acevedo, por supuesto.

En la construcción de la nueva Guatemala, esa que anhelamos tanto y que ojalá logremos algún día, este tipo de dirigentes no debe tener cabida. Hay que aspirar al surgimiento de nuevos liderazgos más comprometidos con el país y las causas que representan. Gente que además refleje el sentir de aquellos a los que representan.  Los maestros, la mayoría de ellos, no se identifican con Joviel.

Lástima que el presidente Morales haga lo mismo que antes hicieron Colom-Torres y Pérez-Baldetti, de dejarse seducir por alguien al que sabía nefasto y ahora lo tiene como alguien cercano. Las oscuras prácticas políticas siguen en la Casa Presidencial, por más que desde afuera suenan los gritos que demandan algo diferente. Esta es una muestra más de que se sigue con las viejas mañanas y de lo mucho que cuesta el cambio.

 

Una pregunta sin respuesta: ¿Qué tiene Joviel Acevedo que le permite seguir influyendo con presidentes y ministros de Educación?  Algunos le llaman encantador de serpientes, otros, engañador de incautos.

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