Por José Alfredo Calderón
Guatemala es un país con muchas particularidades, desde la forma de comunicarse hasta una tradición histórica que se mueve entre el dolor, el culto al sufrimiento, la mojigatería (bajo las peores formas de doble moral) y la resignación que pareciera endémica…Un período colonial penosamente caracterizado por la esclavitud de una mayoría indígena, el hedonismo de una élite ociosa e inculta y los aires aspiracionales de unas capas medias que –históricamente– juegan al “quiero estar pero no puedo, estoy pero no quiero”.
Una independencia espuria, caudillismos aldeanos, cachurequismos oscurantistas, hasta llegar al lapso fundacional de nuestro Estado moderno: La Reforma Liberal, germen de la patria excluyente, discriminadora y racista que hoy padecemos. “Todos somos el Estado” dicen, cuando se ignora que el diseño del Estado que ahora está en crisis, se basa en la democracia esclavista ateniense, excluyente por antonomasia.
Y así transcurre nuestra historia, entre golpes de Estado[1], una economía precaria y dependiente, campañas de desinformación y terror, ensayos permanentes de las peores formas de violencia y represión que instalaron un miedo endémico, una guerra de exterminio que duró 36 años y que nos marcó sin aprendizajes permanentes, pues a diferencia de Alemania, Japón, Corea y otros países que aprendieron de la guerra, a Guatemala solo le quedaron imaginarios decimonónicos en pleno siglo XXI y un enfrentamiento político aldeano que ni siquiera pasa por ribetes ideológicos en el estricto sentido.
Hago este esbozo histórico para tratar de entender la resignación endémica de una población que no llega a ser ciudadanía, de un territorio sin presencia del Estado, de una ficción soberana que nunca pudo ser y de una legalidad poética, pues sus textos no trascienden –en la práctica– la normativa positiva. Episodios coyunturales van y vienen y muchos de ellos, impregnados de dolor y sufrimiento. Somos el “país” de la eterna amenaza del estallido social, pues inmediatamente después de sucesos de alto impacto, se espera un despertar ciudadano pero lo que sobreviene es una “calma chicha”, la cual anuncia la resignación endémica. Finalizada la amenaza militar real de la guerrilla, se inaugura en 1984 una apertura democrática que solo abre válvulas de escape sin cambiar la esencia del Estado. Firmada la paz en 1996, cada gobierno ha tenido episodios que los ponen en las orillas de la ingobernabilidad y el caos, pero los mecanismos del sistema han logrado conjurar la escasa organización y protesta ciudadana.[2] Pero más allá de lo político, hay episodios eminentemente humanos que han causado conmoción e indignación, pero las características sempiternas de temporalidad, permiten parchar y hasta resucitar el sistema político. Los constantes “accidentes” de buses en los que casi siempre todas las víctimas son indígenas, la periodicidad de las muertes de pilotos de taxi y transporte público, las víctimas provocadas por los incendios periódicos en el “relleno sanitario” de la zona 3, los sucesos de la cumbre de Alaska, la muerte masiva de aficionados en el estadio “Doroteo Guamuch Flores”, el incremento de violaciones y embarazos de niñas y adolescentes, los fallecimientos de niños por desnutrición aguda en el “Corredor Seco”, las veintisiete víctimas descabezadas en El Petén, las bolsas con bebés descuartizados y el aumento de niños fallecidos por disparos de arma de fuego; los “accidentes” naturales que afectan siempre a los más vulnerables (deslaves, hundimientos, terremotos). Todas tienen en común tres cosas: 1) el disfraz de “accidente”; 2) la temporalidad de la indignación que en su momento causaron cada una; y 3) todas las víctimas eran pobres o extremadamente pobres y muchas de ellas, indígenas.
Espero que la tragedia del “Hogar Seguro Virgen de la Asunción”, en la que más de cuarenta niñas fueron víctimas mortales de un Estado ausente pero represivo, que además de marginar estigmatiza; logre romper el círculo histórico y la indignación permanezca lo suficientemente fuerte para atacar las causas de exclusión de un Estado que solo representa a minorías perversas. Sería terrible que la resignación endémica aparezca de nuevo…
- [1] Siendo el primero en el proceso de independencia, en donde un brigadier español opuesto a la independencia, es representante del imperio hispano por la mañana y en la tarde ya es el primer presidente de las Provincias Unidas de Centroamérica.
- [2] Se cuenta con un Estado fallido para cumplir las funciones sociales y económicas, pero la función represiva y defensora del sistema permanece casi intacta.
Historiador y analista político
Libre pensador y eterno soñador de un país diferente