José Alfredo Calderón: Una ficción llamada “Guate”…

La ficción llamada Guatemala solo se puede explicar –fundamentalmente– a partir de las ciencias históricas y antropológicas, sin que ello implique la desestimación académica del aporte de sociólogos, politólogos y otros científicos sociales. Cuestiones inverosímiles, contradictorias o inexplicables a la luz de la lógica, colman el desarrollo político, social y económico del “país” llamado Guatemala (aunque “Guate” se lea más cool). Un proceso de independencia espurio[1], una Reforma Liberal con características ultra conservadoras y basada en el trabajo forzado; una revolución “comunista” que propugnaba por la pequeña y mediana propiedad capitalista; el inicio del movimiento guerrillero en el seno del ejército; un “Tercer Gobierno de la Revolución” cooptado por un concordato[2]; un coronel represivo llamado “El Pacificador de Oriente”[3]; una constitución democrática que debe esperar el final de un gobierno militar de facto para entrar en vigencia[4]; un “sistema de partidos políticos” sin partidos políticos, o sea aquellas instituciones de derecho público que intermedian entre la Sociedad y el Estado; Acuerdos de Paz que se suscriben en 1996 pero que son reconocidos como Acuerdos de Estado hasta 10 años después[5]; índices de violencia en la paz, mayores que en la guerra; juramentos en vida por la madre que está muerta y slogans de #NiCorruptoNiLadrón mientras familiares cercanos a la pareja presidencial son capturados por lo que el slogan niega. Así de surrealista la realidad guatemalteca, un lugar en donde los códigos de “comunicación” son tan especiales que por decir “sí”, decimos “bueno”; se evita el “no” –a secas– por no parecer maleducados, y en su lugar, la negativa se adorna con evasivas y discursos justificadores en el que ambos interlocutores saben que se están mintiendo, uno por aparentar que cree, el otro por aparentar creer que el otro cree.

Veamos los orígenes de la ficción: la República de Guatemala se instituye como tal, el 21 de marzo de 1847, pero en lugar de la génesis del Estado Moderno que se necesitaba, este episodio es la culminación fallida de una serie de iniciativas insípidas sobre el sueño de constituirse como una Federación de Estados Centroamericanos.[6] Años después, el esfuerzo de las élites conservadoras por diseñar y construir un Estado “moderno” a su medida, se cristalizó en 1871 con la llamada Reforma Liberal, un caso paradigmático de contradicción, pues su conservadurismo tiene de liberal lo que la “democracia” actual tiene de incluyente, efectiva y plena.

Durante el siglo XX, ese diseño de Estado decimonónico se basó en la exclusión, una economía dependiente, un primitivo imaginario racista y discriminador, así como la (dis)funcionalidad de una clase política creada y financiada por las élites, pero que al igual que el ejército, fue tomando cada vez más, independencia operativa y financiera. Hasta los inicios del siglo XXI, las crisis fueron controladas o refuncionalizadas con los mecanismos que el propio sistema brindaba. Hoy, este sistema está totalmente colapsado y debemos entender que los parches y las visiones de parcela ya no alcanzan.

Todo mundo analiza y opina desde los feudos gremiales y personales, acusando un grave desconocimiento histórico y antropológico en torno al modelo de Estado que hemos conocido/sufrido. Ante el fracaso, las preguntas fundamentales son: ¿Qué país queremos? ¿Qué tipo de Estado necesitamos? ¿Los Acuerdos de Paz son una buena base para la discusión y los consensos? Y la principal: ¿Están nuestras élites en la capacidad política y disposición histórica de consensuar ese país y Estado que queremos y necesitamos?

 

 

Historiador y Analista Político.

Eterno soñador de un país diferente

[1] Las provincias de Centro América estaban más urgidas de sacudirse el yugo de la Capitanía General (Guatemala) que el del Imperio Español.

[2] El Concordato fue un “pacto” por medio del cual. el alto mando del ejército condiciona al gobierno del Lic. Julio César Montenegro (1966-1970), por lo que el poder real es castrense y no civil.

[3] Coronel (después general) Carlos Manuel Arana Osorio (1970-1974).

[4] El general Carlos Humberto Mejía Víctores, Jefe de facto (1983-1986) no permite la entrada en vigencia de la Constitución recién sancionada, hasta que no entrega el poder al gobierno de Vinicio Cerezo (1986-1991)

[5] Decreto Legislativo 52-2005 Ley Marco de los Acuerdos de Paz.

[6] Por cierto, como dato patético, Guatemala se “separa” de la Federación Centroamericana, cuando ya ningún Estado de C. A. la integraba, es decir, ya no existía…