
El 3 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Libertad de Prensa, una fecha en la que hay que destacar el papel que juega el periodismo en defensa de la democracia y de las demás libertades de cualquier sociedad. Si libertad de prensa, no hay libertades
Gonzalo Marroquín Godoy
“La prensa es la artillería de la libertad”; “La libertad de prensa es la guardiana que nunca duerme de todas las demás libertades”. “El periodismo es, en esencia, ejercer el poder de incomodar al poder”. Estas no son frases cualesquiera, las dijeron líderes de la talla mundial. La primera es de Hans-Dieter-Genscher, destacado político alemán, la segunda de Winston Churchill, y la tercera de Carl Bernstein, uno de los periodistas que destapó el escándalo de Watergate, que puso fin a la presidencia de Richard Nixon (EEUU).
Sin embargo, tenemos que reconocer que en pleno siglo XXI, la prensa no vive sus mejores momentos, pues enfrenta enormes desafíos y más bien muestra un peligroso declive en su lucha por sobrevivir por cuestiones económicas, al tiempo que la desinformación avanza como voraz piraña y se convierte en uno de los grandes males para la humanidad… aunque la humanidad aun no comprende la magnitud de este tumor maligno que se propaga.
Grandes pensadores del siglo XVI llegaron a la conclusión de que “quien tiene la información tiene el poder”. Soy de los que creen este principio. Durante siglos, los gobernantes de civilizaciones, culturas y naciones concentraban para sí la información fundamental, precisamente para aumentar su poder y control sobre las masas.
Con la llegada de la prensa, se puede decir que ésta vino a democratizar la información y pronto se convirtió en contrapeso de los poderes establecidos, sean estos políticos, económicos o sociales.
Aunque con raíces anteriores, en los siglos XIX y XX florecieron, casi de la mano, la democracia y la prensa, ambos impulsados por las revoluciones liberales y la expansión de los derechos ciudadanos. La famosa frase de Abraham Lincoln sobe la democracia que dice, “del pueblo, para el pueblo y por el pueblo». Puede aplicarse perfectamente a la labor de la prensa, que debe estar siempre enfocada en servir al pueblo –lectores o audiencias–, porque es la razón misma de su existencia.
La prensa independiente ha jugado un papel esencial en la defensa de los derechos ciudadanos. Una de sus múltiples funciones es la de fiscalizar al poder público, no por un interés particular, sino buscando el bien común y haciendo que la población pueda ejercer ese derecho que tiene a recibir información y saber de todo aquello que le afecta de una u otra manera.
Recientemente he tenido acceso a algunos informes de organizaciones que defienden la libertad de prensa, y en ellos se destacan los peligros que enfrenta el periodismo en la actualidad. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), habla de los ataques de parte de los gobernantes autoritarios –Cuba, Venezuela, Nicaragua, El Salvador y Estados Unidos, principalmente–, y menciona también los peligros propios de la época, como son la desinformación y la crisis económica global en los medios, afectados por el cambio radical en la forma de pautas publicitarias.
Por supuesto que el mayor peligro siempre es el asesinato de periodistas y la impunidad en los crímenes que se reportan. Estos han sido, y lo siguen siendo, producto de la intolerancia de políticos o de estructuras criminales que se incomodan cuando los periodistas trasladan información a la población, información que afecta sus intereses espurios.
El escenario no es para nada halagüeño. La prensa independiente debe aprender a sobrevivir en medio de esos enormes desafíos, porque de lo contrario, su debilitamiento afecta directa e inmediatamente a las democracias y, por lo tanto a los pueblos, ya sea en Guatemala, El Salvador, Honduras, República Dominicana o cualquier país del mundo.
En este momento vemos que, mientras la prensa pierde su potencial de impactar, la desinformación –derivada de la manipulación– avanza implacablemente, más ahora cuando se ha introducido en el manejo de seudomedios y redes sociales, la capacidad de utilizar la inteligencia artificial (IA), capaz de hacer parecer como cierta la mentira o noticia más vil.
Durante poco más de una década tuve la oportunidad defender la libertad de prensa en las Américas. Entonces el peligro más grande en la región eran los regímenes autoritarios: Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, los Kirchner, los Castro, eran los referentes anti-prensa. Todos tenían la misma actitud: reprimían a la prensa independiente y creaban su propia estructura de medios oficiosos. El control de la información era su meta.
Ahora son Daniel Ortega, Donald Trump, Nicolás Maduro, Nayib Bukele o Díaz-Canel. Todos recurren a desacreditar a los periodistas y medios, al tiempo que mueven o promueven netcenters para provocar desinformación. Las redes sociales, esas que debieran ser un factor positivo para promover la libertad de expresión, se han convertido en el enemigo de las sociedades y personas libres.
Un buen día para meditar. La prensa independiente, con todos sus defectos, es amiga de las libertades y la democracia. La desinformación es enemiga de todo eso.