La transición entre Gobiernos ha ido de menos a más. Antes no existía. El Gobierno entrante tomaba posesión un día x, y eso se repetía. Más recientemente, se creó el ambiente para que el Gobierno saliente entregara -al nuevo- documentos, datos presupuestarios e iniciativas de mayor interés.
Del intercambio, casi simbólico, se pasó a un objetivo mayor: usar un cierto tiempo después de los procesos electorales para convertirlo en momento de preparación del terreno y ajuste de piezas. Esta última idea es, en la práctica, un deseo de medios de comunicación, organizaciones sociales, entes académicos y ciudadanos en general, pero no ha sido algo concreto o previamente utilizado. El concepto de la transición ha ido ocupando un terreno en la agenda deseable.
En la práctica, el paso de la estafeta debería tener varios momentos de preparación previa. Nadie entra a una pista de obstáculos sin calentamiento, sin conocimiento de lo que se encontrará en el camino. Eso es especialmente relevante cuando el equipo entrante no cuenta con las suficientes luces ni los conocimientos previos de las complejidades del Estado y de la administración pública. La actual experiencia es desafortunada y desperdiciada. Quizá ello se deba a que el equipo saliente poco puede trasladar, más que un escenario de graves situaciones de crisis por todos lados. Quienes salen y quienes entran están casi en igualdad de condiciones. A esto se suma la poca seriedad de J. Morales, quien de inicio debió nombrar como su responsable al vicepresidente electo, Jafeth Cabrera. No lo hizo y ahora es tardío. Dejar que otros pinten la cancha puede resultar desastroso; mezcla de complacencia y pérdida de capacidad de maniobra. Pero no nos perdamos en los aspectos formales. En lo real, hay múltiples evidencias que la transición va, con tácticas en marcha y primeras evidencias. Ha hecho su arribo el grupo de avanzada, para comenzar a marcar el terreno en el ministerio de Gobernación.
Se han realizado diversos cambios, unos para llenar vacíos, pero otros para ocupar espacios claves, como es el caso de las designaciones en la Dirección General de Inteligencia Civil (DIGICI) en dos exmilitares, sobre quienes pesan graves acusaciones, algunas propias de las décadas más negras de nuestra historia y otras, recientes. Eso muestra que los cuadros oscuros no han salido de esa institución y que los compromisos del Acuerdo sobre fortalecimiento del poder civil y función del ejército en una sociedad democrática continúan en la categoría de pendientes.
Con tantos cambios en casi todas las instituciones del Ejecutivo, no es de extrañar que situaciones similares se estén dando en otras dependencias, bajo la complacencia, evidente o por omisión, del presidente Maldonado, y la satisfacción de los círculos que rodean a J. Morales. De poco sirve poner presión para conocer quiénes integrarán el futuro Gabinete si al final de cuentas su posible margen de maniobra será reducido, incluso marginal.
Es previsible que hayan uno o varios Gabinetes sombra, que los responsables de operar en el campo sean producto de esas eternas concesiones que pasan inadvertidas, si no fuera por las luces que afloran con los casos. Ojo con quienes se designen como gobernadores, puesto esencial para ordeñar los más de trece mil millones de quetzales que anualmente se destinan en el Listado Geográfico de Obras; igual con quienes ocupen las direcciones departamentales de instituciones del Ejecutivo, pero que no tienen vínculos reales o dependencia jerárquica de ministros y secretarios, y terminan haciendo de las suyas y las ajenas teniendo como aliados y jefes a los diputados (especialmente distritales), alcaldes y miembros de concejos municipales.
La transición funcional es efectiva; no solo está sirviendo para rearticular intereses y actores, sino para diseñar nuevas estrategias de actuación, ahora que el menú clásico ha sido detectado por el MP y la CICIG. Guatemala seguirá siendo inviable como sociedad si nos conformamos con ver los especímenes mayores, los que aparecen en los titulares o en los grandes escándalos. Las piezas claves de esas estructuras son los seres imperceptibles para la vista común, los bichos de pequeño tamaño, las redes microscópicas que deambulan siempre al margen, y en la penumbra se recomponen para continuar operando.
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Ojo con quienes se designe como gobernadores, pues ellos manejan más de Q13 mil millones anuales