ENFOQUE: Turismo y migrantes, dos crisis de largo plazo

Gonzalo Marroquín Godoy

La recesión mundial y local golpeará a todos los sectores, pero algunos recibirán un impacto más fuerte y duradero.

Timoteo trabajaba en un hotel de mediana capacidad en Panajachel, uno de los centros turísticos de mayor demanda del país. A inicios de marzo, a los 26 empelados permanentes se sumaron seis colaboradores temporales con miras al incremento de la demanda que todos los años se registra para verano y, particularmente Semana Santa, la mejor época para este tipo de empresas turísticas.

El 13 de marzo se conoce el primer caso en Guatemala del coronavirus covid-19 y el Gobierno inicia con las medidas de aislamiento, que en poco tiempo provocan el cierre de las actividades en diversos sectores, entre ellos hoteles y restaurantes.  En cuestión de horas se caen todas las reservas.  La administración espera hasta finales de mes para ver el rumbo de los acontecimientos.  A principios de abril se anuncia la temida decisión: la mitad del personal queda despedido –se les ofrece el pago de indemnización y prestaciones–, siete más aceptan quedarse trabajando medio tiempo, –con medio salario– y solamente seis permanecen para realizar tareas de mantenimiento o en el área administrativa.

Este ejemplo permite ver dos realidades complejas.  Por un lado, una empresa que tiene que buscar medidas para mantenerse a flote y sobrevivir y, por el otro, el drama humano de los empleados cesados que se quedan sin el trabajo que permite llevar el sustento familiar. Si la empresa no procede al recorte laboral se hundirá sin remedio.  Esto está sucediendo en el sector turístico en casi todas las empresas del sector: hoteles, restaurantes, tour operadores y agencias de viaje, principalmente.

He platicado con varios empresarios de este sector, y todos coinciden en que la crisis que ya tienen encima se agudizará en las próximas semanas, pero no terminará en el momento en que el presidente Giammattei levante las restricciones de movilidad y permita que reabran los negocios.  La razón es sencilla, el turismo externo tardará muchos meses en restablecerse y el interno no crecerá de la noche a la mañana, porque al terminar la emergencia sanitaria, la economía de las personas estará demasiada golpeada.

El asunto es que si el sector turístico colapsa, volver a levantarlo será lento y más costoso.  Por esa razón, el Gobierno debiera elaborar un plan específico para ayudar al mantenimiento y luego fortalecimiento del sector.  El acceso a financiamiento debe ser inmediato y luego pensar en políticas e incentivos a mediano y largo plazo.  De lo contrario, no se podrán recuperar los puestos de empleo que se están perdiendo ahora, ni volverá la pujanza en esta actividad.  Aún con todo esto, la famosa industria sin chimeneas, la pasará difícil durante este año y el 2021.

Por otro lado, los migrantes guatemaltecos en Estados Unidos también están viviendo momentos complicados y no parece que su situación vaya a mejorar pronto, si es que mejora.  Por el momento, la dificultad que enfrentan es parecida a la de los empleados del sector turístico aquí: a diario aumenta el desempleo y deben aceptar ­–cuando lo encuentran– cualquier trabajo, con menor salario que el que antes recibían.  El anuncio del presidente Trump de cerrar aún más las fronteras a cualquier migración para proteger los empleos de los maravillosos estadounidenses, no hace más que demostrar que, una vez más, utilizará el nacionalismo –promoviendo además xenofobia– como argumento de campaña para reelegirse.

Eso no puede tener otro resultado. Más desempleo allá y menos dólares para acá.  Ya se ha sentido la baja.  Algunos estiman que la caída pueda ser del 10 o 12% en el envío de remesas.  Yo me temo que será más que eso y aquí tendremos un doble efecto negativo: por un lado, la pérdida de ingresos para cientos de miles de familias, disminuyendo el consumo y su nivel de vida –lo que agudizará los niveles de pobreza y pobreza extrema–, y por otro, menos divisas para mantener la estabilidad cambiaria.

No es fácil en este momento predecir si Trump tiene o no posibilidades de triunfo en las elecciones de noviembre.  Lo que sí es seguro, es que si logra su reelección, esta situación no será reversible en largo tiempo.

Si revisamos otros sectores o grupos sociales encontraremos también cuadros negativos.  Nada parecía indicar que algo de esta magnitud sacudiría a la humanidad.  El mundo está de cabeza en este momento.  Lo que era, ya no es.  La caída del precio del petróleo es otra muestra de la forma en que suceden cosas antes inimaginables. 

El Gobierno, los diferentes sectores productivos y la sociedad en general debemos ser muy creativos para ir encontrando salidas a la crisis que se avecina.  El Congreso, que es tan poco confiable, debiera estar ya escuchando a los representantes sectoriales –empresariales y grupos sociales–, para entender la necesidad de legislación que se viene.  Si bien estamos semiparalizados, es tiempo para planificar, para anticiparnos a lo que viene y empezar a trabajar para que el daño directo y el colateral sean lo menor posible.