ENFOQUE: Maduro lleva a Venezuela al caos y la confrontación

Gonzalo Marroquín Godoy

 Desde el año pasado, el presidente Nicolás Maduro se niega al diálogo para buscar una salida a la crisis que vive Venezuela. Este año, la oposición se decidió–como medida desesperada– a tomar las calles para protestar. Han sido más de 100 días de violentas manifestaciones, con saldo de al menos 112 personas muertas, ya sea por fuerzas de seguridad o grupos de choque chavistas.

Venezuela, el segundo país más rico en reservas petroleras, tiene una economía fallida, con un desabastecimiento increíble, una tasa inflacionaria de tres dígitos –algunos hablan hasta de más del 500 por ciento para este año–, mientras la inversión, nacional y extranjera, ha caído a los niveles históricos más bajos.

Tras la elección arbitraria que impuso el domingo,

cierra los espacios para dialogar con la oposición.

La salud pública es un desastre; el gobierno es incapaz de atender los programas sociales. Maduro, por supuesto, culpa de toda esta crisis a los ‘oligarcas’ y a la comunidad internacional que respalda a la oposición, particularmente Estados Unidos y la Unión Europea (UE).

Yo estuve en varias ocasiones en Venezuela para denunciar desde adentro de ese país sudamericano las violaciones constantes a la libertad de expresión. Fue más bien en la época de Hugo Chávez –el padre putativo en cuanto a política de Maduro–, cuando se definió que el chavismo debía perpetuarse en el poder a cualquier costo, aun mancillando los principios democráticos. Es decir que Chávez trazó el camino que ahora intenta transitar su heredero.

Ya entonces se veía Venezuela muy dividida. La semilla del odio y resentimiento ha germinado con fuerza, lo que explica la razón por la cual Maduro se sostiene y cuenta con algún soporte social, aunque cada vez menor por la crisis económica, agravada al haber destruido el aparato productivo.

Hay que recordar que la oposición logró un victoria en las urnas y se hizo del control de la Asamblea Nacional. Esto colmó a Maduro, quien hizo que la Suprema Corte desconociera al que está llamado a ser el organismo más representativo en una democracia.

En la práctica, es un golpe de Estado. Ahora se profundiza este golpe. En medio de la crisis de protestas callejeras, el dictador venezolano se saca de la manga la creación de una nueva Constituyente, la cual tendrá poderes absolutos. Se dice que por encima del Presidente, pero todos saben que será Maduro y su gente la que moverá los hilos de las marionetas que asumen este mismo días sus funciones.

Si ya se vivía un caos, ahora la situación solo podrá empeorar. La solución que Maduro tiene, es la de endurecer su puño y el de los militares que le apoyan. Prueba de ello es que ayer envió de vuelta a la cárcel a los dos líderes más importantes de la oposición. Leopoldo López y el ex militar Antonio Ledezma, quienes estaban bajo arresto domiciliario.

Pero si cree que de esa forma llevará estabilidad a su país, se equivoca de cabo a rabo. La situación irá de mal en peor. La presión internacional no cederá y parece poco probable que Maduro pueda mantenerse en el poder indefinidamente, por más que su Asamblea haga los cambios que él desea. Las fuerzas opositoras irán creciendo y sus aliados debilitándose, pero eso si, el pueblo sufriendo las consecuencias.

Para colmo de males, se sabe ahora que Odebrecht le habría financiado con US$25 millones su última campaña electoral. Esa sola noticia debiera ser suficiente para sacarlo de la Presidencia ­–lo mismo que terminar con la popularidad del opositor Henrique Capriles, quien habría recibido US$15 millones–, aunque ahora dirá que son noticias que buscan desprestigiarlo.

Venezuela es un barco a la deriva… con un capitán que no tiene ni idea de cómo manejarlo.

LEA ADEMÁS: Ejemplo de como se integra la Constituyente de Maduro

(Es sobre la elección del hijo de Maduro y su madrastra para la Asamblea venezolana).