Freerunner, jugando a ser un gato colgado de los tejados del París confinado

Ágil, Simon Nogueira deambula en los tejados de París. En pleno confinamiento, este aficionado al freerunning continúa escalando para deleitarse con un panorama excepcional sobre una ciudad deslumbrante.

Con una boina negra en la cabeza, unos calcetines adornados de caras sonrientes, una atestación válida para una escapada de una hora, Simon Nogueira llega en skateboard, totalmente relajado, delante de la puerta de un inmueble haussmaniano de ocho pisos.

Una ventana al fondo de un pasillo en el último piso aparece tras una escalera negra pegada a una pared, que conduce al tejado.

Silencioso, con pasos seguros, alcanza en un soplo de tiempo su lugar de juego. Frente a él, una correlación de tejados y edificios entre los que destacan la torres Eiffel y Montparnasse. Un poco más lejos, a la derecha, el Sagrado Corazón parece dominar la ciudad.

«Es una vista de locos la que se puede divisar desde los tejados, veo las cosas lejos. Normalmente, hay siempre esta polución luminosa, que obstruye mucho la visión. Tengo la impresión de que la visión se despeja, que se ve menos una cortina opaca. Tengo incluso la impresión de que veo más estrellas», afirma este enamorado de París, que pasea por los tejados tanto de día como de noche para practicar el Freerun.

Flirtear con el vacío

Afiliado al ‘parkour’, disciplina urbana creada por los Yamakasi en los años 90, el Freerun es un arte: el de pasar los obstáculos con su cuerpo, entre saltos y figuras acrobáticas, flirteando con el vacío.

AFP / Philippe Lopez El ‘freerunner’ Simon Nogueira salta en la azotea de un edificio el 26 de abril de 2020 en París

Un oficio pero también un arte de vivir para Simon Nogueira, una de las estrellas de la práctica, a quien se ha podido ver con los otros miembros del Team French Freerun Family en el video promocional del juego de video Assassin’s Creed.

«No voy siempre forzosamente a pasearme muy lejos, depende de la inspiración del momento, tengo la impresión de vivir como un gato, no planifico. No vivo mal el confinamiento», explica el parisino, acostumbrado a tomar un poco de aire saliendo de su domicilio por la ventana de su apartamento, en un séptimo piso.

«Me dejo guiar por la belleza de lo que encuentro. Si veo algo que me gusta a la derecha, voy en esa dirección, si veo un rayo de sol por otro lado, me dirijo por esa otra, y de pronto me aparece por azar un pared que es ‘escalable'», cuenta.

Fiestas en terrazas

Al inicio del confinamiento, pudo saborear como nunca el silencio. Ahora, el ruido se hace cada vez más grande, desde las calles donde la gente se aventura cada vez más, como en las terrazas de los edificios, ocupadas por confinados que se rinden a la llamada del sol.

AFP / Philippe Lopez El ‘freerunner’ Simon Nogueira salta en la azotea de un edificio el 26 de abril de 2020 en París

No lejos del freerunner, algunas familias se reúnen para hacer la fiesta sobre la terraza de un inmueble.

Desde abajo, una voz amplificada por un megáfono llama al orden a los pasajeros: es un coche de policía que serpentea este barrio residencial del distrito 19, en el norte de París.

Simon Nogueira sonríe. Es tiempo de volver tras haberse alimentado de «la energía muy particular» que encuentra en los tejados. En espera del fin del confinamiento para poder hacer excursiones por la calle, en busca de descubrimientos.

«Lo que tengo ganas de hacer, es ir lejos, partir. Sobre todo porque estoy confinado. Tengo ganas de poder de nuevo acercarme a otras personas. Tengo ganas de vivir y de viajar», añade.

No lejos de él, otro freerunner, también miembro de la French Freerun Family, espera paciente, también jugando a los acróbatas. En su salón. Johan Tonnoir, lesionado, no corre por los tejados en este momento. Toma aire desde su ventana.