- El anfitrión en la Copa del Mundo Francia’98 supo hacer valer su localía para alzarse con el título, por encima de Brasil (2do), Croacia (3o.) y Países Bajos (4to.)
“No tenía ningún sentido que yo estuviera ahí”. Laurent Blanc dijo eso, en 1998, y todo el mundo pensaba lo mismo. ¿Qué estaba haciendo el francés en el corazón del área chica? ¿Por qué, en ese momento del partido, merodeaba por territorio enemigo?
Estaba, en definitiva, catapultando a su equipo a los cuartos de final de la Copa Mundial que organizaba su país. “Hay un momento en el que hay que intentarlo y asumir la responsabilidad”, le dijo el hombre a FIFA en 2018. “Paraguay nos puso más problemas que cualquier equipo en el ’98. Probablemente fue el único encuentro en el torneo que no controlamos. El gol fue un gran alivio”.
No fue un gol cualquiera. Fue un Gol de Oro, gracias a la regla que se aplicó por primera vez en aquella Copa Mundial.
“Fue la alegría más increíble, hacer un gol así”, dijo en aquel momento Blanc. “Habíamos criticado al Gol de Oro en el pasado, pero le sacamos provecho. Lo que sentí cuando marqué es indescriptible”.
El gol de Blanc también tuvo un significado mayor, ya que los Bleus, exultantes, con Zinedine Zidane realizando el segundo y último partido de su suspensión, vieron que sus nombres podrían estar en el trofeo. “Ese fue el momento donde vimos que pudimos hacer: que el éxito estaba en nosotros”, cerró Blanc.
La XVI Copa Mundial de la FIFA™ fue la mayor de la historia: en ella participaron 32 equipos que disputaron 64 encuentros. Los ocho grupos, de cuatro selecciones cada uno, fueron repartidos por toda Francia, entre los diez estadios nuevos o remodelados. El partido inaugural y la final se disputaron en el espléndido Estadio de Francia, de reciente construcción, situado en Saint-Denis, al norte de París.
La participación de 32 países suponía treinta puestos de clasificación disponibles, lo que dio más oportunidades a equipos africanos y asiáticos. Los grupos de cuatro equipos también reflejaron la distribución geográfica, ya que todos ellos, excepto uno, contaban con dos selecciones europeas, una americana y otra africana o asiática.
Francia, la nación anfitriona, avanzaba con paso lento pero seguro hacia su cita con el destino. Tras hacer pleno en la fase de liguilla, encontró una encarnizada resistencia ante Paraguay y necesitó para clasificarse el primer (y hasta ahora único) gol de oro de la historia de la Copa Mundial de la FIFA™, logrado por el defensa central Laurent Blanc en el minuto 113. Italia fue su siguiente rival, y esta vez fueron los postes los que vinieron a su rescate. Roberto Baggio cabeceó fuera un balón cuando estaba sin marca en los últimos minutos de la prórroga y Luigi di Biagio envió al larguero el quinto y decisivo lanzamiento de la tanda de penales.
En semifinales, el país anfitrión se cruzó con la revelación del campeonato: Croacia. En su primera Copa Mundial de la FIFA™ tras la división de la ex Yugoslavia en varios estados independientes, los héroes de camiseta a cuadros de Miroslav Blazevic arrollaron a Alemania con un 3-0 en cuartos de final y, más adelante, dejaron de piedra a la afición local cuando Davor Suker, ganador de la bota de oro, adelantó a su equipo ante Francia después del descanso. Surgió entonces la figura; el lateral derecho Lilian Thuram eligió ese preciso momento para marcar su dos primeros goles como internacional y preparó una final de ensueño: Francia, el país organizador, contra Brasil, vigente campeona, que se había impuesto a Chile, Dinamarca y Holanda en las eliminatorias.
Así fue como, el 12 de julio, «llegó el día de la gloria», si tomamos prestada una línea de La Marsellesa, el himno nacional francés. Con un gol de cabeza en el minuto 27 y otro en el tiempo añadido de la primera mitad, el mediapunta Zinedine Zidane asestó a sus rivales brasileños dos golpes de los que ya no se recuperarían. A pesar de quedarse con diez hombres tras la expulsión de Marcel Desailly en el minuto 68, la fortaleza francesa no sólo resistió la acometida final de Brasil, sino que incluso marcó otro tanto, tras un contragolpe de Emmanuel Petit en el último minuto. El pitido final del colegiado marroquí Belqola, el primer africano que arbitraba una final de la Copa Mundial de la FIFA™, fue la señal para que todo el país diera rienda suelta a un éxtasis de júbilo. Tan sólo en los Campos Elíseos se dieron cita más de un millón de personas, que celebraron el triunfo bailando toda la noche.