ENFOQUE: Macron y Trump, Liderazgos diferentes

Gonzalo Marroquín Godoy

 El mundo está viviendo una etapa compleja, violenta, confrontada. Hay situaciones y conflictos bélicos, migratorios, comerciales, ambientales, religiosos y hasta por género. Países o bloques que antes eran aliados, ahora se vuelven competidores. El terrorismo, narcotráfico, crimen organizado y corrupción, están a la orden del día. Cabe perfectamente decir que el mundo está loco, loco, loco –como se llamaba una película del siglo pasado–.

Medio Oriente sigue siendo la región más explosiva del Planeta, y los grandes intereses de las potencias se ven reflejados en su participación militar. Corea del Norte intenta intimidar, los extremistas musulmanes amenazan a occidente, en los cinco continentes se ve un debilitamiento de la fe religiosa y las sociedades protestan contra los políticos, sin tener resultados concretos la mayoría de las veces, como sucede en Venezuela.

El mundo –al igual que Guatemala–­ demanda

cambios. Para lograrlos se necesita liderazgo

En medio de ese mundo convulso, este año han surgido dos nuevos líderes mundiales: Emmanuel Macron en Francia y Donald Trump en Estados Unidos. Dos estilos diferentes con visones igualmente distintas. El primero es un ejemplo de un buen liderazgo. Pese a su juventud, el presidente francés está impactando positivamente en Europa, al extremo de mostrarse con solvencia para criticar a la propia Unión Europea (UE), y demandare que se retome el camino. A llegado a reconocer que los británicos enviaron un mensaje al bloque comunitario con el Brexit, al que mira como llamado de atención porque no se han hecho del todo bien las cosas.

En muy poco tiempo su voz se escucha incluso más fuerte que la de la canciller alemana, Angela Merkel, hasta ahora, la principal líder de la UE. Macron es la prueba de lo que se puede lograr cuando hay un líder correcto, determinante y asertivo. Su actitud es tal, que hasta se da el lujo de decir que le quiere tender un puente a Trump, para que no se vaya a quedar aislado, peligro que parece flotar en torno al hombre de la Casa Blanca.

Y es precisamente con él que se puede hacer la comparación. Macron está logrando cosas en su país, Europa y la comunidad internacional en términos generales. Ha logrado que las nuevas generaciones recobren un poco la credibilidad en los políticos. Ganó ya sus primeras legislativas, lo que supone un éxito importante.

Se muestra conciliador, quiere contribuir a mejorar las relaciones de la UE con el resto del mundo –incluso con EEUU­–, y está a favor de luchar por salvar el planeta. Su país ha sido el primero en comprometerse en dejar de fabricar autos de gasolina y diesel para el año 2040. Entiende que las relaciones deben ser en base a respeto y que se debe trabajar con visión de futuro.

Trump en cambio, es intolerante, abusivo, guerrero, proteccionista, hace uso de todo tipo de tráfico de influencias, y ha exacerbado el nacionalismo estadounidense al máximo, hasta provocar divisiones en una sociedad bastante estable.

Los dos dicen estar a favor de cambios drásticos, pero uno lo hace con ese estilo incluyente, mientras que el otro trata de imponerlo por la fuerza a propios y extraños.

Guatemala parece un microcosmo de ese planeta. Salvo las guerras y el terrorismo, tenemos todos los demás problemas descritos o mencionados y no se ve una solución a corto plazo. ¿Las razones? Son muchas en realidad, pero una de ellas –y muy importante–, es la ausencia de líderes. Las sociedad, los países, los bloques, se mueven en base a liderazgos, sin los cuáles, no se puede esperar que lleguen los cambios o que se avance en la dirección correcta.

Tener una especie de Trump sería terrible. Ojalá que en el futuro muy cercano surja un Macron –o mejor si más de uno–, para que podamos elegir adecuadamente. Falta mucho tiempo para las elecciones, pero hay que principiar a detectar a los líderes potenciales.