ENFOQUE: ¿Soy de izquierda o de derecha?… como etiqueta

Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral. (José Ortega y Gasset).

Gonzalo Marroquín Godoy

Yo crecí en la época en que el mundo vivía la llamada Guerra Fría (1947-1991), una confrontación muy ideológica que tenía como cabezas principales a Estados Unidos, como la derecha, y a la Unión Soviética (URSS), como la izquierda.  Se marcaban diferencias también como sistemas, uno capitalista y el otro comunista.

Por diferentes causas y distinta forma, Guatemala se vio envuelta en aquella guerra que tenía mucho de estrategia geopolítica y es así como Estados Unidos interviene para derrocar a Jacobo Arbenz, a quien se vinculaba con la izquierda, y se utiliza al movimiento de liberación, como representante de la derecha.

Desde aquella época se viene poniendo etiquetas a las personas.  Como luego se sucedieron gobiernos militares apoyados por Washington –precisamente por la Guerra Fría–, quienes no estaban de acuerdo con el régimen, eran tildados de izquierdistas

Si a eso se suma que en 1963 surge el movimiento guerrillero apoyado por la Cuba comunista de Fidel, pues no es difícil entender como se radicalizan las posturas en el país.  La polarización se vuelve marcada: de un lado la derecha y del otro la izquierda.  Lamentablemente –como suele suceder– con la voz dominante de las extremas de ambas corrientes.

En esa época, si alguien pensaba como Ortega y Gasset, repudiando las etiquetas ideológicas, no importaba.  Si estaba a favor del régimen era de derecha y si estaba en la oposición, era de izquierda… ¡punto!

Con el fin del conflicto armado, que se prolongó de 1963 a 1996, baja la intensidad y el uso de etiquetas. Aparentemente mejorábamos como sociedad y al parecer se ampliaba el abanico de pensamiento político.  Esto pasaba también en el mundo en general, sobre todo, cuando cae el Muro de Berlín.

Pero aquí, aquella confrontación ideológica entre izquierda y derecha brota nuevamente cuando, por conveniencia, se busca dividir a la sociedad.  La lucha contra la corrupción nos había unido a la mayoría en el año 2015.  Sin embargo, para quienes no querían que prosperara todo el trabajo que había realizado la CICIG, era más fácil combatirla si se le hacían señalamientos ideológicos.  Entonces, la lucha contra la corrupción se vuelve una batalla ideológica.

Son muchas las personas y grupos de poder que se ven envueltos en esta lucha mal intencionada.  Volvieron las etiquetas, que solo pueden servir para personas que caminan por la vida como caballos con anteojeras –para no mirar más que para el frente–, sin percatarse que el mundo ha evolucionado y que hay mucho más allá que las pinches izquierdas y derechas, porque ambas corrientes tienen cosas buenas y las malas se encuentran, en ambos casos en los extremos.

A mí, por estar en contra de la corrupción y la impunidad, me quieren clavar la etiqueta de izquierdista. No me gusta.  He adversado públicamente y con actos en sus respectivos países, a dictadores como Daniel Ortega, Hugo Chávez, Rafael Correa y otros.  No me gusta la etiqueta de izquierdista, aunque siempre digo que si eso es por creer que deben atenderse los problemas sociales del país, proteger el ambiente y querer una Guatemala más justa, pues entonces entiendo lo que me quieren decir.

Creo en la libertad, por supuesto.  Creo en la propiedad privada, pero creo en el Estado obligado a velar por el bien común –como además lo establece la Constitución–.  De verdad que es torpe seguir pensando en las etiquetas ideológicas. Pensemos en Guatemala, en los guatemaltecos todos.  Hay que repudiar la corrupción, la impunidad, el racismo, la discriminación y aplaudir el desarrollo integral, con justicia social.

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