Hacen falta héroes

MARIO FUENTES DESTARAC* Mario Fuentes Destarac


Paul Johnson dice que los héroes son aquellos hombres y mujeres que han enriquecido la historia por sus carreras o sus actos de conspicuo valor y liderazgo. Son personas que se han hecho famosas por sus excepcionales virtudes y acciones beneficiosas.

La Humanidad siempre ha honrado a los héroes, a esos personajes dignos de admiración, respeto y recordación, no solo en la milicia y la política, sino que también en la ciencia, la música, el arte y la literatura. Obviamente, se honra con especial devoción a los héroes que han luchado por la patria y el interés general y se conmemoran sus cualidades, ideales y hazañas.

En Guatemala honramos a nuestros héroes e, incluso, a generaciones heroicas como las de 1920 y 1944, que, a través de acciones memorables, liberaron a la población de las oprobiosas, crueles y retrógradas dictaduras de Manuel Estrada Cabrera (1898-1920) y Jorge Ubico Castañeda (1931-44), marcadas por el terror, el abuso de poder y el servilismo.

El derrocamiento de Estrada Cabrera, ocurrido el 14 de abril de 1920 tras la llamada Semana Trágica (del 8 al 14 de abril de 1920), fue consecuencia de la articulación de un movimiento cívico, encabezado por la oposición política, líderes estudiantiles y dirigentes obreros, que enfrentó con valor y decisión a las fuerzas armadas, que permanecieron leales al tirano hasta el final y que llegaron al extremo de bombardear indiscriminadamente la capital de la República.

Otro movimiento ciudadano, liderado por dirigentes magisteriales y estudiantiles, obligó a renunciar al dictador Ubico Castañeda el 1 de julio de 1944 y, junto a militares rebeldes, derrocó al régimen continuista de Federico Ponce Vaides el 20 de octubre de 1944, dando pie a la Revolución del 44, que abrió la puerta a la democracia institucional, al libre juego de opiniones y al pluralismo.

Inequívocamente, a lo largo de la historia, en épocas de desesperanza, oscuridad, temor y desconfianza, han surgido héroes que han promovido y liderado los cambios que han requerido las sociedades y los países, y que han reencauzado los procesos sociales, políticos, económicos y culturales hacia derroteros más promisorios y benéficos.

Sin duda, la democracia republicana guatemalteca atraviesa por un difícil momento, fundamentalmente debido a la ausencia de un liderazgo honesto, confiable y visionario, centrado exclusivamente en lo mejor para el país, y ajeno, por supuesto, a los intereses creados, a la codicia, a la simulación, a la demagogia y a la grandiosidad. La amenaza es grande y perturbadora, porque se advierte que podríamos estar cayendo en un pozo ciego, en donde impere el odio, el rencor, la confrontación, la espiral de conflictividad, la tribulación y el horror.

Son tiempos que demandan un nuevo heroísmo —que no debe confundirse con la simple celebridad—, armado de virtud, idealismo, patriotismo y espíritu de lucha, que lidere la renovación moral e institucional que necesita esta sociedad rota, llena de incertidumbre, miedo y decepción. Un liderazgo que crea firmemente en los valores humanistas, republicanos y democráticos, y que nos conduzca por los caminos de la reconciliación, la justicia, el fortalecimiento institucional, la prosperidad y la paz social.

El valor humanista está sustentando en la protección y defensa de los derechos inherentes al ser humano —vida humana, integridad personal, libertad, igualdad, seguridad personal y el desarrollo integral de la persona—.

El valor republicano se fundamenta en el imperio de la ley, que conlleva la supremacía de la Constitución, los límites al ejercicio del poder público, la separación de poderes —frenos y contrapesos—, la igualdad ante la ley, la protección y defensa de los derechos fundamentales, la administración de justicia independiente e imparcial, la alternancia en el desempeño de cargos públicos, el juramento de fidelidad a la Constitución, la rendición de cuentas, la responsabilidad derivada del ejercicio de la autoridad.

El valor democrático, según la Carta Democrática Interamericana de la Organización de Estados Americanos (OEA), supone la plena vigencia de la democracia representativa, basada en el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos.

Ojalá que este nuevo liderazgo heroico pudiera ser ejercido por una generación entera, joven, entusiasta y energética, con el apoyo de las reservas morales de la patria, que nos saque del círculo vicioso de la mediocridad, la corrupción, la intolerancia, la politiquería, el aturdimiento y el inmovilismo, que nos mantiene enfermos y decadentes, y conduzca al país por los senderos de la armonía en la diferencia, de la solución pacífica de los conflictos, de la economía social de mercado y del desarrollo integral para todos.

 * Abogado y Notario (URL). Máster en Administración de Empresas (INCAE). Catedrático de Derecho Constitucional (URL). Columnista del diario elPeriódico. Vicepresidente de Acción Ciudadana. Ex-Decano de Derecho (URL). Ex–Presidente del Centro para la Defensa de la Constitución (CEDECON). Ex–Presidente de la Cámara Guatemalteca de Periodismo. Ex–Vicepresidente del Tribunal de Honor del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala.