Ciudad del Vaticano, Santa Sede |AFP
En el último episodio del duelo entre el papa y los conservadores, Francisco replica, con la ayuda de nueve cardenales, a carteles anónimos y un panfleto satírico, unas intrigas propias de la serie «House of cards».
El papa argentino quiere abrir la Iglesia a los fieles «en situación irregular», como los divorciados que se han vuelto a casar por lo civil.
El jefe de la iglesia católica deja al criterio de los obispos que los divorciados casados en segundas nupcias puedan recibir la comunión en algunos casos.
Una recomendación papal que saca de quicio a los guardianes intransigentes de un dogma milenario. Para ellos el matrimonio es indisoluble y las relaciones con un nuevo cónyuge constituyen un pecado mortal de adulterio.
Cuatro cardenales conservadores enviaron hace unos meses al papa una carta en la que lo acusan de sembrar confusión y le reclaman una respuesta a sus «dudas» sobre las recomendaciones sobre la familia publicadas en abril.
Entre ellos figura el cardenal estadounidense Raymond Burke, considerado el conspirador jefe, que pide incluso que se sancione al papa por «sus errores».
No es la primera vez que le lanza dardos. Lo hizo hace dos años, lo que le valió ser apartado de un puesto de responsabilidad en el Vaticano y relegado a jefe de la Orden de Malta.
Se sospecha que ha atizado una revuelta en esta orden católica, lo que llevó al papa a exigir a finales de enero la partida del gran maestre.
Francisco nombró el 4 de febrero al número tres del Vaticano para encarrilar de nuevo a los caballeros de Malta en el buen camino espiritual, relegando a monseñor Burke al rango de figurante.
Ese mismo día, los romanos se encontraron con más de 200 carteles anónimos pegados por la ciudad.
«Pero ¿dónde está la misericordia?», se leía bajo un retrato del pontífice argentino con semblante malhumorado; en otros pasquines se le acusa de haber «ignorado a los cardenales» y «decapitado la Orden de Malta». Hay una investigación en curso.
A la semana siguiente, el papa fue el blanco de la difusión de un falso «Osservatore Romano», el diario oficial del Vaticano, en el que lo ridiculizaban poniendo en su boca respuestas ambiguas a las preguntas de los cardenales descontentos.
– Cardenales al rescate –
El «C9», un grupo de nueve cardenales que asesoran al papa sobre reformas internas, no se quedó de brazos cruzados. «En relación con los acontecimientos recientes, el Consejo de los cardenales expresa su apoyo pleno a la acción papal», escribieron el lunes.
En el universo de la Santa Sede, donde el respeto al papa se da por sentado, este respaldo no ha pasado desapercibido. Permite a Francisco parecer menos aislado en los pasillos del Vaticano. También se puede interpretar como una señal de debilidad de sus detractores.
Uno de los cardenales del C9, el alemán Reinhard Marx, explicó el miércoles que el grupo no quería dramatizar, pero ya era hora de reiterar «lealtad al papa». «Está claro que tenemos discusiones y tensiones en la Iglesia, pero siempre será así», matizó.
Otro cardenal, a cargo de la interpretación de los textos legislativos, publicó un libro confirmando la posible comunión de los divorciados que se vuelvan a casar, o sea en sintonía con Francisco.
En los últimos meses el sumo pontífice, que goza de gran popularidad en el mundo, se defendió a sí mismo, precisando que dormía «como un tronco», ajeno a los que lo ven todo «en blanco y negro».
Sus enemigos lo acusan de «autoritario» pero él sigue moviendo ficha. Acaba de nombrar, por ejemplo, como arzobispo a un defensor a ultranza de los migrantes, aprovechando la jubilación de un conservador italiano.
Los vaticanistas, acostumbrados desde hace décadas a los sobresaltos en la Santa Sede, interpretan de distinta forma la versión papal de «House of Cards».
«Todo esto es la expresión de una gran resistencia frente a un papa que abre las puertas en todas las direcciones y que habla con ambigüedad», considera Sandro Magister, quien publicó en su blog la carta de los cuatro cardenales.
Luigi Accattoli disiente: «Ningún papa lo controla todo. Las resistencias, incluidas las de los cardenales, siempre han existido». «Hoy son más vivaces y numerosas» y, argumenta, «no estamos acostumbrados a una contestación de derecha».
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