ENFOQUE: Los incendios que prende el presidente

Gonzalo Marroquín Godoy

Como si fueran pocos los problemas que ha traído el covid-19, Giammattei abre otros frentes innecesarios; se vislumbran brotes de conflictividad social.

Gobernar tiene que ver con resolver problemas de todo tipo, pero cuando es el propio mandatario el que los crea, está debilitando la institucionalidad.  Jimmy Morales es ejemplo de un mal gobernante que quemaba por donde pasaba, pero ahora el presidente Alejandro Giammattei sigue esos pasos y, en medio de la peor pandemia en más de un siglo, se esfuerza por provocar él mismo focos de controversia y malestar.

La semana que termina deja un balance muy negativo para un presidente que mañana domingo debe hablar nuevamente a la población sobre las medidas por la pandemia, mientras sufre un desgaste por diversas acciones que ha tenido en estos días, las cuales no le dejan para nada bien parado.

El caso más significativo fue su visita a San Juan Comalapa en donde no tuvo la paciencia de escuchar a un líder indígena que le planteaba sus puntos de vista sobre la problemática nacional, y no solo lo interrumpió cuando hablaba, sino además le propinó un regaño porque supuestamente quienes cultivan verduras no pagan impuestos y exigen buenos servicios hospitalarios.  Esto, entre otras cosas que le cuestionó el Señor presidente, al representante comunitario.

La respuesta de las autoridades indígenas ancestrales no se hizo esperar. Calificaron de racista la actitud de Giammattei, al extremo de suspender la visita programada por el mandatario ayer a Totonicapán.  Un error torpe e innecesario del mandatario. Él está llamado –más que nadie– a promover que en el país se erradique el racismo y la discriminación.  En vez de eso, ahonda –como también lo hizo en su momento Jimmy Morales–, ese racismo que tanto daño hace al país.

Pero no ha sido todo durante la semana, porque Giammattei parece atraer y/o provocar problemas.  Convocó a Santo Tomás a un grupo de diputados, a los que se les vincula con el llamado Pacto de corruptos, para tratar temas de su interés, incluyendo en la agenda analizar la posibilidad de descabezar la Procuraduría de los Derechos Humanos y la Corte de Constitucionalidad.

Más que una metida de pata, la reunión fue una conspiración contra dos instituciones que no agradan al mandatario y al grupo político que se ha aliado con él en el Congreso.  Lo mismo que Jimmy Morales, parece aceptar que no se respete el Estado de Derecho y, en vez de hacer un llamado a que se respete la Constitución, prefiere sumarse al grupo que quiere controlar cortes y cualquier institución que promueva el cese de la impunidad.

Además, confirma lo que todo el mundo sabe: el Congreso es sumiso ante el mandatario.  Ya antes había metido sus manos en la elección de Junta Directiva del Legislativo.  La Constitución establece independencia entre los tres poderes del Estado.  Es decir, que Giammattei no solo conspira, sino hace más notoria esa falta de independencia.  Ya el pasado miércoles comenté también la mala decisión que supone pretender gobernar y controlar situaciones de seguridad a base de los tristemente célebres estados de Sitio, que tampoco le ayudan a mostrarse como un gobernante con habilidades.  Otra vez –y eso no ayuda–, hace lo mismo que Jimmy Morales.  Por cierto que a nadie le gustaría que le compararan con un presidente como ese.

Y sobre el covid-19, ya se ha vuelto recurrente que los sacrificados médicos y salubristas del hospital Roosevelt se quejen por la falta de insumos para su seguridad y para el mejor tratamiento de esta mortal enfermedad.  Ellos se quejan, las autoridades –empezando por el presidente–, dicen que tienen de todo.  Ellos se quejan, la respuesta es la misma.  Ahora le pidieron una especie de careo público como última instancia y, por supuesto, Giammattei no aceptó, porque sabe que no se han hecho bien las cosas, como tampoco han fluido los programas sociales en el tiempo y necesidad de las personas.

Bueno, solo falta que mañana domingo vuelva a dar una metida de pata, como aquella –que después negó–, cuando dijo a manera de regaño a la población, que cerraría el país por quince días, provocando caos nacional.