Una misión de alto nivel estadounidense llega al país para descubrir el agua azucarada, y oír las explicaciones que siempre repiten los gobiernos de turno.
Gonzalo Marroquín Godoy
¿Por qué son tan locos los guatemaltecos que, sabiendo todos los riesgos que corren, huyen hacia Estados Unidos? ¿Por qué padres –que sin duda aman a sus hijos–, les permiten muchas veces hacer ese viaje solos? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Pueden ser muchas preguntas, pero todas tienen la misma respuesta: Están hartos de la pobreza en que viven, porque en Guatemala no encuentran oportunidades. ¡Quieren una vida mejor! Así de sencillo.
Cualquiera podría hacer una larga lista de las causas particulares. Se nace pobre, no hay buena atención en materia de salud –somos el país número 1 en desnutrición crónica infantil–, si hubiera un concurso de educación, estaríamos también entre los peores, y a la hora de buscar empleo, cuando se encuentra, no es bien remunerado y la mayoría de la fuerza económicamente activa tiene que ubicarse en el sector informal para sobrevivir.
A eso, sumemos la inseguridad.
En México, Guatemala y otros países de la región, la palabra pinche, se utiliza para referirse a alguien o algo ruin, mal intencionado, que actúa de mala fe, aunque muchas veces puede tratarse de alguien poderoso, pero que más bien utiliza el poder de forma nefasta y egoísta, principalmente cuando ocupan cargos públicos.
Desde mi privilegiada silla de observador como periodista he visto cómo se desempeñan uno, otro, otro y otro gobierno. He visto cómo estaba el país hace décadas y lo poco que se avanza cada cuatro años en la búsqueda de soluciones socioeconómicas. He escuchado a cada pinche presidente prometer el oro y el moro para mejorar las condiciones de esas grandes mayorías olvidadas y al término de su período la situación no ha cambiado.
Como dice un chiste muy conocido, algunos terminan con la pobreza… ¡pero la propia!
Desde esa silla, he llegado a la conclusión de que si bien puede haber una larga lista de causas para exista tanta migración, hay una especie de paraguas que contiene a todas y que es LA CAUSA verdadera: el fracaso e inoperancia del sistema político. Digo esto, porque puede haber programas y proyectos bien estructurados que, si las condiciones del país no cambian, el problema persistirá y Estados Unidos seguirá recibiendo, a las buenas o a las malas, a los inmigrantes chapines.
Resulta que el Estado se ha convertido en un auténtico botín para la clase política. Todos los días se sabe de casos de corrupción y de dependencias que se han vuelto casas de empleo para la élite política del momento. Así que la situación requiere más que ayuda financiera del país afectado. Se necesita más que lindas palabras. Se debe reformar el Estado y para ello hay que cambiar a los pinches politiqueros que se dedican a mamar de la vaca del Estado.
Por eso hay que ver más allá de esa lista de causas inmediatas. Hay una, y esa es estructural. Es un cáncer que no se puede seguir atendiendo con mejorales. Claro que la solución es sumamente compleja, pero al menos hay que entender cual es el verdadero problema, pues mientras no se reconozca, ni siquiera se iniciará un proceso de cambio.
Los tres delegados de Washington escucharán toda clase de explicaciones y promesas. ¡Patrañas! No hay voluntad de cambiar.
Tendremos mejores o peores momentos, pero mientras el pinche poder político controle la Justicia, mientras se siga viendo el Estado como el botín a saquear y no surja liderazgo para promover un cambio del sistema, las cosas no cambiarán y seguiremos cantando… por eso estamos como estamos, POR ESO NUNCA PROGRESAMOS.