El dolor es sufrimiento, y llegó con la pandemia; la incertidumbre es falta de seguridad y certeza, y llegó también con la pandemia, pero se agrava por la crisis política.
Gonzalo Marroquín Godoy
Todos los años al despedir el Año Viejo y saludar al Año Nuevo, se hace un brindis por lo que ha quedado y lo que está por venir. Este 2020 es muy diferente. Ha sido un año aciago, que ha traído cosas malas, principalmente por la pandemia, pero también en el plano político, en donde hemos visto que se arrastran los vicios del pasado.
Ciertamente es bueno que se vaya ese Año Viejo, pero lo malo es que no hay visos de que el 2021 pueda ser mejor. Y conste, no soy pesimista, simplemente que no se vislumbra que el tema del covid-19 vaya a terminar pronto, como tampoco hay indicios como para pensar que veremos un cambio de la clase política dominante, que no suelta el control de los tres poderes del Estado y menos saca sus manos de las arcas públicas. Se sabe protegida por la impunidad que le brinda el control que tiene sobre la justicia.
Vergonzoso es el cierre que el Gobierno ha dado al año con el tema del bono para los empleados de salud, el cual se les ha venido negando desde octubre pasado, mientras se sabe de uno y mil negocios multimillonarios, para los cuáles nunca faltan fondos y, por el contrario, se hacen en un santiamén, mientras se les niega el pago a esos héroes que han dado todo –muchos hasta la vida–, para combatir el covid.
Ese es un buen ejemplo de la falta de visión y de prioridades en la administración pública. A los diputados no se les retrasa ni un día su sueldo, aunque a cambio, traicionen constantemente la voluntad popular. Pero claro, en el Congreso domina la alianza oficialista, más atenta a llevar agua a su molino que en legislar en los aspectos verdaderamente sensibles, ¡y necesarios!, para promover cambios positivos.
Para los soñadores, el 2020 se inició lleno de expectativas. Claro, se debe reconocer que la pandemia golpeó y cambió cualquier plan que tuviera el Gobierno –si es que lo tenía–, pero lo malo no está en lo que se dejó de hacer, sino más bien, en todo lo que se ha hecho. El presidente Alejandro Giammattei optó por ser más de lo mismo.
Si no, basta ver los titulares que elPeriódico, publica continuamente, destacando negocios, empleos y posiciones que se reparten entre los políticos, sus financistas y secuaces. Se crean plazas para los amigos y las compras se dirigen a los financistas, amigos o parientes. Es una danza de millones, mientras el país crece… en pobreza, desnutrición y dolor.
Bien dicen algunos que es una corrupción transparente, ¡porque ya ni se esconde! Entre enero y marzo, veremos todo tipo de porquerías de la clase política para tener el control de la Corte de Constitucionalidad (CC), así como la elección amañada de magistrados. Más claro, ni el agua limpia.
Si vale un brindis este fin de año, lo hago por los trabajadores de la salud que han luchado contra el covid, lo hago por aquellos que mantienen en alto el estandarte que exige cambios, lo hago por los luchadores contra la corrupción y la impunidad, lo hago por los valientes migrantes, perseguidos en EEUU y aquí mismo, que no claudican y apoyan tanto el sostenimiento de nuestra economía.
¡Que se vaya el 2020! Sí, pero que no bajemos la cabeza en el 2021, que se mantengan nuestros sueños de ver un cambio en el país. La tarea no es fácil, la lucha es desigual, pero Guatemala merece un mejor futuro. Brindemos porque venga algo mejor con el Año Nuevo.