“ESTAMOS EN PAÑALES EN POLÍTICAS DE MITIGACIÓN”, Nelson Amaro, director del Instituto de Desarrollo Sostenible, de la Universidad Galileo.
Somos, según el experto, una de las naciones más vulnerables al cambio climático, a pesar de que nuestros niveles de contaminación apenas alcanzan el 1 por ciento a nivel mundial. Y argumenta que la generación de energía con hidroeléctricas puede ayudar al paliar el problema, pero estas no tienen apoyo social.
Maricel Diéguez/ mdieguez@cronica.com.gt
¿Cuán vulnerable está Guatemala ante el cambio climático?
Según Germanwatch, Guatemala aparece entre las 10 naciones más vulnerables al cambio climático. En otra clasificación de las Naciones Unidas, ocupamos el cuarto lugar y primero en América Latina.
¿Ver sequías por un lado e inundaciones por otro, al mismo tiempo, es efecto del cambio climático?
Esa es la característica del fenómeno. Hace más de 20 años, el 97 por ciento de los expertos consultados sobre el tema vaticinaron que los desastres naturales serían inundaciones y sequías extremas frecuentes. Los elementos principales para combatir el calentamiento y cambio climático pasan porque la energía eléctrica pueda generarse con base a agua, sol y mareas del océano, que permitan sustituir los combustibles fósiles.
¿Qué medidas concretas ha tomado el país?
Guatemala emite menos del uno por ciento del dióxido de carbono del mundo, pero es de los países más vulnerables. Hay dos componentes para tener en cuenta: la mitigación y la adaptación. El país ha incorporado medidas para aceptar las energías renovables en alto grado, con metas a determinados plazos, pero hay muchos problemas, ya que las principales riquezas de generación eléctrica son el agua, las hidroeléctricas, y allí la conflictividad social es enorme. Tenemos de 38 a 46 cuencas y más de 2.000 subcuencas, montañas y caídas de agua. Tenemos un potencial enorme, pero no aprovechado. Guatemala ya está entre los primeros productores de inversión solar. Hay una inversión de Mario Estrada -candidato presidencial- que promete mucho hacia el futuro.
¿Qué se puede esperar para los próximos años, tomando en cuenta los desastres en los últimos 20 años?
Si se galvanizan las alianzas, la coordinación se establece sobre base firme, pudiéramos lograr objetivos adecuados en el campo de mitigación. No separemos las agendas de mitigación de la factura petrolera. Si tomamos la vía del uso del agua y sol, en mayor medida para generación eléctrica, vamos a conseguir mayores logros. También podemos exportar madera, lo cual ya se hace, pero con el fin principal de que sean explotados sosteniblemente. Por ser un país vulnerable, debemos esperar que los períodos entre eventos extremos sean cada vez menores y que el efecto cubra más territorios y mayor cantidad de poblaciones.
¿Qué está haciendo Guatemala para adaptarse al cambio climático?
Se están haciendo planes en el corto plazo. Se está llevando a Paris -a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático- una serie de medidas para contribuir en el cambio climático. En agricultura se trabaja en el cambio del uso de suelo, cuidado y erosión; pero la escala de este problema es tal, que no es suficiente. Falta coordinación de los actores, priorizar nuestras vulnerabilidades y fortalezas, asignar recursos específicos para tener enfoques listos para la adaptación antes de que se produzcan los desastres, durante y después del evento, pero no hay en la escala suficientes hechos ni recursos para lo que hay que enfrentar.
Entonces, ¿estamos desprotegidos?
Sí. No hay conciencia total. Las áreas urbanas están dejadas a su desarrollo y hay muchas cosas indeseables en el ambiente urbano, como la contaminación sin controles. Es un hecho que se están descongelando los polos y el nivel del mar ha subido; las costas adquieren un valor estratégico, que hay que focalizar. En eso no se ha hecho nada. Hay cultivos que no van a ser propicios para este tipo de clima. El café, por ejemplo, deberá cultivarse a mayor altura. Estas son anticipaciones que hay que hacer. Ya tenemos el índice de riesgo, donde se habla de los primeros refugiados del cambio climático en Oceanía. Retroceder kilómetros los asentamientos urbanos, implica un cambio tremendo en el que no se está trabajando.
¿Cuál es la mayor amenaza?
La ubicación geográfica entre volcanes y dos océanos -con elementos de placas tectónicas-; así como exceso de agua por las lluvias, o sequía. La urbanización habría que enfrentarla, pero los alcaldes ni siquiera tocan el tema. No conocemos el grado de peligrosidad de las cuencas que existen en el país ni dónde se producen todas estas inundaciones que afectan a poblaciones. Habría que priorizar territorios vulnerables y abrirse a otras medidas.
¿Hacia a dónde vamos, en mitigación?
Tenemos el Instituto Nacional de Bosques y Áreas Protegidas, que no tiene la escala suficiente todavía, a pesar de que hay declinaciones importantes de foresta. No hay conciencia sobre el tema, pero también sobre los beneficios que se puede recibir, tomando en cuenta que somos un país rico en agua, y la energía alternativa es una gran oportunidad de desarrollo, inversión y oportunidades de trabajo, como ya lo está haciendo Brasil. Estamos en pañales en políticas de mitigación. Estamos en la etapa de aprobación de la ley de cambio climático. Hay otras leyes forestales pendientes, pero hace falta la ley de recursos hídricos, que todavía está en discusión. Las políticas nacionales del Ministerio de Agricultura, en cuanto al uso de suelo y erosión, están muy descoordinadas; las acciones de recursos no están priorizadas, y la toma de conciencia de los actores no está madura.
De 1998 para acá, no hay soluciones de fondo…
Estamos en una fase de programación, haciendo muchos planes y proyectos, pero falta mucha coordinación y priorizar esfuerzos conjuntos. El Gobierno anda en lo suyo, con diferentes instituciones; en la academia, igual. Cada uno por su lado. Estamos a un nivel de programación, de formulación, de mejorar la coordinación, los recursos, la claridad, respecto a las intervenciones que se van a hacer; planificar y medir en el corto, mediano y largo plazo.
¿Qué papel debe jugar el Ministerio de Ambiente?
Es un Ministerio que no fiscaliza el impacto ambiental. En vez de integrarse, vemos descoordinación entre los Ministerios de Ambiente y Energía.
El cambio climático no figura en la agenda de candidatos presidenciales…
Ellos están tratando que haya un foro. Estamos viendo ofertas y programas, pero, específicamente, no tiene mucho caudal político el tema. La política nuestra se caracteriza por el corto plazo. Este tema no está incorporado en la agenda a nivel internacional.
¿Cuánto cuesta al país el cambio climático?
Es complicado. Un estudio que realizamos recogió los datos de las tormentas y los espacios de tiempo entre unos y otros, desde 1998, con el huracán Mitch, que dan cuenta del costo mayúsculo para el país. Por ejemplo, la tormenta Stand costó casi el 3.4 por ciento del Producto Interno Bruto, lo que significa que todo lo que se trabajó para incrementar los ingresos de la población o crecimiento económico se perdió.
¿Qué se ha hecho en esta materia?
Observando los esfuerzos hechos a nivel nacional, encontramos bastantes legislaciones. Se aprobó una ley de cambio climático (decreto del 7-2013), pero sin recursos propios. Hemos tenido reuniones y reuniones, pero no hay fondos específicos.