Gonzalo Marroquín Godoy
El tema de la reelección en los cargos públicos ha sido motivo de debate en Guatemala y Latinoamérica en general, sobre todo porque después de las dictaduras militares que dominaron la región durante gran parte del siglo XX, se buscaba en las constituciones y legislaciones limitar el número de mandatos, al menos continuados.
Nuestra Constitución de 1985 se cuidó de prohibir la reelección presidencial, pero se dejó abierta la puerta a la reelección continuada –sin límites– para alcaldes y diputados. El resultado lo tenemos a la vista. Los alcaldes utilizan los recursos de la comuna para sus campañas electorales, cuando no todo el aparato de la burocracia municipal –alcaldes auxiliares y estructura organizacional–.
Tenemos el mal ejemplo doméstico con alcaldes y diputados. En Latinoamérica, algunos presidentes se aferran al poder.
Los diputados, muchas veces apoyados por fuerzas oscuras, logran su reelección por el sistema electoral de votación, y por eso apenas se ven cambios de un congreso a otro. Por supuesto que, a la par de las reelecciones, va creciendo la ambición y la corrupción. Ejemplos sobran en alcaldes y diputados.
Cambiar eso requiere una reforma constitucional, lo que nos permite suponer que no sucederá pronto. Al menos tenemos la tranquilidad que los presidente no tienen esa opción.
Traigo el tema a colación por lo que está sucediendo a nivel latinoamericano, en donde cada vez más, algunos gobernantes retuercen leyes y manipulan las elecciones, con tal de seguir en el cargo una y otra vez. No les importa si para ello hay que manosear la Constitución o las leyes. Lo que buscan es seguir en el poder –lo mismo que aquí los alcaldes–.
En la vecina Honduras se ha armado una gran polémica. Primero, se preparó la mesa para que el presidente Juan Orlando Hernández pudiera reelegirse, y ahora –al parecer– se está dando un gran manoseo del escrutinio por parte de las autoridades electorales que cinco días después de las elecciones (viernes) eran incapaces de dar los resultados definitivos y disipar todas las dudas.
Hernández es de derecha y el candidato opositor, Salvador Nasralla, de izquierda. Así que la pugna es fuerte e ideológica a la vez. Allá la derecha criticó antes al entonces presidente Mel Zelaya porque se quería reelegir, y ahora ese grupo hace lo mismo. Al igual que la corrupción, el ansia de poder no respeta ideologías.
En Bolivia Evo Morales es otro que ha trastocado la Constitución y leyes para buscar una y otra vez la reelección. Ahora se prepara para intentar su cuarto período consecutivo.
La lista de presidentes que han actuado como él es larga: Fujimori lo hizo, Daniel Ortega lo repite a cada rato, Chávez fue maestro en ello y Correa lo logró parcialmente. Una reelección continuada, lógicamente, tiene que dar más poder a quien la logra y entonces se produce aquello que dijo Lord Acton en Inglaterra: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
La alternabilidad en el poder da aire y fortalece la democracia. Las reelecciones, y más cuando son continuadas e indefinidas, la debilitan y abren la puerta al abuso, a la mencionada corrupción y cierran los espacios de libertad. Siempre funciona así.
Nosotros ahora soñamos con una reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, pero en esta ley, aunque es de carácter constitucional, no se puede modificar el tema de la reelección de alcaldes y diputados. Por tanto, es la población la que está llamada a rechazar esta práctica por medio del sufragio.
Nunca faltan quienes defiendan esta práctica nefasta aduciendo que “cuando hay buenos resultados es mejor tener continuidad”. El argumento tiene validez, pero también lo es que son pocos quienes se resisten a la tentación de abusar de sus cargos cuando acumulan demasiado poder.
Las dictaduras –que en eso las convierten quienes abusan del poder– son siempre malas por corruptas y limitar las libertades. Tan mala fue la dictadura de Anastasio Somoza –derecha– en Nicaragua, como ahora lo es la de Daniel Ortega –izquierda–.
Los guatemaltecos debemos fortalecer nuestros principios democráticos y este es uno de ellos. Hay que rechazar las reelecciones continuadas, vengan de donde vengan.