Obligada a reinventarse tras perder su empleo por la pandemia, la florista carioca Roberta Machado recorre las calles de Copacabana vendiendo plantas a bordo de un clásico «Fusca», al que ha transformado en un colorido jardín ambulante.
«Mi casa siempre fue una floristería, porque me encantan las flores y las plantas. Escogí algo que adoraba, compré el auto y lo transformé en una nueva forma de ganarme la vida», explica a la AFP esta mujer de 51 años.
- Estacionado al lado de un gran árbol en la Avenida Nossa Senhora de Copacabana
- su Volkswagen «Fusca» color verde pistacho del 1969 despierta la fascinación de peatones y conductores
- de su interior, del capó abierto y hasta de su techo brotan coloridas flores (orquídeas, margaritas, girasoles, rosas, etc) que vende a vecinos e incluso reparte a domicilio.
Hasta hace cerca de un mes, Machado trabajaba alquilando cuartos para turistas y en una empresa de alquiler de pelucas. Pero la pandemia agotó sus dos fuentes de ingresos, como le ocurrió a millones de brasileños, y su vida dio un giro.
Lia Linda Flor
Bautizó su floristería ambulante como ‘Lia Linda Flor’, en homenaje a su madre, Lia, muerta en julio en medio de la pandemia. Cada día, antes de arrancar la jornada, pasa una hora montando minuciosamente su puesto con las flores compradas la víspera o en la madrugada en un centro de distribución y retocando hasta el más mínimo detalle.
Clienta frecuente, la agente de viajes Leila Autran compró flores para regalar a familiares de avanzada edad que siguen en cuarentena en Río de Janeiro.
«De la adversidad, ella [Machado] creó algo lindo», dijo a la AFP.
Copacabana es por ahora solo el comienzo. Su idea es llevar el aroma y los colores de su nuevo negocio cada vez más lejos.