ENFOQUE: Lluvias, desastres = + pobreza y + inmigración

Gonzalo Marroquín Godoy

Nos llueve sobre mojado.  La pandemia primero y luego Eta; demasiado para un pueblo tan empobrecido que tiene que ver siempre hacia el norte.

En la radio escucharon que se acercaba una tormenta tropical y que llovería durante varios días.  No hubo una alerta de prevención temprana eficaz.  El agua cae y cae, no llega tanto viento, pero no cesa de llover en una zona que ya de por sí, recibe mucha agua durante el invierno. Los ríos crecen y se escuchan retumbos por las piedras que arrastran. Alta Verapaz está a punto de vivir una tragedia.

Una madre grita de sufrimiento al sentir que la correntada le arrebata a su hijo de apenas diez años, que se pierde en un tumultuoso río.  Atrás queda su familia desolada. Además, el grupo familiar ha perdido las pocas posesiones que tenía en su humilde vivienda, mientras las aguas desbordadas arrasaron con la pequeña plantación de maíz y frijol que servía para su pobre sustento diario. 

Son miles y miles las familias –que ya vivían en la pobreza–, que han perdido en un abrir y cerrar de ojos sus pocas posesiones y muchas de ellas lloran hoy la muerte o desaparición de un ser querido.  El paso de la tormenta Eta ha sido devastador para Guatemala y, como muchas otras veces, habrá que iniciar un proceso de reconstrucción, no solo de viviendas e infraestructura, sino también del tejido social.

Conred no mostró la eficiencia que debiera tener una institución permanente, que debe prevenir y anticiparse a los efectos de cualquier desastre natural.  Reaccionó, pero no anticipó adecuadamente.  La vio venir, como se dice en buen chapín, pero no actúo de la mejor manera preventiva, lo mismo que sus primeras acciones fueron lentas y la ayuda se retrasó por los daños de infraestructura y mal tiempo, pero también porque se movilizó hasta que ya la tragedia había ocurrido.

Habría que fiscalizar para ver cómo invierte su presupuesto Conred, porque tiene más burocracia que eficiencia.  El Salvador reaccionó con mayor rapidez y capacidad para enviarnos ayuda.

Pero la realidad es que Eta ha provocado un desastre de proporciones gigantescas, principalmente en el orden social.  Lo primero que viene a mi mente al ver, escuchar y leer tantas noticias con testimonios desgarradores, son los efectos que se vienen encima de tanta gente pobre.  Sin duda que muchas familias verán a lo interno para decidir quien inicia viaje hacia Estados Unidos, para hacerse de los dólares suficientes que les permitan volver a empezar sus vidas.

No se dará una caravana como las que han salido de Honduras en meses pasados, pero seguramente será una avalancha silenciosa que partirá hacia el país del norte.  No habrá peligro ni amenaza que detenga a estos guatemaltecos luchadores, porque saben que aquí, muy poco o nada es lo que hará el Gobierno para que puedan salir adelante. Mucho me temo que sea una migración obligada para los más damnificados.  Si no, solo recordemos el famoso Bono familia que se creó con miles de millones de quetzales para atenuar los efectos de la pandemia y el mismo llegó tarde, en un término de más de seis meses y mal o nunca, en muchos casos.

Ojalá que al frustrado Mr. Trump no se le ocurra marcar sus últimos días con políticas migratorias represivas, pero también ojalá que Joe Biden demuestre para con los migrantes una mejor actitud.  Por cierto, ha prometido favorecer a 11 millones de indocumentados y a los famosos soñadores, pero no estaría mal dar un trato especial a los damnificados de la tormenta Eta. Y finalmente, ojalá que esta nueva calamidad no sirva para que los avorazados funcionarios se sigan sirviendo con la cuchara grande de la corrupción. Ya veremos.