Familia marista, orgullo liceísta

LUIS LINARES


Cada 15 de septiembre, cuando la banda del Liceo Guatemala regresa a la sede del colegio, se realiza un emotivo acto de relevo, donde los que se graduarán a final de año entregan la estafeta a quienes los sucederán en la dirección de la banda y sus diferentes secciones. Entre los numerosos puntos se incluyen unas palabras de representantes de las promociones que cumplen 25 y 50 años de haber egresado de las aulas maristas.

Este año invitaron a nuestra Promoción 1966 y me correspondió el honor de dirigir unas breves palabras a los entusiastas aunque ya cansados asistentes.  Me impresionó la muestra de identidad, unidad y camaradería que la banda genera entre sus integrantes, padres de familia, alumnos, exalumnos y profesores. Los desfiles de corte militar son a menudo rechazados y considerados anacrónicos, pero independientemente de los tintes marciales, es indudable que la vivencia de la banda, aun como simples espectadores, toca de lleno el corazón de quienes nos consideramos miembros de la gran familia Marista y sentimos el sano orgullo de ser liceístas.

Mi promoción inició su vida escolar en 1956.  Un año antes se denominaba Colegio de Infantes, encomendado a los Hermanos Maristas desde 1932. Pero luego de trasladarse en 1955 a la zona 5, el arzobispo Rosell y Arellano pidió a los hermanos que le devolvieran el nombre. Cabalmente ese año pasó a llamarse Liceo Guatemala. Yo ingresé en 1961, pero mis compañeros que estuvieron desde primer grado ya hicieron su primera comunión en la hermosa capilla bendecida en 1957.  Diseñada por el Ing. Alfredo Obiols, los frescos que la decoran son obra del maestro Carlos Rigalt.

Aunque he regresado muchas veces al colegio, este 15 de septiembre se agolparon los recuerdos.  Mentalmente recorría el edificio de la secundaria, de una arquitectura que medio siglo después sigue siendo muy moderna, diseñado por el Arq. Jorge Pasarelli. Terminado en 1967, pero en 1965 ya estrenamos las cómodas y amplias aulas.

Recordé los mensajes del Hermano Maximiliano Mediavilla, nuestro último director, quien nos hacía repetir un juramento a la bandera que aludía a una Nación unida bajo la protección de Dios, con libertad y justicia social para todos. La adhesión a esos valores es parte fundamental de la formación marista, como enfatizaron en el acto del 15 el Hermano Jesús, actual rector, y el director de secundaria, Ing. Carlos Navajas. Aun cuando hay ovejas descarriadas entre los exalumnos, como aquel que llegó a presidente y ahora disfruta lo mal habido en Panamá, podemos afirmar con mucha certeza que la mayoría de exalumnos seguimos compartiendo esos valores, junto con la responsabilidad, la solidaridad y la integridad.

Aparte de la enseñanza religiosa y en valores, el motivo principal por el cual nuestros padres escogieron al Liceo Guatemala, era la calidad de la educación que a lo largo 84 años han impartido los maristas. Hasta finales del siglo pasado la mayoría de los profesores eran Hermanos Maristas, lo que era un verdadero lujo, por su sólida formación, muchos de ellos con grado universitario y vocación por la enseñanza. El número de hermanos declinó fuertemente en años recientes, pero el Liceo se mantiene como uno de los mejores centros educativos de Guatemala.

También recordamos los años que nos tocó desfilar, con el uniforme de gala que aún se mantiene, y a nuestro abanderado Pablo Ricica; los campeonatos escolares de basquetbol celebrados en el Teodoro Palacios Flores, donde brillaron estrellas de nuestra promoción como Walter Curley, José Cofiño, Luis Casellas, Francisco Sierra, Roberto Hirst, Álvaro Muñoz, Carlos Ramos, entre otros; la catequesis en escuelas y colonias de la zona 5; las mañanas deportivas; el Mes de Mayo mariano; el Coro Asunción-Maristas; el cututuy de don Willy Santizo; los juegos de futío en los Helados Gloria; las celebraciones de fin de exámenes, con un litro de cerveza, en La Rosita de la Reforma; y un larguísimo etcétera.

En fin, tantos y tan gratos recuerdos de una época que nos dejó una buena formación y una cantidad de grandes amigos, con quienes celebraremos este mes de octubre la graduación de 108 bachilleres, incluyendo una misa de acción de gracias en la capilla liceísta, donde elevaremos una oración por nuestros 28 compañeros de promoción que se adelantaron a la otra vida.  Y pediremos larga vida para el Liceo Guatemala y la congregación marista, que en 2017 cumplirá 200 años de dedicarse a la enseñanza de la juventud.